Marcha atrás

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Estudió filosofía, estética e indología en las universidades de Sevilla, París y Leiden. Autor de 'Malas hierbas: historia del rock experimental' (2014), 'La prisión evanescente' (2014), 'El dios sin nombre: símbolos y leyendas del Camino de Santiago' (2018), 'El Palmar de Troya: historia del cisma español' (2019), 'Mitología humana' (2019) y la novela 'Los ecos de la luz' (2020). oscar.carrera@hotmail.es

Una yurta (ger) tradicional mongola, con su antena parabólica.
Una yurta (ger) tradicional mongola, con su antena parabólica.
Los mongoles, que montan sus yurtas mirando al sur, utilizan la misma palabra, emne, para referirse a dicho punto cardinal, al adverbio "delante" y al sustantivo "pasado". Consecuentemente, "norte," "detrás" y "futuro" son expresados por el vocablo xoit. Como ha señalado el semiólogo Miguel Peyró, si el pasado está "delante" y el futuro "detrás", la imagen del tiempo como una flecha que avanza, común a las culturas de raíz semítica que creen en un Juicio Final o su equivalente laico, el fin de la Historia, es difícil de traducir al idioma mongol. Y aún más la de progreso, es decir, identificar ese avanzar del tiempo que se da ya por supuesto, con el bien, y el atraso correspondiente (pues la flecha imparable del tiempo no admite el regreso, sólo la lentitud) con el mal. Qué pensarían los pobres nómadas mongoles cuando en el temprano 1924 se subieron al caballo del marxismo-leninismo... Yo no puedo evitar pensar, tras semejante reajuste de términos, que nuestra situación existencial les da la razón. Pues vivimos arrojados al tiempo, sometidos a la caducidad sin haberlo pedido ni querido, marionetas de unas fuerzas que nos empujan, nos empujan inexorablemente hacia un futuro ignoto, brusco, invisible. Un futuro trasero, que terminará por abatirse fatalmente sobre nuestras espaldas como el más inadvertido de los salteadores. Cuando uno trata de contemplar el proceso de su vida, sólo discierne pasado ante sus ojos, pasado por todos lados: incluso cuando se esfuerza en apresar el presente, éste se convierte instantáneamente en pasado como la brevísima chispa se transforma en ascuas duraderas. El pasado nos envuelve como una placenta translúcida a través de la cual parecen distinguirse, borrosos, el futuro soñado y el presente huidizo, mas lo único inmediato es el muro siempre creciente de tiempo transcurrido que nos separa de ellos. El hombre como un ser que camina marcha atrás, mirando hacia el pasado y tropezando con todas las eventualidades que el devenir interponga en su penoso camino... ¡Qué imagen más dañina para ese tópico del Progreso que tantas veces ha torcido, en los últimos siglos, los propósitos de enmienda de la Historia! Ya lo dice la seguiriya:

Soy desgraciaito  hasta p'al andar,   que los pasitos que yo doy p'alante  se me van p'atrás"

El gulag, el Angkar, las "sesiones de lucha" podrían ser los pozos en los que cayeron las masas en su marcha atrás cuando en lugar de andarse con sigilo, tanteando el terreno con cuidado, quisieron echarse a correr... El ensañarse con el mundo viejo como única forma de pasar al nuevo. Una "huida hacia delante", como la describe Antonio Escohotado, pero una huida de espaldas, que nunca perdió de vista aquello de lo que huía... A lo largo del siglo XX la utopía fue identificada por unos (conservadores, fascistas...) con un pasado lejano y por otros (progresistas, comunistas...) con un futuro inminente, quizás porque los males del pasado cercano se recordaban demasiado bien y las bondades del futuro lejano se imaginaban demasiado mal. La utopía pasada, cuanto más lejana, más difícil de recomponer; la futura, cuando más inminente, más difícil de organizar... ¡Así nos manteníamos ocupados! Cuán diferente el presente intermitente de los valores bursátiles. El eterno retorno capitalista de las modas y las crisis económicas. Ese tedio insoportable y monocorde que nos hace echar de menos el viejo sueño del Progreso, aunque sepamos que, como todo sueño, una vez en marcha no sabe cómo detenerse si por casualidad se convierte en pesadilla... Pero da igual que la promesa sea imposible de cumplir, mientras retorne el gesto cálido de prometer. No son pocos, en suma, los que hoy suspiran que cualquier tiempo futuro fue mejor. Lo que no saben es que lo tienen justo a sus espaldas.

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