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Su mirada sobre las mujeres siempre es singular, poco explorada literariamente. Así ha sido capaz de construir historias sencillas, aunque poco convencionales.

"Me acabo de enterar ahora mismo. Había llevado a mi hijo al hospital y no me enteré hasta que vi a los fotógrafos” (Doris Lessing)

Estas fueron las palabras con las que Doris Lessing recibió a la prensa británica, después de conocerse que había ganado el Premio Nobel de Literatura de 2007. Son palabras que dicen mucho de esta mujer; una hermosa anciana, con más de noventa años, que vive como si eso de la fama no fuera con ella. El escenario de ese encuentro en absolutamente cotidiano: la puerta de su casa; ella sentada en un escalón y sencillamente vestida. Cuando esta noticia llegó a mis manos pensé en cómo, a pesar de su larguísima carrera,  Doris Lessing no responde para nada al estereotipo de escritora famosa preocupada por teorías, críticas y etiquetas. A ella siempre le interesó la vida, los personajes de carne y hueso.

Su mirada sobre las mujeres siempre es singular, poco explorada literariamente. Así ha sido capaz de construir historias sencillas, aunque poco convencionales, sin ningún tipo de concesiones a lo establecido. Sus personajes femeninos viven situaciones duras, complejas, ambiguas; los suele poner ante callejones sin salida y ellos responden de una forma poco corriente. La literatura de Doris Lessing no es amable, ni está pensada para la evasión. No es extraño que algunas personas se sientan incómodas leyendo alguno de sus libros. Y es que su retrato de la sociedad contemporánea es tan realista como ácido, aunque comprensivo. Los conflictos de pareja y generacionales, las rupturas, la soledad, la maternidad, la vejez…, nos llegan a través de una pluma y de una mirada poco convencional: las madres pueden abandonar a sus hijos, las hijas y esposas pueden inhibirse ante la responsabilidad de cuidar o atender procesos de enfermedad y muerte, una familia feliz puede romperse ante la llegada de un hijo diferente al que esperamos,  los viejos no son siempre seres bondadosos y sabios; en fin, la vida no es como nos gustaría, sino como es, y los humanos, respondemos ante las circunstancias que nos rodean como podemos.

Hoy me propongo compartir con l@s lector@s una de sus novelas quizás menos conocidas, pero para mí más emocionantes: Diario de una Buena Vecina.

Doris Lessing nos enfrenta en esta novela con una cuestión fundamental desde el punto de vista ético: el compromiso personal con lo que nos rodea. ¿De qué somos responsables?, ¿podemos cerrar los ojos, o hacer oídos sordos ante la mirada asustada y suplicante de una persona vulnerable? Son preguntas fundamentales que un lector reflexivo no puede dejar de hacerse ante esta obra literaria, se trata de un asunto trascendente y universal.  

Doris Lessing nos enfrenta en esta novela con una cuestión fundamental desde el punto de vista ético: el compromiso personal con lo que nos rodea. ¿De qué somos responsables?

En Diario de una Buena Vecina, todos estos temas cobran realidad, a través de la vida de Janna Somers y Maudie Fowler, las protagonistas principales. Pero también de otros personajes, no menos importantes, y que cumplen un papel en el conjunto del relato: Joyce, la amiga y compañera de trabajo de Janna, Georgie, su hermana, Vera Rogers, la Asistenta Social, Bridged la Ayuda a domicilio, las enfermeras, y hasta el tendero del barrio y las ancianas vecinas, cada cual con su pequeña y humana historia.     

Janna y Maudie: el compromiso con la vulnerabilidad 

Janna es viuda, de mediana edad, una mujer atractiva, sin hijos ni ningún compromiso más allá de su trabajo en la dirección de una revista de modas de las llamadas “femeninas”. Janna Somers, llevaba muchos años sin más preocupación que la dirección de su revista, en donde se pasaba gran parte de su jornada. No se preguntaba si era feliz o le faltaba algo, simplemente se dejaba llevar y al llegar la noche podía perder dos horas en el cuidado de su cuerpo y la preparación del vestuario que llevaría a la oficina al día siguiente.

Maudie es una anciana de noventa años, encorvada por la edad y por el duro trabajo que ha tenido que desarrollar durante toda su vida. La situación de la mujer, en el momento de encontrarse con Janna, es de extremo aislamiento y total vulnerabilidad. Vive sola en un piso, en el que no deja entrar a nadie porque tiene miedo de que los servicios sociales la obliguen a ingresar en un asilo.  

Ambas se tropiezan de forma totalmente azarosa y desde ese encuentro, Janna, la mujer joven, se ve empujada de un modo, que para ella es inevitable, a cuidar de aquella vieja gruñona. Pero en esa relación que se inicia entre ambas mujeres, con mundos e intereses tan dispares, sucede algo que cambiará la vida de ambas. Janna se da de bruces con su inmadurez, reconoce haber cerrado los ojos al sufrimiento y la muerte de su esposo y de sus padres.

