En realidad me lo esperaba. Hacía dos días que me preguntaba cuándo ocurriría. Estaba este mes de agosto en la zona de vinos de Baiona, cerca de Vigo, tomando tranquilamente un Rosal acompañado de unos mejillones, cuando vi que venía por el fondo de la calle Benjamín Prado. Este Benjamín Prado era una poco más bajo y más flaco, si cabe, que el auténtico. Llevaba el pelo más largo y más canoso que el real, con vaqueros negros y camiseta desteñida de proclama. Desconozco en términos absolutos cómo le va y le ha ido la vida a Benjamín Prado (a ver, le veo por la tele hablando de sus cosas, sé de sus amistades en Cádiz e incluso de joven me leí uno de sus libros, el de la portada del tipo grunge que se parece o es el propio Kurt Cobain, ya no me acuerdo: queda claro que no me gustó), pero seguro seguro que a su sosias de Baiona le ha ido peor.
De hecho, seguro que todavía le va peor. El tipo, paisano con toda seguridad, saludó a dos o tres del pueblo y siguió su camino, sin reparar en ningún momento en que era discreto objeto de atención de un turista de Jerez que, a su paso, pidió otro Rosal con la disculpa de ir terminando con los mejillones. Al día siguiente, volvió a aparecer Benjamín Prado por el centro de Baiona, esta vez a primera hora de la noche. De nuevo solo y más enjuto si cabe en la oscuridad, el falso (en realidad no acabo de ver clara la idoneidad de esta palabra) Benjamín Prado se detuvo en el mismo local desde el que estaba siendo observado por el turista de Jerez y se pidió una cerveza que acompañó con un pincho gratuito de una deliciosa tortilla de patatas. En el bar tenían puesta la tele sin volumen y Benjamín Prado se puso a echar un vistazo a las imágenes del telediario mientras que se dejaba llevar por la música ambiente que sonaba en plan revival del norte, cosas de Ilegales, Siniestro Total y así… Benjamín Prado pagó, se despidió en gallego y siguió calle abajo, probablemente a por otra cerveza con su correspondiente pincho de tortilla.
Ya he dicho que no me sorprendió ver a Benjamín Prado en Baiona y que, de hecho, lo esperaba. El verano pasado me ocurrió lo mismo, además muy cerca de allí, en Caminha, una localidad de Portugal justo en la desembocadura del Miño. Paseando por su plaza principal vi venir a Benjamín Prado. Yo diría que este era un Benjamín Prado más joven, de poco más de cuarenta años, y más alto: todo un Benjamín Prado de 1,90 o por ahí. Aparentemente sin rumbo, deambulaba entre las terrazas de la plaza vestido con una camiseta de grupo, vaqueros rotos y Converses sucias, así que pensé que no era nativo del pueblo, sino que estaba por allí, como yo y otras diez mil personas, por el festival de música que se celebraba en la vecina localidad de Vilar de Mouros.
Mientras se acercaba, la verdad es que pensé que este Benjamín Prado estaba un poco loco, hablando solo y gesticulando con esas manos sarmentosas, hasta que me di cuenta de que llevaba auriculares, por lo que debía estar hablando por un móvil que no estaba a la vista. Benjamín Prado se acercó a la mesa en la que yo estaba tomado un ‘fino’ –fino es el peculiar nombre que dan en el norte de Portugal a la cerveza de barril-, bastante cansado y resacoso después de darlo todo la noche anterior viendo a uno de mis grupos favoritos de cuando era joven, Jesus & Mary Chain. Benjamín Prado, que ‘falava’ portugués y aparentemente estaba intentando arreglar por el móvil un tema casero –o eso me pareció-, se perdió tirando hacia el río, como si las noticias que esperaba tuvieran que venir del otro lado, de Galicia.
Ya dije que no me sorprendió mucho ver a Benjamín Prado en Caminha: el verano anterior ya le vi en Ibiza, así que entraba en mis planes volver a encontrármelo. Este Benjamín Prado, el ibicenco, estaba, el pobre, muy deteriorado, aparentemente consumido por el abuso de según qué ‘temas’. Merodeaba esa madrugada por los baluartes de Dalt Vila y todo el mundo sabe a lo que se dedica la gente que se ofrece -y se esconde- en esa zona de Ibiza. Yo buscaba la ‘Rubia Tuerta’, algo parecido a un bar que había descubierto el día anterior encima de lo que podríamos llamar la segunda línea del puerto, pero intenté llegar por otro lado, me despiste, acabé en uno de los baluartes y vi cómo este Benjamín Prado descarnado, ex hippy, salía de la oscuridad y me ofrecía a mí y a los que por allí pululaban todo tipo de ‘temas’ prohibidos. Le di las gracias –la verdad, no soy de confiar en nadie aunque se parezca a Benjamín Prado, si bien educado soy un rato- y tomé por la Mare de Deu –no podía tener otro nombre-, la calle gay pintona del centro de Ibiza. Después de evitar que me pusiera las esposas el policía de Village People, me orienté y un poco más arriba, hacia la peña, encontré por fin la ‘Rubia Tuerta’. Me senté en la terraza a disfrutar de las vistas.
Un par de cervezas después apareció por sorpresa Benjamín Prado. Se sentó en la mesa de al lado, vacía, y pidió una jarra de cerveza. El camarero le gastó una broma y Benjamín Prado sonrió descarnado. O su boca sonrió descarnada. Estaba claro que se conocían de antes de que comenzara la temporada, de que vinieran los turistas. Encendió un cigarrillo y empezó a hacer volutas mientras miraba hacia el puerto, repleto de yates obscenos. Increíblemente, de perfil, concentrado en sus cosas, este falso Benjamín Prado presentaba mucho mejor aspecto que el que tenía un rato antes en el baluarte: a eso se le llama una cerveza reponedora tras una dura jornada de trabajo…
Pero en honor a la verdad, por primera vez, debo decir que me sorprendió ver a Benjamín Prado por las calles de Ibiza: llevaba varios años viéndolo en las terrazas de la plaza Plateros. Siempre allí. Punto. Sentado. Un año tras otro. Al principio, cuando le veía, pensaba, en broma, que qué había venido a hacer a Jerez Benjamín Prado, si a presentar un libro o a visitar a alguno de los amigos que viven o tienen casa cerca, en otras ciudades de la provincia, caso de Felipe, Almudena o Joaquín. Pero no, ese Benjamín Prado, mi primer Benjamín Prado falso, el sedentario, es de Jerez. De hecho conozco a algunos de sus amigos.
Creo que iré a la próxima presentación de un libro que haga Benjamín Prado en Jerez o incluso lo mismo me acercaré a Cádiz o a Rota: además de por qué le veo en verano siempre solo, tengo otro par de preguntas que hacerle…
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