Mandato social

Que ell vello es natural lo sabemos, y que también puede ser bello, en ellas y en ellos, tengamos el valor de comprobarlo

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

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Asumo al publicar mi opinión, como no puede ser de otra forma, el riesgo de que me llamen exagerado y radical. Con la segunda expresión estoy conforme, porque ser radical para mí también es dejar de ver y considerar como normal aquello que no lo es, por muy acostumbrados/as que estemos, e insignificante que nos parezca.

De algo en apariencia insignificante va hoy mi opinión, de cómo a través de pequeños actos y comportamientos el patriarcado normaliza e impone los roles y en particular el rol de las mujeres en esta sociedad. Hablaré de la depilación femenina. No se asusten no soy un experto, simplemente doy mi opinión. Comienzo, lean y después piensen, aunque no estén acostumbrados a pensar en estas cuestiones.

Podríamos decir que un mandato social es básicamente una “consigna” —más o menos arbitraria— a seguir bajo pena de sanción social, sanción que puede variar de grado e intensidad. No es que yo busque encontrar relación entre todo y el patriarcado, pero es que a poco que averigüe o lea me tropiezo con ella. Eso también me ha sucedido con la depilación del vello. Cierto es que desde antiguo y en muy distintas culturas comenzando por el antiguo Egipto, la depilación del vello en hombres y mujeres existió, pero también es cierto que en que occidente en la época moderna desapareció, y antes del siglo XX, era raro que una mujer o un hombre se depilaran.

Porque entonces existe hoy la depilación femenina es generalizada, y la masculina no. Bien, parece ser que en los Estados Unidos hasta 1915 las mujeres no se depilaban el vello corporal, porque no era visible. Y que todo cambia en ese año con la publicación de un anuncio en una revista, de vestidos sin mangas, en el que se invitaba a las mujeres a eliminar el pelo, para poder unirse al nuevo vestido moderno. Cinco años más tarde, la depilación de las axilas era una práctica normal.

También el capitalismo y su cosificación y mercantilización de las mujeres tuvo mucho que ver en esta nueva tendencia e imposición social, tanto que hay quienes señalan que fue introducida a propósito por la empresa King Camp Gillette, como una forma de incrementar sus ganancias, idea no muy descabellada pues supuso multiplicar su mercado hasta entonces dirigido sólo a los hombres.

Al margen de estos argumentos, me centro en la idea de que la depilación no es un acto sin trascendencia social y personal, como puede parecer. Depilarse o no, es sobre todo un acto de libertad. Y su relación con el patriarcado radica en las consecuencias que sobre las mujeres tiene el hacer o no hacer, cumplir o no el mandato, por cuanto supone de exclusión y marginación social de las mujeres, situándolas fuera de la normalidad. Es entonces cuando esta ausencia de libertad, convierte un acto cotidiano y en apariencia sin importancia, en una condena social. La condena social de las mujeres que no lo siguen.

Las imágenes crean estereotipos nos dice la artista visual Yolanda Domínguez, porque nos dicen a hombres y mujeres como debemos ser, y como la imagen asignada por el patriarcado a las mujeres es siempre la misma: mujer bella, delgada, pintada y maquillada, sin pelos en las piernas, ni en las axilas. Y esto supone además de la sexualización de las mujeres como objetos al servicio de intereses económicos y machistas, su esclavización en pro de unos objetivos de perfección en la mayoría de ocasiones imposibles de cumplir. Y los hombres eso lo vemos bien, o simplemente no lo vemos, callamos y nos gusta.

Este es el mandato social del patriarcado que se contiene en el acto de la depilación femenina. El patriarcado ha logrado normalizar esa imagen de las mujeres, objeto y deseo sexual, en la que el mandato de la perfección y la belleza están muy presentes. Una mujer que no admite “imperfecciones”, como el vello, o el bigote. Como ejemplo nos sirve la definición de “depilación” que encontramos en la enciclopedia “Wikipedia”, que dice: “Eliminación del vello no deseado en las mujeres; las axilas, las piernas, y todo aquel vello que no se considere propio del sexo femenino”.

Y así vuelvo nuevamente al terreno de los roles, y al rol que el patriarcado asigna a las mujeres, “que no se considere propio del sexo femenino” dice la definición, y tenemos que preguntarnos el porqué no es propio del sexo femenino y sí del masculino. Reflexión con la que tropiezo tozudamente con esa maquiavélica relación entre patriarcado y muchas de las cosas que nos suceden o rodean, con las que convivimos dentro de eso que llamamos estado u orden “natural” de las cosas.Los cuerpos rasurados son, entonces, condición para la feminidad y, por extensión de la belleza en la mujer.

De esta forma el patriarcado logra que la mujer asuma la imperfección de su cuerpo, y rechace todo aquello que lo aleja de esa imagen normalizada. Cierto es que el hombre también puede depilarse, y dejarse crecer la barba o no, pero es libre de hacerlo, y no tiene consecuencia social, la mujer no puede ejercer libremente estos derechos personales, sin asumir el riesgo de ser excluida socialmente, mal vista, apartada. Esta cosificación de la mujer implica su infravaloración, y marginación en la sociedad. Significa la existencia de esa clasificación de ciudadanos de primera y ciudadanas de segunda, con las que el machismo y capitalismo se sienten tan a gusto.

Pero algo está cambiando y hoy en las redes sociales muchas mujeres comienzan a enseñar el vello axilar. Así visibilizan el empoderamiento, su libertad de decidir; una licencia que sí tienen los hombres. Ahora son muchas las mujeres que se tiñen el pelo de las axilas. Igual que en los años 60 enseñaban los pechos como reivindicación de su libertad, en el siglo XXI, el pelo de las axilas teñido es un acto de reivindicación de esa libertad, un efecto intencionado para provocar la respuesta y el debate social.

Hombres, esta es la situación, y la intención de este artículo de opinión, provocar y obligarnos a reflexionar. Comencemos a valorar la libertad, pero no sólo las que decimos defender en otros muchos ámbitos, apoyemos la libertad de las mujeres y su derecho a decidir libremente en todos los ámbitos y actos de su vida. Que el vello es natural lo sabemos, y que también puede ser bello, en ellas y en ellos, tengamos el valor de comprobarlo. Seamos libres y valientes, adelante.

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