La playa de La Fontanilla, en Conil.
La playa de La Fontanilla, en Conil. MANU GARCÍA

Ahora cuando hemos pasado el ecuador de agosto, y las vacaciones de verano van llegando a su fin, se me hace difícil no recordar los veranos del campo familiar.

Era la vida buena.

Era la realidad mezclada con fantasía.

Había soplos de magia, recibíamos el día con rayos de sol en la almohada. Los árboles, asomando sus hojas por la ventana, nos daban los buenos días. Las tórtolas, los ladridos lejanos de perros acompañaban el desperezo. Y después todo el día a nuestra disposición.

Es la historia entrañable de una familia unida que desplegaba sus trincheras entre la naturaleza y una vida sin problemas. Fuera quedaba lo demás.

Todo lo recuerdo idílico. Los primos jugando sin horas mientras cruzaban caminos como soldados en marcha. Miedos con cuentos de ruidos imaginarios en noches de grillos.

Se quedaban dormidos bajo las estrellas viendo pasar las perseidas.

Era una forma de vivir libre, sin horarios y con mucho amor por los abuelos. Su gazpacho , las famosas tortillas de la abu o los macarrones con tomate. Y las meriendas de sandias frescas o dulces melones.

Eran veranos muy especiales donde el tiempo pasaba sin contratiempos. Tal vez la felicidad no nos dejaba ver peligros en el horizonte.

Es indudable la nostalgia de aquellos otros veranos, que a buen seguro, echarán en falta muchos de los que me estén leyendo en estos momentos. Las personas tenemos vivencias similares de pueblos, casas de playa o campos familiares donde se acostumbraba a estar todos juntos, y la compañía poseía el delicioso aroma del amor.

Es la vida misma, esa que te quita y te da sin avisar. Y ahora nos ha dado el Covid-19, ¡no te digo!.

Respiremos hondo con la frescura que nos traen las sombras, ya que el asunto va para largo, si no ponemos la razón y la prudencia en nuestra forma de vivir y relacionarnos.

Verano.

Me gusta como suena.

Verano.

Me produce bienestar al escribirlo porque enseguida me vienen sus colores. Persianas echadas para alejar el calor.

La claridad que se estira hasta llegar con luz a la noche.

Canciones que te hacen bailar bajo la luna.

Pero ahora…, ahora toca verlas venir.

No sabemos cómo será el futuro en esta pesadilla de situaciones impredecibles para el mundo como lo hemos vivido hasta ahora.

Es muy preocupante, por eso debería hacernos modificar nuestros hábitos, conductas o prioridades.

Existe la felicidad a pesar de todo lo que está ocurriendo.

Existe en las pequeñas cosas y en la gente que queremos. Y queremos seguir teniéndola cerca por mucho tiempo más.

Si tú lo quieres así. Si necesitas a los tuyos para vivir, no malgaste tu sombra al sol.

No hagas este mundo más peligroso con comportamientos que ponen en riesgo tú salud y la de todos.

Sin el control del virus no habrá trabajo y sin empleo…para qué te voy a contar. Ahora dependemos, más que nunca, unos de otros.

Tomemos el mando de nuestras vidas tenemos mucho interesante por lo que vivir.

No lleguemos tarde a esas cosas increíbles que nos aguardan. Lo digo muy en serio no desperdiciemos el presente sin él, no hay futuro. No perdamos, pues, la oportunidad de seguir adelante.

Sobre todas las cosas cambiemos el mundo para bien.

¡Hay tanto por lo que luchar! Ves pensando los motivos, los apunto. Estoy segura que en algunos o muchos, coincidimos.

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