¡Levantaros!, que os levantéis...

España es un país de haraganes que solo se levanta a medias cuando llega la Blanchett al escenario, y Almodóvar tiene que hacer de sacristán para que la feligresía se levante.

Cate Blanchett en la gala de los Goya.
Cate Blanchett en la gala de los Goya.

Sí, han sido las elecciones en Castilla y León, pero no hay mucho nuevo que añadir a lo dicho ya: que  las derechas trogloditas; que la lección que le ofrecen a Andalucía, que sí, que no; que el electorado, esto o aquello. Y luego el asunto de Roma en la Tierra, y que preparen más almidón para lavar y planchar las almas pecadoras, que van a quedar requetelimpias con una buena confesión.
 

Observemos un vídeo. Cate Blanchett llega al escenario. Rompe el aire un estruendo de aplausos. Lleva un vestido despampanante, aunque yo la hubiera preferido con la camiseta blanca, sudada y sucia por sus correrías en la película Heaven, y su cabeza pelada al 1 para pasar desapercibida e irreconocible, jajaja. Siguen los aplausos. En el escenario se forma un pequeño grupo. A la derecha la Blanchett; a la izquierda, Penélope Cruz y Almodóvar. Cate abraza primero a Almodóvar, que se retira hacia atrás para que Penélope se acerque a Cate a abrazarla.

Almodóvar mira hacia el público y, por dos veces, hace una gesto sacristano de domingo en misa, con la mano, para indicar al público que debe levantarse y ofrecer el debido respeto. Al mismo tiempo hace un gesto con sus dientes como si estuviera bisbiseando, que es el modo en que, desde las sacristías, se-habla-en-temor-de-dios-o-del-mundo: "levantaos, que os levantéis, que estáis ante dios personificado". Y no sé si lo peor es que por estas dos indicaciones sotaniles el público más perezoso decide levantarse. Spain sigue siendo una gran parroquia llena de parroquianos y parroquianas, y de sacristanes y de sotanas, sea donde sea.

España es un país, se vio en Valencia, que va del sentarse al levantarse; del se sienten, coño, al levantaros, ¡que os levantéis! España es un país de haraganes que solo se levanta a medias cuando llega la Blanchett al escenario, y Almodóvar tiene que hacer de sacristán para que la feligresía se levante.

En las sociedades con una clase media como es debido hay un Knigge en casa o se sabe quién es; los bachilleres van a clases de bailes de salón, se hablan idiomas sin problemas y la gente sabe sentarse y levantarse cuando toca. En Spain no. Ni siquiera los cómicos, hartos de representar. La del cine es una Academia raruna, un poco como la de Las Cuevas de Sésamo, de Madrid, que pide a los que van a entrar lo contrario de la Academia de Platón: prohibido a quién sepa geometría. En este caso, geometría social: la Blanchett allá arriba y el resto sobre el suelo. Bueno, esto a los ojos de Almodóvar, por lo que parece.

En Spain se nos va la fuerza por la boca presentando a fulano o a mengano como el gran fulano o el grandísimo mengano, pero por zutana se levanta solo media plaza y el sacristán tiene que ayudar. Hay varias cosas que, a pesar de haber mirado con atención no he visto. La Blanchett recibe el premio porque løs académicos la han votado. La Blanchett va a hacer la próxima película de Almodóvar. La Blanchett elogia el cine español en Almodóvar. Vamos por partes.

Todos los méritos de Almodóvar son suyos y los celebro. Para mí hay siete películas que son la expresión más acabada y perfecta de la mirada analítica y divertida hacia la España de su generación, y las siete son de Almodóvar. Con Carne trémula, con la escena en el coche en la calle Arenal de Madrid, Almodóvar se despide definitivamente de la mirada agridulce, que se le podía atribuir. Toda esa película ofrece la estética y la dialéctica del conformismo y del viaje al redil. Ningún problema con ello, cada quien vive su propio desarrollo artístico. Este sábado vimos una representación de Berlanga, precisamente en Valencia.

La 36 edición de los Goya premió otros lenguajes cinematográficos, otros contenidos, otras estéticas, y me gustaría poder vivir un nuevo Oscar de Almodóvar a su trabajo sin la queja de que fuera se premia lo que en España se niega. El cine de Almodóvar, en España, está agotado como vanguardia, con todos mis respetos, algo hasta cierto punto normal. El mismo cine que en otras sociedades sigue considerándose interesante y hasta rompedor; son sociedades distintas, simplemente.

Sin Pepi, Luci y Bom, y otras chicas del montón, que terminó en Mujeres al borde de un ataque de nervios, no hubiéramos tenido tantas películas que pudieron encontrarse con un público y una crítica dispuestos a aceptar tantas cosas nuevas. Ni qué decir de la reputación ganada en Francia, en Alemania o en EEUU gracias a Almodóvar. Pedro Almodóvar entró ya en el Olimpo, pero ya no es vanguardia.

El gesto, dos veces repetido por Almodóvar sobre el escenario, muestra clasismo, complejo de superioridad y de inferioridad. Ese Levantaros, ¿no sabéis a quién tenéis delante? me devuelve al coche de la calle Arenal de Madrid en Carne trémula. Hay veces que lo que me llega de España me pone triste.


 

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