Dice un viejo proverbio oriental que cuando el sabio señala la luna el necio sólo mira el dedo. Podría resumirse así el espectáculo que acabamos de vivir con la comparecencia del conseller de Interior de la Generalitat Catalana, el señor Forn, acompañado una vez más del mayor de los Mossos, el señor Trapero. Su perpetuo ejercicio de transparencia les llevaba en este día al más repudiable de los ejercicios contra la libertad de información que no es otro que el de matar al mensajero.
Pasado ya hace días, donde el respeto a las víctimas por parte de algunos ha dejado mucho que desear, asistimos ahora a las secuelas políticas de unos hechos terribles y difícilmente evitables. Tengo que decir que toda esta polémica política me produce hartazgo, que nunca unos hechos tan deleznables como los ocurridos en Cataluña pueden convertirse en el campo de batalla para dirimir otras guerras que no sean las de la lucha antiterrorista bajo el principio de la unidad y la coordinación de todos los recursos con los que cuenta el Estado, incluidos los Mossos que también son Estado por mucho que les pese a algunos.
Pero dicho esto no me quedaría tranquilo a solas con mi conciencia democrática si no fuese capaz de decir también que la por ahora última comparecencia del señor Forn ha sido decepcionante. Del supuesto ejercicio perpetuo de transparencia hemos pasado a un ataque inmisericorde a la libertad de información. Se trataba hoy de “abatir” políticamente a un periodista, el director de El Periódico de Cataluña, situando al mismo tiempo a este medio fuera de las grandes ligas de la comunicación donde militan los afines mediáticos del procés. Y todo ello por haber tenido la valentía de publicar una información sobre alerta terrorista previa a los atentados que había sido negada en los días previos por el Govern y el mayor de los Mossos. Y lo han hecho entonando un dueto victimista, utilizando a los Mossos como escudos humanos de las carencias políticas que a tenor de lo visto hoy son muchas y variadas.
En ningún momento de la comparecencia han sido capaces de mirar a la luna, la autenticidad de la alerta terrorista, en todo momento miraron al dedo que señalaba a la luna, si fue la CIA u otro servicio de inteligencia el autor de la advertencia. Difícil a estas alturas de la historia negar lo evidente sin evidenciar aún más las carencias políticas del señor Forn y del propio President del Govern que han encontrado en lo de mirar el dedo el mejor pretexto para no ver a la luna.
Y una vez admitida la terrible verdad, la existencia de una alerta previa de atentado, el recurso fácil de la corresponsabilidad del Estado al que si de algo hay que culpar es de una “exquisita ausencia” para no enturbiar más las aguas del procés y que muchos españoles no terminan de entender. Sólo un adicto al absentismo político como Mariano Rajoy pudo entender que este fuese el mejor de los comportamientos posibles del Estado desde el más estricto respeto a las competencias estatutarias.
Pero tras la comparecencia conjunta de conseller y mayor la vida sigue y la realidad se impone con toda su crudeza, la alerta existió, la consideración de “baja credibilidad” fue producto del análisis de los responsable políticos, el Periódico actuó como un medio libre, su director se ha asegurado no recibir la medalla de la Generalitat, el PSC ha pedido la comparecencia del conseller en el Parlament, distintos grupos la del Ministro en el Congreso, Ada Colau admite no haber sido advertida… el carrusel de las responsabilidades de quienes sólo miran el dedo se ha puesto en marcha y la luna luce hoy con más esplendor…
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