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De momento, nos ha removido el interior, ha puesto a arder twitter, y nos ha dado tema de conversación a la hora del café, pero no nos ha solucionado nada. 

*Este artículo no es nada original. Soy consciente de que corren, como reza el tópico, “ríos de tinta” sobre el tema “Bescansa”. Aquí está mi propia visión.

No hablo de La Cerezuela, que también fue polémica en su día en los blogs de mamis radicales, al afirmar que dejaba su trabajo (esa trayectoria profesional imprescindible de la mujer guapa del tenista rico), para dedicarse a la prole. Esta vez hablo de otra Carolina, La Bescansa. A la que le agradezco enormemente el gesto de ayer en el hemiciclo. Ahora explico el porqué de mi agradecimiento infinito.

En la sala de profesores de mi instituto no se habla de otra cosa. Imagino que hoy se da la misma situación en la mayoría de centros de trabajo.

Hay compañeras más indignadas que otras, pero la mayoría, coincidimos en eso, en la indignación, o al menos, en ese pellizquito de rabia. Cada una, de las que somos madres, y currantas, aportaríamos, si nos preguntara alguien, nuestra propia experiencia.

Y en muchos casos. la experiencia duele, como duele una mastitis “voluntaria”, pues la lactancia necesaria en los primeros meses, cuando ya tenemos que ir a trabajar, nos obliga a estrujarnos los pechos, para extraernos la vida y embotellarla. Como duelen los días en que no ves despertarse a tu bebé, porque ya te has ido, hace un par de horas, a la puñetera calle, a ganarte el pan y dignificar tu existencia, por la igualdad. Como duele, no solo el alma, sino también el bolsillo, si no se cuenta con la bendición de los abuelos, o un compañero con tiempo libre para el reparto de las tareas, y se debe dejar al fruto de nuestras entrañas, en una guardería, o en manos de desconocidos (vale, son profesionales, pero no son los brazos ni el olor de mamá, qué puñetas).

Se me ocurre, siguiendo el gesto de Carolina, traer a mi centro de trabajo a mi próximo retoño, al reincorporarme de la escuálida baja maternal (y debo agradecer que gozo de este “privilegio”, porque no todas las madres pueden), y explicar sintaxis, con el portabebés en ristre, y sacarme la teta, a demanda, entre clase y clase, o en clase, total, es un acto simbólico. Soy mamífera, ¿no? Hay que fomentar el apego, la crianza natural, el parto en casa,… bueno, paro ya, que desvarío.

Pero, ¡calla!, lo mejor será dejar a mi bebé en la magnífica guardería, con calefacción, con la que cuentan todos los centros de trabajo, también los institutos, colegios, etc. Y en los cambios de hora, ir a alimentarlo y darle mimitos, para que no se sienta abandonado y se traumatice. Ah no, que no existen estas guarderías para todas las madres trabajadoras. Pensaba que sí. Perdón.

En fin. Estamos indignadas, un poquito, sí. ¿Escandalizadas? No tanto. La indignación se acerca más a la frustración y, como decía más arriba, al dolor y a la tristeza, porque no podemos hacer como Carolina, y que nos aplaudan. Ni es posible elegir entre opciones disponibles, solo para nosotras: niñera, guardería, llevarte al niño al trabajo. Las “soldadas” rasas no lo tenemos fácil para parir, para criar, para tener una “maternidad feliz y consciente”, si es que queremos también, ganar posición, prestigio, o, simplemente, poder pagar un techo digno.

Le agradezco a Carolina Bescansa que se haya llevado al crío a su puesto de trabajo, si lo que pretendía era poner el foco en una circunstancia natural que no es normal, ni lógica: una mamá con su hijo de seis meses, trabajando y criando (gerundios incompatibles, en esta sociedad). Como símbolo, como gesto, chapó. Pero olvida, que la gran mayoría no somos como ella, ni contamos con sus medios, para ir por la vida como heroínas de la conciliación, ni todos los trabajos son como el suyo (ya quisiéramos, ¿no?). Conozco casos cercanos de despidos directos por el simple hecho de esperar un bebé. En esas situaciones, no da tiempo siquiera a plantearse si llevarlo o no al trabajo, porque ese trabajo ya no existe.

Así que bueno, mil gracias, señora Bescansa (recupero el “usted”, pues la respeto y la admiro, oiga). Mil gracias por la parafernalia, por la intención, por la representación impecable de su papel. Muy bien. Además, su bebé, es precioso, se le ve feliz, relajado, bien criado.

De momento, nos ha removido el interior, ha puesto a arder twitter, y nos ha dado tema de conversación a la hora del café, pero no nos ha solucionado nada. Me mantengo paciente a la espera de los profundos cambios,que se supone que usted traerá a las madres del país, para que puedan dejar de embotellar, de madrugada, la tristeza.

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