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Las mujeres estamos llenas de problemas; somos como “el pupas”. Que si me pica, que si no puedo sentarme, que si estoy estreñida...

¡Ay, ayyyyy! Que ya no sé si seguir viendo la tele o la apago de una vez. Ya tenía yo la idea de que sólo las mujeres padecemos ciertos picores, inflamaciones, deficiencias y necesidades. Ya me había dado cuenta hace mucho tiempo de que las hemorroides son una cuestión de género… ¡Ah, y también de mujeres poco agraciadas! Las demás personas las sufren en silencio. ¿Alguien ha visto a una mujer de esas guapísimas, delgadísimas y glamorosas, anunciando pomadas y remedios para eliminar ese desagradable y molesto picor, escozor o dolor? En fin, un malestar tan inoportuno y mal situado resulta difícil de describir. Y es que hay culos y culos. Bueno, no sé si queda bien usar esta palabra, porque hay ciertas partes de nuestra anatomía que no se nombran, o como mucho deberíamos usar sustitutos que no hieran la sensibilidad del personal. 

Es lo que llamamos eufemismos, tan socorridos cuando queremos esconder una realidad que nos parece demasiado cruda. Por eso resulta tan raro imaginarse, pongamos por caso, a una Isabel Preysler, sentada sobre un flotador color verde agua y confesando su vergüenza por tan ordinario malestar. Pues eso: que las hemorroides sólo las sufren las mujeres, a condición de que sean poco agraciadas y nada glamorosas. Habrá que acudir a las estadísticas médicas para confirmar esta impresión a primera vista.

Y luego están las infecciones de “ahí abajo”, como suelen decir las mujeres de cierta edad. Hablando en cristiano, las infecciones de la zona genital. Hasta ahora no había advertido que existieran anuncios sobre los remedios médicos para los picores producidos por algún hongo, o simplemente por algún proceso dermatológico inespecífico. El más conocido es el de una adolescente que se acerca a su madre y le pregunta, con un tono algo tímido, si a ella le pica “ahí” y la joven madre le recomienda una crema que a ella le funciona muy bien. Pero en una de estas noches en las que espero el final de los minutos de anuncios, me quedo con los ojos a cuadros ante una publicidad dirigida específicamente a las molestias ocasionadas por un tipo de hongo que es el causante de lo que médicamente se denomina candidiasis. 

Lo más curioso es que, también en este caso, la protagonista es una joven. Y, por favor, si hay algún médico o médica por ahí que me quiera explicar o rectificar, que lo haga, porque no salgo de mi asombro. Parece ser que ese hongo tan maligno y caprichoso no se coloca más que en las partes pudendas femeninas. Pero eso no es exacto. Que nosotras seamos más propensas a este tipo de infección, no significa que no la sufran los hombres, sobre todo, porque ellas pueden transmitirla a su pareja sexual.   

Por último están los problemas del tránsito intestinal. Hace pocos días volví a ver un anuncio, esta vez en una de esas revistas de temas de salud que se suponen serias. La protagonista era una joven que tenía ese tipo de problemas y anunciaba un nuevo remedio para facilitar la evacuación. Me pregunto qué comemos o dejamos de comer las mujeres que no hay manera de conseguir una deposición normal. ¿Por qué somos nosotras de nuevo las que tenemos ese problema, y los hombres… nada, tan campantes y satisfechos cada vez que ponen sus traseros en el váter? 

Bueno, bueno, y las dentaduras, y la crema para esculpir nuestra figura, y los bífidus para una mejor digestión... y las compresas para la incontinencia urinaria. Dicho en palabras llanas y directas: para que cuando nos meamos de la risa no manchemos nuestras preciosas braguitas. Y cada vez hay que ponerse serias más jóvenes, de verdad... ¿Os habéis fijado? La última actriz que anuncia ese tipo de producto no tiene más de 40 años. ¡Asombroso! ¿Alguien ha observado algo más? Yo sí, pero por hoy lo dejo aquí. 

Lo dicho: las mujeres estamos llenas de problemas; somos como “el pupas”. Que si me pica, que si no puedo sentarme, que si estoy estreñida, que no me hagas reír, que me meo y no llevo puesta la compresa… ¿O es que las campañas publicitarias se dirigen a nosotras porque han descubierto que somos las que nos preocupamos por el cuidado de la salud de todo bicho viviente. Deben de pensar que si la pomada no nos la ponemos nosotras, ya habrá quien se la ponga, que también los muchachos tienen problemas de estreñimiento y a veces picores algo sospechosos.

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