Ha sido un contratiempo. Algo que nadie podía prever. Un sindiós. El acabose. Y ha sido todo tan repentino, tan inesperado… ¡Pero qué éxito, cielo santo, qué éxito! Para dar una explicación siquiera aproximada al fenómeno ha habido que cambiar todas las guías turísticas de la ciudad, la web municipal, todas las campañas de promoción, todos los vídeos, cartelería, merchandising, los mapas que se reparten a los turistas en la Oficina Municipal… En los mostradores de las recepciones de los hoteles se trabaja todo el día a destajo, se indica casi siempre a rotulador rojo ante la ausencia de material al día, que literalmente vuela según llega. De hecho, aunque estamos acabando junio, crece la sensación en el Ayuntamiento de “no llegamos, no llegamos”… que ya no se llega a Fitur 2019, de que la dimensión del fenómeno es sencillamente inabarcable…
Qué obsoleto, qué lejano en el tiempo queda aquello de ‘vender’ la ciudad con lo del vino, el flamenco y los caballos… ¡quia!; las bodegas, sin visitas; adiós al eje que supone el Alcázar-Catedral… qué decir de la Cartuja, nunca estuvo tan lejana; San Miguel, Santiago, San Mateo, San Lucas… devueltos al santoral; la calle Larga, con pacas rodando como las de las películas del oeste (bueno, para eso, a según qué horas, hacía tiempo que ya faltaba poco); de repente, el Gran Premio de Motociclismo y el propio Circuito pasan a un segundo término; la Feria del Caballo o la Semana Santa, en fin… simple pasado. Pese a su modernidad, todas las previsiones de negocio elaboradas sesudamente por el Clúster Turístico Destino Jerez saltaron por los aires. Incluso ciudades próximas como Cádiz, El Puerto, Chipiona o Sanlúcar, con sus playas y todo, se ven afectadas por esta inmensa ola, incapaces de competir…
La nueva plaza Belén, su excelsa belleza, su carácter inmarcesible, su aportación al centro histórico, un auténtico clásico moderno desde el primer día, alfa y omega del urbanismo… sencillamente ha venido a cambiarlo todo en Jerez.
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