Un hombre montando a caballo, rodeado de personas.
Un hombre montando a caballo, rodeado de personas.

Ayer, a través de las redes, me llegó un supuesto video sobre un caso de maltrato animal. El documento en cuestión, mostraba a un romero al que unos policías pedían amablemente que se bajase de un caballo. Nada más.

No me gusta visualizar este tipo de contenidos, no sólo porque puedan herir mi sensibilidad, que lo hacen, sino más bien porque, al conceder reproducciones, me siento en parte cómplice de quien publica el video.

Antes que nada, quisiera decir que no es mi intención justificar el comportamiento de nadie. Soy totalmente consciente de que un jinete no debería montar sobre un animal herido, y mucho menos si el individuo en cuestión no se encuentra en condiciones para hacerlo.

Ciñéndonos a los sucesos, la policía bajó al jinete del caballo, el cual, a pesar de no padecer lesiones graves, ni manifestar signos de sufrimiento, fue trasladado en box portátil a su cuadra, al considerarse que el propietario no estaba en condiciones para montarlo.

Lo verdaderamente grave, más allá de la lesión del caballo, que resultó, por suerte, ser una simple rozadura, fue la actitud de la gente. Y no me refiero sólo a la de los protagonistas del video, sino también a la de aquellos que vimos y juzgamos desde el otro lado de la pantalla.

En pocas horas, la publicación alcanzó las 15.000 reproducciones, causó más de 300 reacciones y otros casi 300 comentarios. Como es tradición en nuestra tierra, la gente, de una y otra postura, exageró su versión hasta la hipérbole. Unos aseguraban haber visto correr ríos de sangre y otros lo veían como lo más normal del mundo.

Cuando al fin supe lo que había pasado, y no lo que contaban con sensacionalismo en la noticia, publiqué que podía confirmar que el caballo estaba bien, que no había estado ni siquiera en el Rocío, y que la Policía, había actuado por petición popular. A lo cual un amigo, al que desde aquí aprovecho para saludar, me respondió: “Te rajamos a ti las rodillas y me monto a caballo…”.

Después de leer estas palabras, me picó la curiosidad por conocer las impresiones de la gente y, abriéndome paso entre aberraciones gramaticales y faltas de ortografía, pude encontrar todo un buffet libre de bestialidades, amenazas de muerte, insultos y un sinfín de salvajadas varias. Todo justificado por una rozadura en la pata de un caballo.

La única conclusión a la que llegué es que a la gente le gusta hacerse notar, discutir, mejor si no es en persona, y sobre todo proclamarse en posesión de la verdad. Nunca estaré a favor del maltrato animal, pero tampoco de las discusiones radicales y de la terquedad humana.

Es muy fácil grabarse, como la señora del video, y gritar que “los animales son seres vivos”, para luego, después de publicarlo en Facebook, enorgullecerse por el trabajo bien hecho.

Lo verdaderamente difícil es dejar de maltratar sistemáticamente, dejar de comer carne, de beber leche, de vestir con productos de origen animal, de usar cosméticos, de asistir a espectáculos con animales, de comprar mascotas en tiendas... Y también, dejar de consumir productos que exploten a las personas, porque “son seres vivos”. Mi más profundo respeto para aquellos que ya lo hayan logrado.

¿Quién es más animal?

Nosotros, señora, sin duda. Desde el primero al último de los humanos somos un virus mortal para este planeta que nos sustenta. Consumimos salvajemente, sin pensar en que vamos a dejar a quien nos sigue.

Como ya dijo Plauto, “el hombre es un lobo para el hombre”, y quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Ahora, despellejadme sin piedad en la sección de comentarios, algunos ya lo habréis hecho, incluso antes de acabar de leer este artículo.

Pero pensad que, por más que tratéis de convencerme, yo seguiré pensando que nosotros somos las malas bestias.

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