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Las estadísticas reflejan niños menos curiosos y creativos y más enganchados a los dispositivos electrónicos. Frenarlo está en nuestra mano.

Esperando en la sala de espera de una consulta, niño a la derecha que no levanta la cabeza del móvil. Haciendo cola en el supermercado, niño detrás jugando con una tablet. Cervecita con amigos, mesa de al lado, tres niños pendientes de sus móviles, un cuarto niño enganchado a otro dispositivo electrónico. No sé cuál de las escenas da más miedo, si la de la madre que prefiere largarle el móvil al niño antes que hablar con él mientras esperan para entrar al pediatra, la del niño que no puede estar sin su tablet ni en el supermercado o la de los cuatro niños incapaces de jugar entre ellos. Olvidaba otra escena escalofriante: bebé que entre cucharada y cucharada no aparta los ojos del dispositivo electrónico que le han colocado enfrente. Eso sí, la película que le han puesto para evitar que chapurree la papilla está pedagógicamente certificada y contribuye a su desarrollo cognitivo más que ningún otro estímulo.

Triste panorama y lamentables consecuencias que ya empiezan a verse. El mal uso de las nuevas tecnologías (necesarias y yo diría que imprescindibles cuando se manejan adecuadamente) ya está afectando a las relaciones familiares y sociales y al propio desarrollo de los niños. Los niños nos sorprenden con habilidades extraordinarias, como la de llevarse los macarrones a la boca al tiempo que con la otra mano pulsan a velocidad de vértigo el botón correspondiente del móvil. Pero son incapaces de, en el mismo contexto, hablar con sus padres sobre planes que les gustaría hacer con ellos o sobre qué han hecho durante el día. Efecto sobre las conexiones neuronales, adicción, falta de autocontrol, pérdida de la concentración y de la capacidad para fijar la atención, intolerancia a la frustración, en los últimos tiempos seguramente habremos leído sobre estos fenómenos en los niños y su relación directa con su enganche a un móvil o a una tablet.

Pero más allá de eso, lo que de verdad me preocupa y me da pena de estos adictos a los dispositivos electrónicos desde la más tierna infancia y con el beneplácito familiar, es que no están disfrutando de dos de los tesoros más grandes que tiene un niño: Curiosidad y creatividad. Dicen los expertos que los niños son creativos y curiosos por naturaleza. Dicen también que esta creatividad hay que respetarla y cuidarla y que la curiosidad debería ser uno de los motores de nuestra vida porque nos hace personas más capaces, desenvueltas, en continuo crecimiento y como consecuencia, más felices. ¿Por qué tomamos entonces el camino equivocado?

Los niños son curiosos y disfrutan haciendo las cosas simplemente por el hecho de hacerlas, sin pensar en un objetivo. Somos los adultos los que de alguna forma rediseñamos sus conductas y cambiamos la forma natural que tienen los niños de relacionarse con el mundo. Sin entrar en como nuestro sistema educativo también los condiciona, un primer nivel de actuación nos llevaría a plantearnos cómo interferimos los padres en la forma en que los niños conectan con el entorno. Interponer una pantalla entre ellos y el mundo es una interferencia importante, aunque hay otras muchas. Frente a las interferencias hay alternativas que lejos de aplastar la curiosidad del niño la ponen en marcha. Si la curiosidad es además el motor del aprendizaje, tendremos que buscar estímulos que la potencien. Advertencia: se necesitan tiempo, paciencia, voluntad y ganas por parte de los padres. Es mucho más cansado convertir una simple salida en toda una expedición-aventura-viajealosconfinesdelmundo que enchufarles un DVD en el coche. Esto no significa que tengamos que estar siempre inventando aventuras, pero tampoco siempre recurriendo a la solución más cómoda.

Hay un montón de acciones sencillas que pueden ayudar a desarrollar la creatividad innata en los niños. Una creatividad que no se limita a las artes. La música, el teatro, la pintura, la escultura, la danza o la literatura son una forma efectiva de estimular su propia creatividad, pero más allá de acercar a los niños al arte y sus manifestaciones, la creatividad es una forma de pensar y de ser que afecta a todas las áreas de la vida. Por eso hay que darles la oportunidad de ser creativos, buscar tiempo, que jueguen, que disfruten al aire libre, que exploren el entorno, que experimenten, que estén con los amigos, que ellos resuelvan sus problemas, que observen, que dibujen, que pregunten (y alguien les responda), que charlen, que pongan a funcionar los cinco sentidos, que solventen su aburrimiento, que se expresen a través de distintos lenguajes, que visiten museos, que canten, que vean películas, que vivan experiencias que saquen lo que llevan dentro, que se emocionen… Que sientan el escalofrío de ver caer una estrella una noche de agosto en mitad del campo en lugar de ver una simulación de las perseidas en una tablet.

Decía Max Delbrück, premio Nobel y uno de los padres de la Genética Molecular, que "si uno no tiene dotes para ser artista, ¿qué puede ser sino científico?”. En mi caso, y dándole la razón al señor Delbrück, la falta de dotes y la vocación me hicieron bioquímica, pero tengo una artista escondida que asoma de vez en cuando, aunque afortunadamente para todos no la saco más allá de las cuatro paredes de mi casa. En el transfondo de esta frase está lo común a artistas y científicos: la curiosidad, que te lleva a buscar continuamente, a querer ir siempre más allá, a arriesgar, a investigar, a probar, a equivocarte y seguir; y la creatividad, que te permite explorar caminos diferentes, te enseña a no ponerte límites, a inventar otras maneras. El mismo impulso curioso y creativo que me empujaba cuando leía secuencias de ADN hace años en un laboratorio me empuja ahora cuando tengo que inventar una programación de talleres para niños cada trimestre. Los niños traen la curiosidad y la creatividad de serie, si consiguen llegar a adultos siendo curiosos y creativos ese impulso les acompañará hagan lo que hagan.

Dicen que la curiosidad mató al gato. No matemos nosotros la curiosidad del niño. Que el mundo ahí fuera sea real y puedan salir a descubrirlo más allá de los filtros de una pantalla.

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