Uno de los más veteranos columnistas de lavozdelsur.es es, a día de hoy, el genial Iván Casero, que sabe siempre de lo que habla y escribe porque siempre escribe sobre cosas que sabe, y eso es todo un punto a favor. Casi siempre habla de naturaleza y de sostenibilidad, y casi nunca resulta previsible para quien no domina como él la materia. En esa breve conversación, comentábamos ambos la relación que hay entre lo local y lo global en el gran día a día de la actualidad y las noticias.
Para medios regionales como lavozdelsur.es, la clave está en ser puente entre lo local y los grandes acontecimientos. Con dos perspectivas que: aunque nos creamos que no, mucho de lo que pasa en lo local tiene trascendencia global –somos en Andalucía más importantes de lo que pudiéramos pensar, dicho someramente-; y lo que pasa lejísimos de aquí tiene trascendencia aquí, en Bruselas, en Washington, en Madrid...
Por eso, a veces en medios como lavozdelsur.es hay que hablar de las grandes ideas y de los hechos a nivel internacional. Uno de esos llega con un movimiento que es solo una de las consecuencias de un suceso. ¿A qué me refiero en este caso, desde esta columna de opinión?
Como es sabido, la pasada semana fue asesinado cruelmente un activista estadounidense, Charlie Kirk, que pertenecía al movimiento MAGA de apoyo a Donald Trump. El Make America Great Again es superior en muchos aspectos ya al Partido Republicano, una estructura gigante que se ha adaptado al trumpismo, aquel que hace una década parecía más una cosa anecdótica y menor pero que ha cambiado el mundo.
Ese asesinato ha dejado una tragedia personal, la de la familia, amigos, allegados y seguidores de Kirk. Pero también hay más, lógicamente. Era simbólico porque se iba a los campus universitarios a retar a la gente que no pensaba como él a que le convenciera de lo que quisiera, que él iba a rebatirles. "Prove me wrong", prueba que estoy equivocado, venía a decir. Ahí y en su show en internet dijo algunas cosas que sacadas de contexto nos pueden parecer lo peor. E incluso en su contexto.
Pero cualquier sentimiento que debiera levantarse ante un asesinato debería ser una victoria de la empatía. Su postura sobre las armas ha generado cierto cacao en algunas cabezas. La defensa del derecho a portar armas que llevaba a cabo Kirk se ha querido relacionar con su asesinato, como una consecuencia evitable si triunfaran las ideas favorables al control en Estados Unidos.
El problema es que cualquier análisis de lo americano hecho desde aquí debe estar regido por cierta prudencia. Básicamente, porque algunos creen que Estados Unidos es solo Nueva York y Hollywood, que es lo que culturalmente lleva años exportando el país. Y no, América es un sitio de contradicciones. Es lo que ridiculiza Los Simpsons, no lo que propone Los Simpsons.
Estados Unidos, donde el Partido Demócrata, el más moderado e izquierdoso, defiende en muchas partes del país cosas que aquí atribuiríamos al PP o Vox, es un país complejo y diferente. Un país donde ha nacido el movimiento woke contrapuesto a lo no-woke. Defender todo lo que creemos bueno de primeras sin pararte a pensar en lo que significa. Una tendencia social y cultural que ha simplificado demasiado muchos debates.
Y lo que pasa allí nos llega aquí, transformado, adaptado a lo europeo y lo español, pero sustancialmente con dos bloques bien definidos. Lo que se viene a llamar woke de forma despectiva -es como llamar a una parte de la izquierda los despiertos, que se parece a lo que siempre se ha dicho aquí por progre- se reconoce en ciertos elementos de nuestra política actual. La que le dice a la gente del campo cómo tratar en cada caso a sus animales o considera inferior a aquel que haya ido a los toros.
Es inevitable reconocer que desde algunas tribunas se intenta imponer una idea de qué es la izquierda que es excluyente de otras izquierdas tradicionales, que las desprecia, que considera más de izquierda estar contra los toros en España que cortar una carretera para defender un nuevo convenio laboral. Una izquierda para la que todo es izquierda menos lo que siempre ha sido izquierda clásica.
Hay un debate abierto que se va a intensificar con el asesinato de Charlie Kirk y que está relacionado con fenómenos como que la juventud más adepta a las redes vota a opciones más a la derecha que sus padres. Y que rechaza todo lo que pudiera haberse avanzado porque se hace una enmienda contra todo lo que esa derecha considere woke. Es lo que está en la apelación de ese movimiento MAGA a la europea que viene a atropellar cada vez más ciertos principios que pudiéramos considerar consolidados.
