La Zambomba como excusa

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Esquina Algarve con Conde Cañete del Pinar, el pasado viernes por la noche.
Esquina Algarve con Conde Cañete del Pinar, el pasado viernes por la noche.

La Zambomba de Jerez (junto con la de Arcos) fue declarada como Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía hace cuatro años por representar "una de las expresiones culturales navideñas de mayor interés etnológico" de la comunidad autonómica. "Los vinos de la tierra, la repostería tradicional y los villancicos ‘aflamencados’ son los ingredientes de las zambombas que en estos días se celebran por cualquier rincón de la ciudad", detalla el Ayuntamiento en su web a propósito de esta fiesta que es seña de identidad desde hace décadas de la manera que tiene esta tierra de celebrar la Navidad.

La realidad, en cambio, es otra. El interés etnológico de esta celebración cada vez cuesta más encontrarlo entre las cientos de supuestas Zambombas que se celebran en toda la ciudad durante casi un mes —cada vez empiezan antes—, mientras que de los vinos de la tierra, la repostería y las coplas andaluzas de Nochebuena directa y fundamentalmente se ha pasado al cubateo del macrobotellón y al chunda chunda pasado de decibelios.

Es un debate similar al que sucede en la Feria del Caballo, con la diferencia de que esa fiesta, declarada de Interés Turístico Internacional, se celebra durante ocho días, en un recinto acotado, con un importantísimo despliegue de seguridad y con unas normas que, mal que bien, hay que cumplir por parte de todos, organización y participantes.

Con la Zambomba, salvo un bando municipal que en la práctica es papel mojado —¿quién pone puertas al campo? ¿quién controla que estas celebraciones no comiencen antes del 29 de noviembre, como exige el bando?—, no hay nada realmente regulado. Nadie ha querido meter mano a un fenómeno que año por año crece y que, en consecuencia, año tras año genera más inconvenientes, para empezar ataca a la propia protección de la fiesta en su esencia. Este año el Ayuntamiento ha anunciado refuerzo en el dispositivo de limpieza y algunas papeleras más en el centro, pero por ejemplo siguen brillando por su ausencia urinarios públicos, algo habitual en fiestas tan masivas como el Carnaval de Cádiz. Tampoco se ha puesto en marcha una campaña de concienciación donde se inste a quienes quieren disfrutar de esta fiesta en la calle a que piensen un poco en quienes tienen derecho a su descanso o a, simplemente, no abrir la puerta de su casa y tenerla regada de meados.

Es bochornoso ver a jóvenes orinar en las puertas de casas de la calle San Agustín, en pleno centro, a las nueve de la noche, mientras una enorme cola de coches, muchos de ellos de fuera, ven la escena aguardando estoicamente para adentrarse en el parking subterráneo del Arenal, que no quita en ningún momento el cartel de 'completo'. Es lamentable ver vasos de cubatas rotos por las calles, mientras se arman botellones en cada esquina. Tumultos y conatos de broncas. Por ahora no ha pasado nada. Es llamativo que el bando prohiba que las Zambombas en la vía pública se alarguen después de la medianoche, mientras cascos de bodega en pleno centro tienen la música a todo volumen a las dos de la madrugada. Bares sin licencia de local musical cuyos decibelios perturban durante días el descanso de los vecinos. Al final, la Zambomba de Jerez como excusa para abrir la veda a todo lo demás.

Frente a la enorme caja que harán algunos en estas fechas, y al empleado precario y temporal que pensará que menos da una piedra, "una de las expresiones culturales navideñas de mayor interés etnológico" de Andalucía, por utilizar la definición de la declaración de la Zambomba de Jerez como BIC, está en serio riesgo de morir de éxito. Jerez tiene un problema que nadie tiene ganas de regular (hasta que pase algo, como siempre) que especialmente se visualiza en el puente de cada mes de diciembre. Una época donde llegan decenas de autocares a la ciudad de visitantes, los hoteles y apartamentos turísticos se ven desbordados de clientes.

Pero donde los cada vez menos vecinos del centro tienen que salir en estampida lejos de la marabunta y donde los verdaderos aficionados a las Zambombas vuelven a recogerse al calor de las lumbres de los patios de vecinos y las fiestas más íntimas para que todo sea un poco más como antes. Mucho más lejos de la masificación, del borracho metepata y de la pringue de las calles. En Granada, ya hay bares que avisan en carteles que no atenderán despedidas de soltero. Muchas veces es mejor perder para ganar.

P.d.: Enhorabuena a aquellas asociaciones, hermandades, peñas y demás que siguen intentando año tras año anteponer la esencia misma de esta fiesta antes que el burdo negocio masivo y de garrafón.

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