El gobierno municipal del PP, a punto de llegar al ecuador del mandato, sigue dando una de cal y otra de arena cuando se trata del centro histórico de Jerez. Para los que viven allí, quiero decir. Es cierto que hay un trabajo en marcha que, a tenor de los datos aportados por el teniente de alcaldesa Agustín Muñoz en cuanto a recuperación de vivienda, comienza a dar unos frutos que se verán a medio plazo, pero los vecinos están de nuevo que trinan por continuo el uso (y abuso, con perdón) de las calles y plazas centro, ahora con las motos.
Las motos han sido, tradicionalmente, cosa de la Avenida –en realidad, de las Avenidas: Arcos, México, etc– pero esta edición el Ayuntamiento, su gobierno, ha decidido que este tema recaiga también sobre el sufrido centro.
Zambombas, Semana Santa y motos. De las cuatro grandes fiestas de Jerez tienen este año su escenario principal en el centro de Jerez, en una ‘escalada’ que, algunos vecinos comienzan a contemplar en modo “pues toma, dos tazas”. Plaza del Arenal, Asunción y Alameda Vieja son este año los espacios elegidos para los actos paralelos que lleva consigo el Gran Premio, caso de conciertos, mercadillos, etc.
El problema es que llueve sobre mojado: el Ayuntamiento, y nadie más, ha sido el que ha ampliado al último fin de semana de noviembre el calendario ‘oficial’ de Zambombas, facilitando también el uso de espacios públicos hasta el infinito y más allá.
De la Semana Santa poco se puede decir, pero sí hay cosas para matizar. La Semana Santa es lo que es y tiene que ir por donde tiene que ir, pero hay determinadas situaciones susceptibles de mejora, en las que el Ayuntamiento no está a la altura. Llegado el caso debería ser el que fijara equis criterios de obligado cumplimiento para las hermandades. Hablamos, por supuesto, de que hay gente en el centro de Jerez, residente, que estos días quiere llevar, en la medida de lo posible, una vida lo más parecida a la normalidad y que ve como año tras año no se da con la tecla en temas, por ejemplo, como el de los pasos de peatones durante las procesiones. Y no solo eso, sino que las medidas que se avanzan por la Unión de Hermandades van en sentido contrario al del sentido común. Desde el lado laico, se trataría de agilizar el paso de gente, alguna de ella ajena a lo que ocurre, que simplemente quiere cruzar porque tiene que ir a trabajar o a ver a una prima que está mala, que tanto da. Poner pantallas frente a los pasos de peatones para que no se agolpe allí gente a ver los desfiles procesionales junto a la que solo quiere cruzar, sería… miren, sería tan surrealista que este cronista lo ve hasta divertido.
Al final, el problema, o la cuestión, es la multiplicación (y altura) que se hizo de los palcos, lo que hace que hoy por hoy ir a la carrera oficial sin asiento pierda sentido, es algo tirando a inhóspito, por supuesto también para los habitantes del centro. Hace años, para los residentes ajenos a la celebración, la Semana Santa se iba sorteando, ahora no, ahora también son días de ‘ya falta menos…’. Eso antes no ocurría. ¿Por qué? Lo sabemos todos. Antes, la Semana Santa, de alguna manera estaba abierta a la ciudad, hoy no. En un supuesto proceso de mejora se ha ido cerrando ‘por’ y ‘para’… Y eso lo han aplaudido los gobiernos municipales de todo signo, que no quieren tomar ningún tipo de medida que pueda contrariar a los cofrades.
Y ahora las motos, con la disculpa –esta vez– de la retirada de los palcos, de esto y de lo otro, de nuevo para el centro.
Aunque es un término que los periodistas intentamos evitar porque ya está un tanto manido, todo esto convierte al centro una especie de parque temático, expresión que no tienen problema en utilizar expertos como González Fustegueras, que refrenda que lo es. En realidad, no se trata tanto de que las cosas no sucedan en el centro, se trata más de los ‘cómos’ que de los ‘qué’.
Pero vale, ya está, da igual. Ya sabemos que hay mucha gente que piensa, sencillamente, que el que vive en el centro es un privilegiado (cosa que en absoluto es cierta) y, en consecuencia, que se joda. Y llegados ahí, no hay nada de que discutir...