Hay un analista que es especialmente interesante para entender lo que ocurre. Y es Juan Soto Ivars, escritor que explica que era votante de izquierdas pero que le hizo clic la que llama cultura de la cancelación, parte clave para entender esa crítica a lo woke. Que la libertad de expresión debe prevalecer sobre prácticamente todas las cosas y que por unas palabras no se debe señalar a nadie por mucho que nos desagrade lo que diga y opine.
Como apelación, hay que estudiarla porque es mantenerse anclado a un principio fundacional de las democracias, que quepan todos en sus todas opiniones –con excepciones del tipo amenazar, injuriar... y donde tampoco está clara la línea– sin que por ello deban promoverse campañas en redes de boicot contra nadie, ni personas particulares ni colectivos.
Donde no lo tengo nada claro es en que a día de hoy ese movimiento antiwoke que se ha sentido cancelado durante alrededor de una década por decir lo que piensa, o directamente que se ha callado lo que piensa, sea verdaderamente una defensa de la libertad y no un caso más de partidismo absoluto y completo. Que lo que les fastidia no es que no haya libertad para decir barbaridades, sino que ellos siente que se le acallan sus barbaridades, pero que están a la espera de que llegue el día –que quizás ya ha llegado– de que la turba se pueda movilizar mejor contra quien diga una barbaridad desde el lado contrario. ¿La cultura de la cancelación puede producirse finalmente contra quien es de izquierdas?
Ni me gustan los toros –aunque no los prohibiría–, ni odio a quienes piensan distinto a mí –tengo familia y amigos en todo el espectro, como la mayoría de ciudadanos–, ni me gusta dejarme llevar por prejuicios. También afirmo que defiendo buena parte de esas ideas que se han empaquetado dentro del concepto woke, si bien no todas, y siendo consciente de que es parte de un movimiento de añadir conceptos a la izquierda más allá de lo laboral, que fue inicialmente lo que unificó las ideas de la corriente política. Eso no es nuevo, claro, viene de una tradición de la izquierda, la de reunir batallas culturales, que está en las interpretaciones de Antonio Gramsci o, a su manera, en el actual peronismo, ambos del puro siglo XX. Pero que ha explotado porque en la izquierda, parece, se habla de todo menos de lo laboral y eso hay que repasarlo, seguramente.
La apelación contra lo woke es legítima, por más que no la comparta, pero como decía, no tengo claro que la defensa de la libertad esté en realidad en ese movimiento. En las pasadas horas, el movimiento MAGA y la Casa Blanca parecen estar detrás de haber quitado el programa de Jimmy Kimmel, un presentador de late night progresista. Al parecer, los resortes del poder han funcionado para presionar a la cadena que paga a Kimmel a cuenta de la ocupación del espacio radioeléctrico y las licencias de emisión.
Es burdo, es como si Pedro Sánchez en España hubiera logrado cargarse el programa de Pablo Motos a cuenta de sugerirle a su cadena que les va a destrozar absolutamente el negocio. Y es que el movimiento MAGA, en realidad, nunca fue defensor de la libertad de expresión, sino que se ha escudado en ella, se ha victimizado, para decir continuamente que "nos están silenciando" mientras logras presencia en multitud de teles. Recordemos que el algoritmo de Twitter cambió con la llegada de Musk para dar cabida a todas las ideas y romper los teóricos cortafuegos ideológicos que tenía. No tengo claro que con los algoritmos 'libres' implantados expliquen el ambiente ultra que reina, que teóricamente muestra más aquellos mensajes que más interacción generan.
Poner en el mismo lado de la historia libertad de expresión y derecha es una idea que va a imponerse seguramente porque como acertadamente señala a menudo Soto Ivars, se viene un pendulazo, un giro donde lo que se considera sentido común esté en la derecha ideológica, y que eso probablemente supondrá arrasar con muchísimos avances que eran necesarios en materias como la igualdad. Será la condena por los pecados de excesos que culturalmente se hayan podido cometer, y entre ellos, el peor es el de desdibujar qué es la izquierda.
Espero que en la derecha también se entienda, con casos como el de Kimmel –que acaba de ocurrir y de lo que se sabrán más detalles próximamente–, que hay una amenza real de exceso no solo cultural, sino también que precisamente ataca las libertades. Que quienes se han sentido acallados durante una década en realidad lo que quieren es acallar ahora por una década a los demás.
Y eso es lo que viene. Un influjo desde el otro lado del Atlántico que se irá seguramente replicando y reproduciendo. Esperemos que nunca con un líder como Donald Trump en España. Ya vemos ecos de ciertas actitudes que se producen en todo el espectro político.
