Captura de pantalla 2018-08-20 a las 8.54.39
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La estampa fue esperpéntica. El alcaldable del Partido Popular, Antonio Saldaña, congregó a varios miembros de su comitiva para grabar un vídeo en el que su partido político regalaba una lavadora “de segunda mano”, aseguraban, a un lugareño de El Mojo, una barriada rural de Jerez.

La escena fue grabada, parece, en la casa del aldeano, que podría ser una réplica bastante fidedigna del cortijo regentado por Paco “el bajo”, el campesino protagonista de “Los Santos Inocentes”.

En la magnífica película de Mario Camus (basada en la novela de Miguel Delibes) aparecía como antagonista el señorito Iván, que mandaba, hacía y deshacía sobre la vida de Paco y Régula, campesinos humildes y currantes a los que utilizaba como criados de sus amigos y para presumir de servilismo en sus cacerías.

Han pasado muchos años del relato de Delibes pero el espíritu del señorismo paternalista sigue rondando ciertos ambientes. Juan no recoge las perdices de Saldaña ni Carmen le lava la ropa, pero el alcaldable los utiliza en su particular función, como actores secundarios (imprescindibles) para la política del espectáculo que está llevando a cabo de unos meses a esta parte. Su rédito es electoral: el de la caridad añeja, el populismo antiintelectual y el asistencialismo rural.

Todo eso da votos. Lo que sucede es que a los representantes públicos con un mínimo de ética les daría pudor montar tal escena con pretensiones partidistas. A Saldaña no, está hecho de otra pasta. Saldaña, que ha prometido una plaza de toros con pasarela, una Silicon Valley en la fábrica de botellas, una piscina en los Albarizones y un sinfín de proyectos que nunca aclara cómo pretende materializarlos, no parece importarle tirar de filantropía barata para seguir con su show preelectoral.

Para el Partido Popular la política es un espacio de favores, relaciones de subordinación, dedazos varios, caridad, egos que saciar y pobres que tutelar.

No hay ni rastro de una construcción comunitaria ni de un proyecto levantado en común ni en solidaridad. Saldaña nunca te dará el abono ni el grano ni el tractor, te dará un día un tomate, otro una camisa que le sobra y más tarde una lavadora de segunda mano, y al final te esperará en la puerta de casa para reclamarte lo que le debes. Porque desafortunadamente así funciona y ha funcionado mucho tiempo la política.

Así es como se compran las voluntades y se perpetúan relaciones de sumisión y dependencia. Así actúan los trileros de la política, que dicen que te están regalando cosas pero en el fondo te están birlando tu autonomía e independencia. Dicen que es un servicio público pero en el fondo es un negocio. Su negocio. No caigamos en la trampa.

Artículo publicado originariamente en La Réplica

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