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Esa traca final no era otra que una propuesta de pacto político disfrazada de 'valencianismo' pero preñada de 'podemismo'.

Al tiempo que se iniciaba la última ronda de contactos de Felipe VI con los portavoces parlamentarios a los únicos y previsibles efectos de expedir el acta de defunción de la legislatura más breve de la historia democrática española, la periferia de Podemos, en este caso Compromís, hacía estallar la traca final, cuestión esta que no debería habernos sorprendido mucho dada la fortísima tradición pirotécnica del país valenciano donde esta formación política sienta sus reales desde que su líder, la señora Oltra que no Baldoví, fuese expulsada de Izquierda Unida segundos antes de que hubiera podido conseguir su desaparición.

Esa traca final no era otra que una propuesta de pacto político disfrazada de 'valencianismo' pero preñada de 'podemismo', el enésimo intento del mago Iglesias de vendernos su truco final a imagen y semejanza de la película del mismo título. Pero ya era tarde para divertimentos tan extravagantes, el hartazgo de la ciudadanía aconsejaba pasar con rapidez la última página de esta crónica de desvaríos y desencuentros estratégicos, se imponía la lógica de la sensatez y dar carpetazo a este sainete tan del gusto de Iglesias y sus adeptos.

El reloj de la democracia, aquel que presumía haber puesto en marcha Pedro Sánchez ante la manifiesta dejadez de funciones del relojero oficial, el señor Rajoy, seguía devorando minutos, horas y días, ansioso por acabar con este tiempo de cambio que se había abierto el 20D y que llegó a ilusionar a una buena parte de los españoles.

Pero como bien me recordaba un antiguo profesor en mis tiempos universitarios, los esfuerzos inútiles sólo conducen a la melancolía, y mucho me temo que ese sea el sentimiento que a día de hoy invade a quienes pudieron pensar que otro gobierno era posible. Algunos partidos corren el riesgo de encontrarse ante un electorado melancólico e incapaz de distinguir entre quienes intentaron cambiar las cosas y quienes desde el minuto uno apostaron por examinarnos de nuevo el 26 de Junio como si la estabilidad democrática fuese una asignatura pendiente.

Y en esta España, que camina cabizbaja y taciturna hacía una nueva cita electoral, convencida de que nada volverá a ser igual aunque los resultados vuelvan a ser los mismos, el espectáculo continúa. La cárcel de Soto del Real se convirtió por unos días en el lugar preferido de descanso de algunos de los que hasta hace poco lo hacían en sus grandes fincas o en las urbanizaciones más lujosas del litoral español. Nada tenía que envidiarle el patio de Soto al plató de Vis a Vis, la serie carcelaria de más éxito en el último año.

Allí coincidieron por unos días denunciantes y denunciados, extorsionadores y extorsionados, y sólo la rápida intervención de Instituciones Penitenciarias ha podido evitar que se pasara de los insultos a las manos. Bernad y Pineda, los nuevos inquilinos de la prisión madrileña, han tenido que cambiar de domicilio penitenciario deprisa y corriendo porque Díaz Ferrán y Mario Conde no estaban dispuestos a compartir su retiro del mundanal ruido con advenedizos de última hora. El espectáculo del que disfrutaron reclusos y funcionarios ha debido ser toda una delicia que produce sana envidia en quienes no hemos podido contemplarlo.

Y la geografía provincial tampoco se ha visto libre de pan y circo de la mano del alcalde de Vejer y senador del Partido Popular, el señor Ortiz, que este jueves nos sorprendía con el anuncio de un pleno extraordinario y urgente para declarar “persona non grata” al delegado del Gobierno de Andalucía en nuestra provincia, mi compañero Fernando López Gil, pleno que finalmente no ha llegado a celebrarse porque el “arrebato” del alcalde-senador, a todas luces injustificado y caprichoso, propio de quien se cree dueño de la institución que gobierna olvidando su condición real de servidor de la misma, ha terminado en rectificación y marcha atrás como no podía ser de otra manera. Actos como este y otros de idéntica factura son los que me llevaron ayer a pensar que el Sánchez Gordillo de la Janda había vuelto al calor de la nueva convocatoria electoral.

Y aquí, en la propia ciudad de Jerez, asistíamos al lamentable espectáculo de la agresión moral a periodistas que cubrían una protesta sindical ante el Ayuntamiento. “Matar al mensajero” se convirtió en el disfrute de unos desaprensivos que ante la falta de la razón se sirven de la coacción, los mismos que en otro tiempo no tan lejano fueron cómplices del poder establecido en la calle Consistorio. Toda mi solidaridad con los profesionales de la prensa agredidos.

Y a todas y todos les deseo una feliz Feria de Jerez, porque como reza el título del programa de la cadena SER, “a vivir que son dos días”.

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