La historia tiene forma de diario íntimo, en el que la protagonista vierte los sentimientos y emociones que le provoca su nueva vida. Cada vez que pasa por la casa de Maudie, se enfrenta, no sólo a la decrepitud, la pobreza y la suciedad en la que vive la mujer, sino al mal carácter de ésta. Porque Maudie Fowler no es una mujer amable, ni fácil de contentar; al contrario, a medida que pasa el tiempo, sus expectativas respecto a Janna son más altas, y en consecuencia, cada vez que su amiga falta a la esperada visita, ella muestra su peor cara: la de una víctima llena de resentimiento. Parecía estar buscando un choque frontal con su cuidadora, que sin embargo, se arma de paciencia y comprensión y sigue haciendo lo que puede por la mujer. Es aquí donde Doris Lessing se muestra comprensiva con el personaje de Maudie. Parece querer decirnos que la vieja tiene razones más que evidentes para comportarse así, y que Janna, una señora de clase media, con su cómoda vida y sus cincuenta años, no puede comportarse como una niña enfadada, que se defiende del trato poco agradecido de la anciana. 

Afecto y rabia; una ambivalencia que recorre toda la historia, y que Doris Lessig sabe darle la fuerza y la emoción precisa como para que sus lectores puedan hacerse cargo de ambas situaciones. ¿Quién no reaccionaria como Maudie, ante la posibilidad de perder su casa, su historia, su identidad…? ¿Quién no sentiría al mismo tiempo el impulso de protección y la ira que siente Janna, hacia una vieja gruñona, que está pidiendo a gritos ayuda, pero se muestra inflexible ante las propuestas que se le hacen para paliar su situación?

 ¿Quién no reaccionaria como Maudie, ante la posibilidad de perder su casa, su historia, su identidad…?

Hay un aspecto que quisiera resaltar de la evolución que hace Janna a lo largo de la novela. Aquella “esposa-niña”, incapaz de hablar de cosas reales con su marido, que reaccionó asustada ante la enfermedad y la muerte de éste y de su madre, la vemos crecer y dar una respuesta llena de serenidad y madurez a las exigencias y mal carácter de una “vieja” con la que no tenía ningún vínculo familiar ni afectivo.  Pero para Janna esta respuesta tan madura no resultaba fácil. Muchos días se iba a su casa con una mezcla contradictoria de emociones, que invadían su tranquila y despreocupada existencia. Las exigencias y desplantes de Maudie le dejan un mal sabor de boca, a pesar de lo cual ella es capaz de comprender los sentimientos de la mujer, al tener que aceptar que una extraña invadiera su intimidad de aquel modo. La descripción que hace Doris Lessing de estos momentos en que Janna debe lavar de arriba abajo a la anciana, están llenos de detalles y de un realismo que emociona.  

A lo largo del relato vemos a una Janna que va tomando conciencia de cuál ha sido hasta ahora su vida y de cuantas cosas tiene que aprender. Después de tomarse tres semanas de vacaciones, forzada por un fuerte dolor de espalda que le ha dejado incapacitada para valerse por sí misma, se da cuenta de que también ella puede ser una persona vulnerable y pasar a depender de los demás, lo cual la hace valorar de otra manera lo que tiene y lo que puede perder. 

Está claro de parte de quien está Doris Lessing, cual es su compromiso y qué ha querido transmitir con la novela. Las mujeres son las verdaderas protagonistas, mujeres corrientes, de esas que todos conocemos, las que trabajan y además se ocupan del mundo doméstico. Toda la narración parece estar al servicio de un compromiso con la gente corriente, a la que reconoce como portadora de cualidades humanas y de una identidad propia.  En este sentido, me ha hecho reflexionar sobre ese hábito tan extendido, que consiste en clasificar a las personas por un solo atributo, por ejemplo, la edad. Es evidente que Maudie, la anciana protagonista no tiene casi nada en común con sus vecinas, las otras mujeres mayores que aparecen en la historia. Lo único que les une es la edad, pero Doris Lessing parece querer decirnos que no todos los viejos son iguales, que la historia de cada cual ha ido dejando su huella en las actitudes, en el carácter, y desde luego, en la forma cómo se vive esa etapa de la vida.  Por eso, la autora se muestra en desacuerdo con el trato infantil o de excesiva confianza, que muchas veces se les da en los hospitales y describe una escena en la que el médico se dirige a Maudie con estas palabras:

O ese familiar “cariño”, con el que una enfermera trata de conformar a la vecina de habitación de la señora Fawler, a lo que la mujer responde: “no soy su cariño”. Ni la una ni la otra, aceptan el trato que se les da y responden de forma adulta a la falta de consideración del personal hospitalario. Toda una lección para los profesionales que trabajan diariamente con personas mayores, y también para cualquiera de nosotros, que el medio familiar o vecinal tratamos con ese colectivo.               

¿Por qué es tan difícil morir?, exclama Janna Somers en las últimas páginas de la novela. Gran tema y gran pregunta, que la protagonista se hace por el contacto directo y consciente que por primera vez tiene con ese fenómeno. Pero, como otras cuestiones que el libro aborda, no me va a ser posible desarrollar esta ocasión. Invito a las lectoras y lectores, que tengan interés por adentrarse en esta y otras historias, a través de la voz y la mirada de Doris Lessig, a acercarse a su extensa y variada obra. 

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