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Todos eran inocentes, ninguno merecía morir, porque el primer derecho es el derecho a la vida.

“Yo también soy Paris”, dicen los medios de comunicación y las redes sociales en Europa. Mi más absoluto rechazo a la atroz massacre del Viernes 13 en Paris, donde han muerto 129 personas y muchas más -la mayoría jóvenes- están gravemente heridas. Nada puede justificar esa atrocidad. Todos eran inocentes, ninguno merecía morir, porque el primer derecho es el derecho a la vida.

Pero digamos “Yo también soy Aylan”, el niño sirio que apareció ahogado en una playa turca este verano. El también era inocente, como muchos de los 400.000 ciudadanos sirios muertos ya en esa guerra, y como los seis millones de desplazados y los 4 millones de refugiados que siguen llamando a las puertas de Europa huyendo aterrorizados -como lo están ahora los parisinos- de las bombas que también en su país lanza Isis. Además, claro, de las que lanzan EEUU, Francia o Rusia. Y los europeos seguimos ignorando el derecho de asilo y les seguimos poniendo todo tipo de impedimentos y alambradas, pese a su terrible desesperación. En España han podido entrar sólo 12.

Los jóvenes sirios también merecen vivir. También merecían vivir las 17 personas que estaban celebrando una boda en Yemen en 2013 o todos los que murieron en Pakistán, Yemen y Somalia a causa de la campaña de drones estadounidense, que se viene desarrollando desde el 2009. La guerra de 2001 contra Afganistán se desató, en parte al menos, con el pretexto de que había que mejorar la situación de extremo sometimiento de las mujeres por parte de los talibanes, lo que no ha ocurrido en absoluto desde la retirada del país de las tropas de EEUU.

A partir de la guerra de Irak, las muertes de cientos de víctimas civiles consideradas como “daños colaterales” y las torturas, vejaciones y humillaciones sufridas por muchos iraquíes en las cárceles estadounidenses alimentaron el nacimiento de Isis o el llamado “califato islámico”, pese a haberse después reconocido que no hubo razones para esa guerra y que no existían las supuestas armas de destrucción masiva. También ha alimentado el surgimiento de Isis el trato que se da a los musulmanes en la banlieue parisina y en otras ciudades francesas, donde se les impide el uso de las mezquitas o se les aboca a la delincuencia y la droga porque los empresarios franceses no contratan a casi nadie con un apellido que suene a árabe. Arabia Saudita, con sus leyes y ejecuciones medievales tan parecidos a los de Daesh, financia el yihadismo, pero nuestro gobierno le vende armas y hace negocios con los príncipes saudíes. Mientras, Guántanamo no se cierra a pesar de la promesa de Obama, con sus prisioneros en un limbo jurídico igual que los cientos de palestinos en detención administrativa en las cárceles israelíes sin cargo ni juicio. La ayuda prometida no llega a Gaza después de un año de haber finalizado la devastadora operación “Margen Protector” que se saldó con el resultado de más de 2.200 palestinos muertos, de los cuales 1.462 eran civiles y 551 niños. Ellos también eran inocentes.

En otro orden de cosas, también eran inocentes las 48 mujeres asesinadas en España por violencia machista en lo que va de año. Y se supone que no estamos sometidas como las musulmanas.

Leonor De Bock Cano, activista del grupo local de Jerez de Amnistía Internacional.

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