La marcha verde de Ortiz

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Ese aprendiz de brujo gaditano se llama José Ortiz y su marcha verde tiene como destino el Hospital Comarcal de Vejer…

Corría el mes de noviembre de 1975, en España se vivía bajo la sensación de crisis política ante la inminencia de la muerte del dictador Franco que se consumaría el veinte de ese mismo mes. En el país vecino, Marruecos, la situación de crisis social y política iba en crescendo, dos golpes de estado fallidos evidenciaban claramente las dificultades de Hassan II para garantizar su permanencia en el trono.

El monarca alauita siempre había mostrado una gran capacidad estratégica para solventar sus dificultades internas a costa de sus países vecinos y en especial  el nuestro. La ocasión la pintaban calva para desplegar de nuevo sus habilidades innatas, había que buscar la paz interior proyectando el malestar interior hacia un enemigo exterior, la vieja estrategia de los gobernantes autoritarios. Y para eso estaba España y la resolución de Naciones Unidas sobre el Referendum de autodeterminación del Sahara.

Una vez más España se convertía en el oscuro objeto de deseo de la inestabilidad interna y el deterioro social, económico y político del dictador marroquí que movilizó a más de trescientos mil ciudadanos para cruzar en la noche del seis de noviembre la frontera, en aquel momento española, del Sahara. Se había consumado la marcha verde a mayor gloria del dictador del otro lado del estrecho, una vez más había funcionado la vieja estrategia de la creación del enemigo exterior al que responsabilizar de todos los males propios. Hassan II había sentado cátedra y su estrategia, antigua pero renovada, quedaría para siempre en los libros de ciencias políticas que se estudiarían a partir de entonces.

Desde ese momento han sido muchas las marchas verdes que se han puesto en marcha por dirigentes autoritarios utilizando al pueblo para ocultar sus propios problemas y culpabilizar a otros de las carencias de la ciudadanía. Sin ir más lejos en el tiempo el discurso permanente de Nicolás Maduro contra la inexistente injerencia exterior de sus vecinos regionales es un magnífico ejemplo de esa práctica política deleznable y totalitaria,

Y en estos momentos, también aquí, en la España democrática, asistimos a distintas variantes de la estrategia del enemigo exterior. Quizás la más conocida sea la que han puesto en marcha desde hace ya algún tiempo los partidos catalanes gobernantes, Convergencia, o como quiera se llame ahora, y Esquerra Republicana. Ambos partidos debieron entender que la mejor manera para justificar el deterioro del estado del bienestar en su ámbito competencial era promover la figura del enemigo exterior y pusieron en marcha desde el aparato institucional la marcha verde de las esteladas y el independentismo, embarcando a una buena parte del pueblo catalán en una ventura sin retorno visible por ahora.

Todo un ejercicio de aprendices de brujos manejándose en experimentos con gaseosa pero con réditos electorales a corto plazo, sin tener en cuentas los riesgos en el medio y largo para la estabilidad institucional y sus propios intereses políticos.

Y aquí en nuestra provincia, en esta semana previa a la de pasión, un alcalde de pueblo busca su lugar al sol en esa larga lista de trileros de la política a los que no importa el bienestar del pueblo sino su propia proyección política. Un alcalde capaz de anteponer las directrices partidistas de Moreno Bonilla al interés general, un alcalde que intenta ocultar sus propias carencias e incumplimientos movilizando al pueblo desde el engaño del paraíso prometido, ese aprendiz de brujo gaditano se llama José Ortiz y su marcha verde tiene como destino el Hospital Comarcal de Vejer…

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