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¿Por qué tanta controversia por una marca? ¿Cómo un consumidor puede juzgar a otro por el teléfono que ha comprado y por las razones que le hayan llevado a la compra? 

Como cada año, casi siempre por estas fechas, Apple lanza su nuevo iPhone al mercado y de manera irremediable, el teléfono de marras se convierte en un controvertido tema de conversación que provoca una gran disparidad de opiniones por parte de los consumidores.

Están los amantes de la marca, capaces incluso de acampar frente a la Apple Store de turno para ser de los primeros en tenerlo; los que son capaces de pasar una noche haciendo cola; los que estiman oportuno cambiar cada año de iPhone para ir siempre a la última o los que siempre eligen iPhone sin poner la mirada en ningún otro terminal de la competencia. Por otro lado, están los detractores o, en términos de internet, haters, que siempre aprovechan la mínima ocasión para desprestigiar a la marca o a sus usuarios, argumentando que los iPhone (y todos los productos de Apple) son caros, desfasados tecnológicamente y que sus adeptos solo necesitan que el teléfono lleve la manzanita para soltar alegremente su dinero o para meterse en un pago a plazos. También, afortunadamente, estamos los que comprendemos que cada uno puede hacer lo que desee con su dinero y no señalamos despectivamente a los que elijan tener un iPhone, un teléfono con Android (mi caso) o un Windows Phone.

La cuestión viene a ser que Apple da que hablar y el odio hacia la marca, desde mi punto de vista, es desmedido. Incluso la prensa, especializada o no en tecnología, se vale de titulares, a veces sin fundamento, para hablar despectivamente de la marca y así atraer visitas, tanto de detractores como de defensores. ¿Por qué tanta controversia por una marca? ¿Cómo un consumidor puede juzgar a otro por el teléfono que ha comprado y por las razones que le hayan llevado a la compra? ¿Por qué no ocurre esto con otro tipo de productos?

Por ejemplo, hablemos de coches. Nunca he oído (de forma generalizada) este tipo de sentencias: “Manolo es tonto. Se ha comprado un BMW de 60.000 euros. ¿Para qué gastar tanto dinero si puede hacer lo mismo con un Dacia de 6.000?”. Sin embargo, con los iPhone siempre están los que parecen mirar por la economía ajena como la propia y presumen de que ellos, por menos dinero, tienen lo mismo y más y que los otros, simplemente, son consumistas descerebrados. ¿Quieren, según su estimación, tirar el dinero? Mientras sea SU dinero, están en SU derecho. Pero claro, recordemos que vivimos en la sociedad en la que todo hijo de vecino tiene soluciones prácticas e infalibles para los problemas de los demás, pero nunca para los propios. Así nos va.

Y a la conclusión que puedo llegar, visto lo visto, es que todo parece ser causado por la envidia. Otra explicación no puedo verle. ¿Tanta aversión a lo caro y al consumidor de lo caro? Siento no poder verle otra explicación.

Y sí, es una forma muy facilona de catalogar una de las tantas conductas de esta sociedad de consumo. Uno de los tantos emergentes problemas del Primer Mundo. ¿Considera usted poder hacer lo mismo con un teléfono de 200 euros que con uno de 700? Pues eso que se ahorra.

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