El metaverso diseñado por Zuckerberg.
El metaverso diseñado por Zuckerberg.

Intenté entender un poco lo del metaverso, fui a internet y a algún libro y reconozco que mi cerebro aún no llegó a esos niveles de entendimiento y me temo que ya no llegará. Pero veo la cara de felicidad de Mark Zuckerberg cada vez que habla de ello y llego a la conclusión que debe de ser algo maravilloso, para él y para su imperio económico, claro. Así que aplaudamos. Al menos calentamos las manos. 

Miro hacia el internet, con todo lo que trajo y me digo ¡qué maravilla! Sin ironía. La comunicación inmediata entre todo el mundo —bueno, de todos los  que lo tengan y en ciertas categorías de calidad resulta una cosa u otra. Pero es así—. Unas pocas personas enriqueciéndose de dinero y poder hasta ya no saber para qué. Miles enriqueciéndose culturalmente. Millones enriqueciéndose de ilusiones, ya que mientras se distraen, no tienen tiempo de pensar en sus problemas, ni por supuesto crear otros problemas.

Unos pocos pesimistas —y varias cosas más terminadas en “istas”—  lo ven como un progreso, se alegran y al tiempo, miran a la humanidad —principalmente a la juventud, con pena, estupor y asco. Esta tríade necesita una explicación pero en otro momento— y están tristes pues el reparto de lo bueno no es equitativo o proporcional, pero la realidad, es que la inmensa mayoría, mientras lo usa, lo disfruta. Las consecuencias son otra cosa. Qué bueno es un chuletón de cerdo y una  hamburguesa, y además barata. Claro que sabemos que tiene mucha grasa y no es bueno abusar… pero. 

Que luego te produce algún malestar u otros problemas más o menos graves, incluso la muerte, es problema tuyo, no lo comas y si no puedes comer otra cosa —a veces falta dinero—, pues muérete de una puta vez, carajo, y no des la lata. El metaverso —hasta donde mi “burrice” llega— es mucho mejor y más emocionante aún que internet, WhatsApp, Instagram… y esas cosas ya menores, y en breve antiguas. Es una maravilla para ilusionar bastante más —la ilusión no tiene límites— y distraer —de distracción, de  colocarte fuera de la realidad— casi, o sin casi, hasta el infinito. 

Unas gafas maravillosas y un par de artilugios más y te colocas dónde quieras y como quieras. Estás rodeado de mierda pero te puedes colocar en el Jardín del Edén. Puedes verte con tus amigos, aunque estén en otro continente y hasta elegir los platos que quieras y bien hechos —y no eso malditos callos a la madrileña de días pasados—. Puedes juntar a tus amistades de Brasil, Chile, Japón, España  y cenar o comer en Martinica, claro que no sabrás sin son ellos o será una imagen retocada de cuando tenían 18 o 20 años, pues cada cual se presenta como él/ella quiera ser, aunque no sea.

Pero hay mucho más, como seremos memes o avatares de nosotros mismos, y puedes fabricar los que quieras y como quieras, con una foto de mi abuelo, a quién no conocí pero me hubiera gustado hablar con él, puedo situarle dentro de ese espacio imaginado y hasta hablar y discutir con él sin saber cómo pensaba, pues como dije antes, no llegué a conocer —esas bellísimas guerras y sus efectos especiales—, pero eso  es lo de menos, lo importante es la fantasía y la felicidad imaginada que “vivimos”, aunque sea con muertos. 

Pero cuidado que no se te caigan las gafas pues toda la ilusión se va al carajo, o sea al mundo real, que no debiera haber abandonado. Qué felicidad entre coches, camiones o mierda, ruido o basura y podemos trasladarnos a la naturaleza pura, floresta, ríos bucólicos descontaminados,  sin ruidos ni basura, con la barriga llena aunque estemos con más hambre que Carpanta —hambre atroz—.

Será la felicidad de la humanidad multiplicada por infinito. Algunos amasando más millones —¿para qué?, la felicidad es indescifrable— y otros cada vez que tengan hambre o una necesidad o un sufrimiento, se conectan al metaverso, se ponen las gafas… y solucionado.  ¡Por favor que no tarde! Y os dejo descansar. 

Claro que como soy tan viejo a  lo mejor estoy entendiendo las cosas al revés y en vez de meta-verso, sea verso-meta, claro que mi abuelo, al que no conocí, creo que decía que las cosas son como son independientemente de cómo las mires y sobre todo de como las veas. Este metaverso me mata sin versos. Así que: 

Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido
que, pues lo imposible pido,
lo posible aun no me dé

Don Quijote, Cervantes.

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