Marcos Garrido en una imagen de archivo. FOTO: YAMAHA R1 CUP SPAIN.
Marcos Garrido en una imagen de archivo. FOTO: YAMAHA R1 CUP SPAIN.

Ayer murió en una carrera de motos, en el Circuito de Jerez, un niño de 14 años. Miles de personas, (incluyendo los líderes de los partidos políticos) se han apresurado a lamentar su muerte y a solidarizarse con el dolor de su familia. Es de bien nacidos hacerlo: creo que lo más terrible del mundo es que se nos muera un hij@. Toda la solidaridad con su familia y con los amigos de instituto de Marcos debe ser bienvenida.

Pero esto sentado, no deja de ser sorprendente que no escuchemos o leamos declaraciones, ni se plantee en los medios (o al menos yo no lo he visto) si esa muerte es algo más que un terrible accidente. El dolor no debe ser incompatible, sino todo lo contrario, con hacer en voz alta una pregunta que parecería obligada aunque no la escuchemos: ¿es admisible, o siquiera razonable, que participen niños en actividades de competición de alto riesgo? En este caso, nos dicen –como si ello limpiara de responsabilidad a los responsables de esta barbaridad- que desde que tenía seis años Marcos lo hacía. Supongo que legalmente. A mí esto me parece una barbaridad. Como también me lo parece, más allá de lo que cada quién piense sobre la caza, que se lleven niños a cacerías –supongo que para que se vayan acostumbrando a todo lo que usualmente lleva consigo esta actividad- aunque ocurran dramas como el de hace pocas semanas en Guillena. O que se pueda ser novillero (o incluso torero) con 16 años, una edad a la que no se permite votar ni se tiene a ningún efecto la consideración de adulto.

Considero que la protección al menor debe ser prioritaria, siempre, y estar por encima de cualesquiera otras consideraciones. Y me parece algo bárbaro que esté permitido que arriesguen su vida, al menos hasta que cumplan la mayoría de edad, por más afición que tengan (o les hayan inculcado) a actividades de alto riesgo. Ya sabemos que la seguridad al cien por cien nunca puede estar garantizada y que nadie estamos libre de un accidente, sea cardiovascular o producido por la rama de un árbol cuando vamos por la calle. Pero no es igual de peligroso practicar natación, hacer footing o jugar al futbol, si se sueña con ser un nuevo Messi, que participar en carreras de motos queriendo emular desde la infancia a Ángel Nieto.

Por eso me han parecido vacías (para utilizar un adjetivo piadoso) las afirmaciones del presidente de la Federación Andaluza de Motociclismo diciendo que se hizo “todo lo humana e inhumanamente (?) posible para salvar a Marcos” ni las lágrimas de quienes teniendo en sus manos la modificación de leyes que no garantizan la protección de los menores no las modifican. Y es que algunas muertes, como la del niño de Rota, sí se podrían haber evitado.

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