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Porque la palabra que es instrumento de paz también puede ser instrumento de guerra.

También hoy, todos los días, en los telediarios, en los periódicos, vemos que hay guerras, destrucción, odio, enemistad. Y también hay hombres y mujeres que trabajan mucho —¡pero mucho!— para fabricar armas para matar, armas que al final se manchan de la sangre de tantos inocentes, de tanta gente. ¡Hay guerras! ¡Hay guerras y está la maldad de preparar la guerra, de hacer armas contra el otro, para matar!

Pero, también están los que sacan a pasear la lengua y hacen la guerra, porque la lengua destruye, ¡hace la guerra!

Homilías de Santa Marta del Papa Francisco

Sabias y certeras las palabras del Papa Francisco. Salidas de su boca, sin el filtro de quienes tienen el don de interpretarlo todo, de darle la vuelta a las frases, a las palabras, para que parezca que el Papa ha dicho lo contrario de lo quiere decir.

Hacer la guerra con la lengua, con las palabras. ¡Estamos tan acostumbrado a verlas en los medios de comunicación! Desde la televisión, desde la radio, desde la prensa escrita, se lanzan palabras que sólo crean discriminación, odios, rencores… En resumen, la guerra. Esa guerra que no tira bombas, pero que hace que otros las tiren. Esas lenguas que como espadas afiladas apuntan al objetivo, para que otros disparen; disparen con balas o disparen también con palabras. 

Porque la palabra que es instrumento de paz también puede ser instrumento de guerra.

Especialmente es preocupante el uso de la palabra en aquellos que se autodenominan católicos. Palabras que son utilizadas políticamente por el predicador periodista de turno según su conveniencia. ¡Claro que un comunicador/a católico tiene que utilizar la palabra para hacer política! Ya lo decía el Concilio Vaticano II. Foméntese ante todo la prensa honesta. Pero para hacer política de la buena, la política de los cristianos: políticas para la paz, políticas para la concordia, para la misericordia, para la igualdad, para el compromiso con los más pobres. Palabras que luchen contra los desahucios, contra el paro, contra las políticas que crean refugiados e inmigrantes, contra el machismo, contra la violencia terrorista contra la mujer, contra la homofobia, contra la explotación laboral y sexual infantil, etc… ¡Son tantos los frentes que tienen las guerras!

Pero como alertaba, hay comunicadores católicos especialistas en estas guerras. Desde sus atriles televisivos, radiados, escritos o de internet, arengan a las masas – algunos hasta con gritos y golpes en la mesa – contra quienes defienden la justicia social. Se ponen del lado del Poder, de quien hace políticas contrarias al Evangelio en las que ellos ‘dicen’ creer.

Son como ovejas disfrazadas de lobos. Con perfume a incienso, rodeados de una falsa santidad farisaica pero que distorsionan el mensaje de Jesús de Nazaret y que yo les recuerdo con las palabras de este Papa al que ellos suelen castigar con el desprecio de la ignorancia en sus comentarios. Palabras sueltas, limpias, sin filtros y certeras que deja muy claramente a cada cuál en el sitio que ha elegido estar.

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