En Bizcocheros, en San Pablo, en Vargas… comienza a percibirse un hartazgo de los vecinos del centro respecto a los horarios de algunos locales por la noche. En realidad, para ser más precisos, más que de horarios habría que hablar de prácticas: las puertas de locales con música abiertas de par en par, terrazas puestas hasta las tantas (que para eso estamos en lo que los del norte llaman el sur y hace calorcito), actuaciones musicales en sitios sin acondicionar (de nota el verano pasado la que se montaba en el Gallo Azul a deshoras en plena calle)… se trata de situaciones en las que el espacio público y, por supuesto, el derecho al descanso de los vecinos pasan frecuentemente a un segundo plano. Las ZAS (Zonas Acústicamente Saturadas) se declaran y se levantan atendiendo a criterios que no son siempre claros para los vecinos e incluso para los propios hosteleros, como ocurrió el verano pasado, con una zona de ambiente nocturno como San Pablo prácticamente muerta por la ZAS y terrazas de bares de tapas todavía llenas a las dos de la mañana en la plaza del Arenal.
Sin duda parte del problema viene de que, pese a la regulación y las distintas licencias existentes, en la práctica, en el día a día, se produce una confusión absoluta en cuanto a funcionamiento entre bares y bares de copas, musicales o pubs, como se les quiera llamar. Incluso, aunque a nadie se le ocurriera ni pensar en una vuelta atrás, no deja de ser un hecho que la ley anti-tabaco ha dinamitado por completo la acotación de los locales nocturnos y tiene como efecto colateral la ocupación de la calle más allá de lo que los propios hosteleros quisieran.
En el fondo, aunque es un mensaje un tanto simplista y reductor en lo que se refiere a los derechos de sus habitantes, va a tener razón el presidente de la asociación de comerciantes Asunico, Manuel García, en sus declaraciones efectuadas el pasado lunes: “El que quiera tranquilidad ya sabe que el centro no es el mejor sitio para vivir”. A la vista está.
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