Cada día se avanza un paso más hacia la nueva normalidad. Teóricamente, el próximo lunes, habiendo terminado el estado de alarma, Andalucía empezará un nuevo capítulo. Sin embargo, el mal trago está muy lejos de pasar para los sectores del ocio, hostelería y los espectáculos. En especial, lo peor lo sufren los músicos profesionales, ya que son de entre todos los que menos margen tienen para adaptarse.
Esta semana pasada ha estado repleta de pequeños acontecimientos. Puede que el más destacado haya sido la reapertura de buena parte de las salas de cine, entre ellas la única que tenemos de momento en la ciudad. Aun así, el sector se encuentra en una situación anómala. No me refiero a la separación de butacas, sino a una congelación de la cartelera.
Las siete películas que se proyectan ahora mismo son las mismas que estaban a principios de marzo. Hasta aquí bien, sin embargo, los nuevos estrenos son una verdadera incógnita. Hay quien ha hecho declaraciones sobre estrenar ahora en verano, pero sigue siendo difuso. Parece que hay miedo a tirar la primera piedra. Desde luego, las grandes productoras se niegan a ser las primeras, acostumbradas además a un aforo completo para rentabilizar sus superproducciones. Así fue como James Bond: No Time to Die retrasa su estreno hasta noviembre, o como el tráiler de Wonder Woman 1984 eliminó la fecha de estreno.
Hemos pasado el primer fin de semana de la fase 3, donde por fin el aforo interior de los locales podía ser de hasta el 50% y se podía utilizar la barra salvando distancias de seguridad. No ha sido el caso general, ya que muchos locales siguen preparándose y adaptándose. Hay sin embargo quién si lo ha hecho, cerrando las puertas de su pista de baile, abriendo nuevos patios anteriormente cerrados para colocar más mesas, y modificando el horario. Las restricciones al ocio nocturno son todavía mayores, pero con el suficiente ingenio, esfuerzo y voluntad algo se puede conseguir.
La semana deja también alguna estampa curiosa. Casualmente vi el principio de la gala final de Operación Triunfo, y no pude evitar fijarme en que las bailarinas usaran mascarillas. Aun así, no todos los espectáculos son televisados, existiendo grandes problemas para el directo. Al respecto, también ha habido noticias. Cabo de Plata, el festival más grande de la provincia, comunicaba que se aplaza hasta el año que viene, lo que a efectos prácticos es una cancelación. No iba a ir igualmente porque se ha “traperizado” el festival, pero no nos desviemos del tema.
La cancelación de festivales es un tema profundo. No discuto que no se cancelen, se debe hacer ya que suponen un serio peligro a la salud por las aglomeraciones que forman. A sus promotores no les suelen faltar recursos, y dudo que Bad Bunny se vaya a arruinar. La gran pena son los empleos que se pierden en el montaje, seguridad, etc., así como el impulso a la economía local, en este caso de Barbate.
Aun así, como decía al principio, los mayores afectados son los músicos profesionales. Con el riesgo de rebrotes, y los bares en una situación delicada no solo por el espacio, sino también financieramente, los bolos escasean. También sé de músicos que viven de tocar en la calle, que han tenido que pedir ayuda en los meses pasados. En todo esto, la venta de su pequeño stock de discos supone un ligero alivio.
En conclusión, el mundo de la cultura sigue aún muy castigado. Seguirá así bastante tiempo, pero hasta que termine, la suma de pequeñas voluntades puede facilitar su supervivencia. Yo, por mi parte, esta semana compré el último disco de mi bluesman local favorito. Más pronto que tarde iré al cine o a Comedia aunque no haya pista de baile. Para todo lo demás, supongo que gente no falta. Todo festival por mucho auto-tune que haya siempre tiene su público fiel.
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