"Hace falta otro ERE en el Ayuntamiento, pero de verdad"

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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La maquinaria municipal está gripada y frena la recuperación de la ciudad. Parte del personal, machacado durante más de una década por intereses políticos, da tumbos enfangando el día a día.

El Ayuntamiento de Jerez está envenenado. Hace unos años el veneno político corroyó el salón de plenos, los despachos y salones nobles. Los vinos de la Bodeguita se agriaron y las paredes del pasillo con las pinturas de los alcaldes supieron que algunos retratos jamás se colocarían allí. Eso ya lo sabíamos. La novedad de un tiempo a esta parte es que son ahora los técnicos y los curritos los que se miran con recelo, los que se palpan la ropa antes de dar un paso por si les roban la cartera. Es la gestión diaria la que camina enfangada y todo cuesta un mundo, advierten una y otra vez por los pasillos municipales. Por esos mismos pasillos de la calle Consistorio por los que corren la bilis, los agravios, viejos rencores, recelos, envidias… y, sobre todo, un pavor enorme a colocarse por una pura casualidad en el centro de la diana judicial que a tantos ha apuntado ya, incluidos muchos de esos empleados.

De la época del a ver si puedes enchufar a mi cuñado se pasó hace cinco años a vivir con el miedo en el cuerpo, con la psicosis de los despidos, los expedientes masivos y los tijeretazos a todos los derechos adquiridos. Se pasó a preguntarse cada empleado municipal: ¿Seré yo, estará mi nombre en la lista del ERE?. De pedir aumentos, de reclamar pagos por productividad, de pugnar por ver quién tenía la solución más imaginativa, se ha pasado al torpedeo, a los procedimientos y expedientes insalvables, a los malos o pésimos consejos, a la inseguridad y al miedo. Sobre todo, a ese miedo que paraliza. Pero vivir en el miedo también tiene sus certidumbres y comodidades.

Subestimada Mamen Sánchez y subestimado ese gobierno local tan pírrico en número de componentes, algunos y algunas dentro de la Casa Grande pensaron hace dos años que todo aquello era provisional, que había que nadar y guardar la ropa a la espera de otros tiempos. Que, en el peor de los casos, esto era cuestión de cuatro años y todo volvería a la ‘normalidad’ de los últimos cuatro, aunque fuese viviendo (bien) en el miedo y en el filo de la navaja. Transcurridos dos años de mandato, Mamen Sánchez sigue siendo alcaldesa (una encuesta reciente de Publicaciones del Sur incluso apunta al crecimiento en votos en 2019) y el gobierno local ha demostrado que gobernar con siete es lo mismo que gobernar con 15. Hay políticos válidos y hay otros de salón, solo que en este mandato serán menos los que cobren de lo público por ocupar un puesto de delegado o teniente de alcaldesa. Ningún ciudadano echa en falta en esta legislatura a una delegada específica de Infraestructuras ni a uno de Participación. Las calles siguen presentando más o menos los mismos socavones y la participación, sin tener un delegado exclusivo y ocupado de ella al cien por cien, ha aumentado en la medida en que, por ejemplo, ahora hay más grupos políticos que deciden y presionan para sacar adelante las urgencias de la población, que suelen ser demasiadas para tan escasos recursos.

Otros, han decidido ponerse de perfil y esperar a que todo esto pase, limitándose a fichar y a pasar desapercibidos, o incluso matando el tiempo ocupándose de asuntos privados en lugares públicos

El problema, lejos del teatrillo político habitual ya superado por la opinión pública, está en las tripas. Y las tripas están negras. Aquella maquinaria de la Ciudad-Estado del todopoderoso Pacheco, que, pese a las secuelas, los lodos y sus aspectos más nocivos, ha sido la época de mayor transformación de la ciudad, es hoy un añejo Rolex falsificado. O eso dicen. O peor aún, es un antiguo reloj sin pilas y desgastado por el veneno del tiempo. Hay altos cargos, técnicos y empleados rasos que siguen siendo leales a quien les paga: el Ayuntamiento de Jerez (algunos confunden pagador y administrador político). Pero otros, han decidido ponerse de perfil y esperar a que todo esto pase, limitándose a fichar y a pasar desapercibidos, o incluso matando el tiempo ocupándose de asuntos privados en lugares públicos. Algunos, directamente, se mantienen trabajando al servicio de un regreso del PP que les devuelva antiguos privilegios y protagonismos, como viene advirtiéndose por esas mismas dependencias municipales que todo lo oyen y lo saben.

Es cierto que al gobierno local le hace falta una mano más firme para enderezar a quienes toman realmente las decisiones para que la ciudad avance —algunos sostienen en privado que la alcaldesa nunca debió garantizar la estabilidad de la plantilla anunciando que jamás haría un ERE—, y no es menos cierto que la plantilla de empleados municipales ha sido sometida en la última década y media a un estrés político y a un machaque permanente que ha terminado casi por arrasarla. Pero en ese todos contra todos, el ciudadano, que es el que paga todo esto con sus altos impuestos y tasas, queda en medio; en una posición en la que se ve rodeado de bien pagados (en comparación, sobre todo, con la que cae fuera de esos despachos) que no son capaces de impulsar muchas de las acciones políticas que requiere la ciudad y que, en muchos casos, tampoco atienden en condiciones sus demandas. Y, claro, ante este contexto, rápidamente no falta quien te dice: “Lo que hace falta es otro ERE en el Ayuntamiento, pero de verdad”. Nadie quiere más destrucción de empleo (público o privado), ni debe ser esa la solución, evidentemente, pero sí desde luego hay que reclamar claridad en la dirección de la ciudad al ejecutivo político actual (o al que venga) y también hay que exigir absoluta entrega y profesionalidad, que se les debe presuponer, a los dos millares de empleados públicos que sostienen al Ayuntamiento y que cobran, ahora sí, puntualmente sus nóminas.

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