Fernando Quiñones, en una pintura.
Fernando Quiñones, en una pintura.

Hay un fuego, en mitad de la campiña, / que lucha con la lluvia por mantenerse vivo. / El rojo de sus llamas se recorta, / salvaje y disidente, sobre el paisaje gris. / Y aunque el otoño empuja, nunca cede, / pues, a pesar del ímpetu del agua, / un puñado de locos lo alimentan. 

He querido, con estos versos, manifestar mi profunda gratitud por todo lo vivido el pasado sábado en la entrega de los premios del I Concurso Literario Infantil y Juvenil Fernando Quiñones. Certamen en el que tuve la suerte, y el placer, de ser, junto a mi gran amigo Paco Márquez, tanto jurado como presentador.

Poner en pie un proyecto de esta envergadura conlleva siempre un gran esfuerzo y una aun mayor responsabilidad, pero si es Rosario Troncoso quien lleva el timón, los marineros nos aseguramos la certeza de llegar a buen puerto. El acto de entrega fue sólo la punta de un gran iceberg, de una mezcla de amistad, empeño, ilusión y alguna lágrima que otra, pues, aunque la tripulación se esmere, los vientos no son siempre favorables. 

La idea surgió con una doble intención, por un lado incentivar la creación literaria en los más jóvenes de la provincia (mojarritas y cangrejos), punto que superó con creces nuestras expectativas, y por otro resaltar la figura del inmenso Fernando Quiñones, quien creo estaría muy orgulloso del resultado. 

Hacer girar un certamen literario en torno a un nombre tan ilustre es de por sí una responsabilidad tremenda, que se engrosa, aun más si cabe, al hacerlo en el aniversario de su muerte. De ello saben bien los miembros de la Asociación de Amigos de Quiñones (Cádiz), presidida por Blanca Flores, cómplices de esta locura literaria.

A demás de con un jurado excelente, el concurso contó con la colaboración imprescindible de un extenso abanico de mecenas culturales y amigos de las letras, como el Centro Andaluz de las Letras, representado por Juan José Téllez, el Ayuntamiento de Cádiz, la Diputación de Cadiz, la Asociación de la Prensa, Universidad de Cádiz, el Plan Lector, la Asociación Artística La Garabata, Takara Editorial y la revista infantil El Ático de los Gatitos.

Mención especial merece la editorial La isla de Siltolá, quien hizo posible que Valeria María Corchero, Nazaret Cumbre y Mario Miranda, justos ganadores de los primeros premios, se llevasen a casa los impresionantes trofeos elaborados a mano por la artista Lucía Ariza. 

También hubo premios para los segundos clasificados, María Oliva Pérez, Cristina Cuez, Álvaro Hurtado y Lucía Ruiz, que a demás de un precioso diploma, ilustrado por la propia Lucía, fueron obsequiados por las entidades colaboradoras con un sinfín de regalos.

Al acto, como dicen en mi casa, no le faltó un perejil, ya que, tras la entrega de premios, Belén Peralta nos deleitó con la lectura de un cuento marinero y el ilusionista David Martín puso el broche con un divertidísimo espectáculo de magia.

Se puede decir que todos los asistentes (organizadores, colaboradores, participantes, familias y representantes de los centros educativos), fuimos galardonados con ese premio incalculable que es compartir la cultura con los más pequeños.  

Y lo que es más importante, con la satisfacción de saber que, en estos días tan fríos y oscuros, detrás de estos locos que alimentamos el fuego de las letras, vienen ya los escritores del futuro, cargando ramas para que su calor nunca deje de abrigarnos.

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