Próximo a un hotel cercano a mi casa había un autobús aparcado.
Esperaba pacientemente a que fueran llegando sus viajeros con su ruido.
Esa algarabía que se forma al subir y buscar tu asiento. Dejar pasar o estorbar el paso mientras intentas dejar bien colocado tu bolso o mochila, ese murmullo mañanero antes de emprender un largo viaje. Y el autobús se pregunta cómo es que tienen ganas de hablar tan temprano.
Luego se bajará el tono, ya cada uno en su sitio. Algunos hablaran de un asiento a otro del pasillo, dando la tabarra a los que desean echar una cabezadita yo ya lo conozco hace varios años que estuvimos por allí –el sitio donde van de viaje- pero mi mujer quiere volver de nuevo, ella asiente con la sonrisa algo distraída. Después de la batallita, al que los otros asisten resignados, se hace el deseado silencio solo interrumpido por los frenazos y los vaivenes sobre el asfalto.
El autobús lo agradece, así se concentra en el tráfico, en las curvas de noche y en observar, sin perder la atención en la carretera, un nuevo amanecer que descubrirá de pronto detrás de una montaña azul al revolver una doble curva.
El autobús lleva muchos secretos.
Cuando lo vi, llevaba su barriga desnuda a la vista de todos, enseñando sus intimidades.
Las puertas del maletero estaban levantadas y el equipaje de sus dueños ordenadamente colocado, unas maletas encima de las otras, al lado, por detrás y por delante, apiñadas, muy juntitas abrazándose para el largo camino de horas por esas carreteras de Dios.
Observé sus vidas dentro. Sinceramente, más que observar me dio por imaginar.
Cuando descubrí a mi paso los verdes, marrones, negros, grises de sus maletones…pensé en sus dueños.
Estaba oyendo la radio por mis auriculares conectados al teléfono, opinaban los tertulianos de como la presidenta de la Comunidad de Madrid había decretado tres días de luto por la muerte de Isabel II.
Todo un despropósito qué por la muerte de la reina de otro país en la capital del tuyo, ojo también en Andalucía con Bonilla al frente, decreten días de luto. Esto por si solo es un dislate, pero más desatino aun teniendo en cuenta que en suelo español hay una colonia inglesa. Al hilo de esto, encontré en Instagram un post que decía “en los Centro de Salud de Madrid pondremos un cartel que diga It´s closed en homenaje a Isabel II
Me dije, ese será el tema de mi próximo artículo, pero vi el autobús abierto y cambié mis intenciones.
Vi la soledad de ese equipaje olvidado entre recuerdos, secretos, vidas, memorias...y me dije nada que ver con la Ayuso o Bonilla, esto es real y hermoso porque tiene sentido. Es el mundo de los demás, de alguien, de ti mismo metido en una maleta. Parece baladí, pero no lo es.
En cada equipaje llevas parte de tu vida. Eres tú metido en un cubículo pequeño, has elegido lo que sí y lo que no, lo de… por si acaso igual llueve mete el paraguas plegable para que ocupe poco, la chaqueta que por la noche refresca.
Y así oprimidos, bien apretaditos nos encerramos con cremallera y hasta con candado los más temerosos que hay mucho desaprensivo suelto.
Llegó un hombre corpulento de pantalón oscuro y camisa blanca. Sin pensar en mí, sin notar mi presencia en la acera de enfrente miró si todo estaba en orden, se sintió satisfecho y solo entonces hizo bajar lentamente la enorme puerta que ocultó sus vidas de la mía.
Se subió de un salto, se puso al volante con energía y después de mirar por todos los espejos retrovisores arrancó. Entonces la descubrí, una señora de bonito pelo azul me sonreía moviendo la mano como cuando saluda una reina.
Antes de que desapareciera del todo pude desearle buen viaje con una sonrisa. Pensé cuál de esas maletas sería la suya. Qué mundo guardaría en ella.
Y el autobús despareció con las vidas a otra parte.
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