Macbeth

Son los sistemas y las estructuras institucionales las únicas que garantizan que cuando no se gobierna con rectitud y limpieza, habrá mecanismos de control que devuelvan la situación al orden legítimo democrático

Una imagen de 'Habitación Macbeth', publicada en la página de Facebook del montaje teatral en Buenos Aires.
Una imagen de 'Habitación Macbeth', publicada en la página de Facebook del montaje teatral en Buenos Aires.

Parece urgente modificar el lenguaje en vistas a su eficacia. En las democracias parlamentarias no presidenciales, quien gana las elecciones no necesariamente nombra Gobierno. Las derechas que ganan las elecciones, pero no ganan la posibilidad de nombrar Gobierno, niegan la polisemia; cuando están en condiciones de formar Gobierno, aunque hayan perdido las elecciones, alcanzan el Gobierno y niegan la conocida como lista más votada. Vuelve a ocurrir que en Polonia las elecciones terminan en la polisemia. Llamativo es que un diario alemán liberal como Die Zeit titule “También un perdedor puede ser un ganador”.

El titular me parece un elogio al manierismo del lenguaje, o digamos malabarismo, un uso demasiado tajante, demasiado polarizante, demasiado abrupto, demasiado maximalista. Sobre todo porque en las democracias liberales parlamentarias, no presidencialistas, lo normal es que ocurra lo de Polonia o lo de España. Es más, la democracia parlamentaria no presidencialista está construida para que ocurra esto que decimos: que haya que pactar, que haya que dialogar para pactar, que haya que alcanzar consensos lo más amplios posible. Las democracias liberales estaban pensadas para desfavorecer los extremismos, que sin embargo llegaron y siguen llegando de la mano del populismo engañador. Aclaro que populismo no es sinónimo de derecha, aunque resulta lo más frecuente últimamente.

Esta noche vi Habitación con Macbeth, una obra de teatro gigantesca, apoteósica, demoledora. No es la hipérbole lo que me arrastra, sino lo grandioso que el teatro puede llegar a ser cuando alguien, Pompeyo Audivert, toma el texto de Shakespeare, lo reencuaderna, lo dirige y lo interpreta. Un drama, Habitación Macbeth, cuya extraordinaria interpretación nos sitúa en nuestra actual situación, la de las elecciones polacas, la de las ecuatorianas, la de las argentinas, la de las españolas o la del desastre inacabable de la vida sobre aquel territorio llamado Palestina y que Reino Unido abandonó sin respeto al Derecho Internacional.

“En este país nadie lleva puesta la cabeza en su sitio”, pero “Macbeth nos lleva al porvenir”. Esta parece la maldición que como Sísifo con su trabajo nos perseguiría sin otro futuro: el poderoso corrupto inevitable que nos infringe un daño permanente, de corrupción y violencia. Es Macbeth quien con su corrupción moral destruye la moral y las vidas de todøs cuantøs ve como una amenaza para su propia ambición.

Una vez más, también Macbeth nos muestra que son los sistemas y las estructuras institucionales las únicas que garantizan que cuando no se Gobierna con rectitud y limpieza, habrá mecanismos de control que devuelvan la situación al orden legítimo democrático. La actual pelea del neoliberalismo contra todøs es, precisamente, la destrucción del Estado como garantía de funcionamiento del Derecho y la Democracia. Los neoliberales descubrieron que destruir el Estado es desactivar los controles de funcionamiento y disimulan acusando a todos los que no sean ellos mismos de corruptos y de corromper ayudados por el Estado, lo que todos sabemos que no es exactamente así. Las derechas extremadas y las ultraderechas desean transformar el Estado en una institución sin clemencia, excepto para los suyos. Macbeth es la teatralización de la tiranía. El neoliberalismo y las derechas extremadas o ultras son la puesta en realidad de la tiranía en la vida cotidiana. Quizá por ello, Habitación Macbeth fue representada en el marco del Proyecto Ballena, con la temática democracia e imaginación política.

Macbeth es, además, la guerra, el crimen impúdico, algo que vuelve a ocuparnos estos días, y que no nos devuelve la tranquilidad desde siempre. Curioso que también en el asunto de la guerra haya que ver negocios sin control y tiranía; exageración, hipérbole, corrupción moral y populismo. La guerra es el infierno, y a la guerra se llega después de sembrar odio y más odio. No importa quién lo encienda ni cuándo o desde cuándo. Importante es quién le quita la piedra a Sísifo; quién le borra a Macbeth de su memoria a Hécate. El 4 de octubre, hace unos días, fueron las mujeres las que lo intentaban.

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