Más vale un por si acaso que un quién lo iba a pensar

Mario Ortega

Estoy casado y tengo una hija. Licenciado en Ciencias Químicas y Doctor en Ciencias Ambientales.

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante el viaje inaugural de la línea de alta velocidad Madrid-Antequera-Granada. FOTO: MONCLOA
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante el viaje inaugural de la línea de alta velocidad Madrid-Antequera-Granada. FOTO: MONCLOA

No existe una sola razón democrática para objetar la presencia en el Gobierno de España de una fuerza política cuya base ideológica substancial es la defensa de los derechos humanos. Ni una sola. Menos aún si esa fuerza política ha obtenido más del 14% de apoyo electoral, cuenta con la mitad de los votos ciudadanos y con la tercera parte de los escaños que el partido que puede presidir el gobierno. Menos.

Vetar la entrada en el Gobierno de España a Unidas Podemos de manera proporcional a su peso electoral es una dentellada a la democracia. Esto es lo que está haciendo Pedro Sánchez Castejón, presidente del Gobierno en funciones que llegó a tal sin ser si quiera diputado electo gracias a la coherencia y altura de estado de Unidas Podemos tras la sentencia Gürtel contra el PP corrupto. Sentencia que obligaba a desalojar al Rajoy del Gobierno. Es más, vetar al líder electo democráticamente de una fuerza política con la que dices querer llegar a un acuerdo no es más que el símbolo supremo de esa dentellada antidemocrática.

La actitud del actual PSOE dirigido por Pedro Sánchez es aún peor que la de Susana Díaz. Al menos ésta nunca dijo en campaña electoral que Podemos le hacía tilín, nunca lo llamó socio preferente. Tal es así que fue su radical posición anti Podemos la causa de su estupefacta caída frente a Sánchez.

El veto total a Unidas Podemos en el Gobierno de España, es el epifenómeno político contextual más importante desde las elecciones del 28 de abril. Lo es porque simboliza una toma de partido ideológica antidemocrática con el objetivo de fijar para los años venideros el sustrato de la fortísima reversión de los derechos democráticos, económicos, sociales, laborales, de género, ambientales y territoriales que la Constitución española proclama y que gobiernos y el Constitucional se encargan de interpretar desde hace años coercitivamente. En este contexto hay que entender el paripé veraniego de Sánchez Castejón en su ronda con la sociedad civil, un democratic washing de su actitud clara antidemocrática.

Es curioso que hasta los influyentes y hostiles contrarios, Felipe González y Juan Luis Cebrián, estén viendo que sobrepasar la normalidad democrática con el veto a casi cuatro millones de votantes, provocando la frustración de más de once, agitado con el relampagueo de la mentira discursiva que acompañará a Sánchez hasta el 10 de noviembre en caso de repetición electoral, es un operación catastrófica en un mundo de Trumps, Johnsons y Salvinis, con sus reflejos castizos esperpénticos de Riveras, Álvarez de Toledos y Abascales. Sin normalidad democrática no hay democracia.

El veto interno del PSOE tras las elecciones de 2015 y la repetición electoral de 2016 para que Sánchez acordase con Podemos devino en el triunfo interno de Sánchez frente a Díaz. ¿En qué devendrá el veto actual de Sánchez a Unidas Podemos? Dos son las opciones más probables si hay repetición electoral, el desalojo de Sánchez a manos de una derecha reorganizada o el déjà vu con resultados similares a los del 28 de abril.

Hay otra opción menos probable pero no imposible con los tiempos agitados y sin la posibilidad de una apelación verosímil al voto útil de izquierdas como hace el PSOE desde que yo tengo memoria política, que éste baje de sus actuales 123 y que Unidas Podemos aguante o suba de sus 42 (no lo descarto si Andalucía y Cataluña entran en serio al juego electoral para sacar a España del atolladero bipartidista. El miedo de Rufián, la equidistancia de Baldoví, las cautelas, quién lo iba a decir, del PSOE de Andalucía y de barones antaño antisanchistas, lo testifican a sabiendas de que en sus territorios hay espacios electorales en disputa. Sánchez ya no podrá decir “somos la izquierda” con la legitimidad que los hizo al igual que a Susana Díaz se le cayó la máscara cuando pactó con Ciudadanos en Andalucía.

Mi sabia madre, ante la duda, me habla de cautela, siempre me ha dicho: niño, haz esto o cuida de aquello que más vale un por si acaso que un quién lo iba a pensar. Ese es el consejo que ella le daría a Pedro Sánchez Castejón, lo contrario de lo que parece aconsejarle su sobrada soberbia.

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