La lección de los 'triunfitos' María y Miki frente a la "mariconez" de Mecano

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

Ana Torroja, jurado de OT 2018.
Ana Torroja, jurado de OT 2018.

La polémica se ha desatado en Operación Triunfo a cuentas de la canción ‘Quédate en Madrid’ que le toca cantar esta semana a los concursantes María y Miki, dos veinteañeros que se destacan por sus alegatos feministas, contra la xenofobia, contra la ultraderecha y que se vinieron arriba cantando ‘El vals del obrero’ en el comedor de la academia. Son dos jóvenes artistas, entendiendo artista como aquellas personas que usan el arte para transformar y no sólo como masturbación intelectual y ejercicio de vanidad.

Los jóvenes se han negado a repetir “mariconez” en la letra de la canción como sinónimo de cariñoso, melifluo, delicadeza, ternura, debilidad y poco masculino. Se han negado porque a María, una de las triunfitas, le chocó desde un primer momento al escuchar la canción y era consciente de que muchísimas personas –un parte importante del público de OT es la comunidad LGTB- se iban a sentir agraviadas. Ella misma se sintió violenta cuando la escuchó por primera vez.

Miki y María, ingenuamente, propusieron cambiar “mariconez” por “gilipollez” y Ana Torroja, la defraudadora de Hacienda ahora metida a jurado de Operación Triunfo, echó espuma por la boca a través de las redes sociales. Con un ego insuperable y arremetiendo contra la buena voluntad de los chavales, que no tienen más intención que la de educar al público al que se dirigen y no fomentar comportamientos de odios contra ningún colectivo, sabiendo que su mensaje llegará millones de personas y a adolescentes en formación.

No contentos en Mecano con la reacción furibunda y llena de soberbia de la defraudadora de Hacienda Ana Torroja –condenada por la Justicia española-, José María Cano, el autor de la canción, ha hecho saber a la dirección del programa musical que bajo ningún concepto acepta cambiar la letra de la canción. En otras palabras, que el autor de una canción escrita hace treinta años se niega a usar la música como herramienta de transformación social y piensa que el arte no es susceptible de revisión.

Durante muchos años nos han hecho creer que la movida madrileña, época de la que Mecano era uno de los grupos icónicos, fue un movimiento cultural progresista y contestatario, pero el tiempo nos afirma cada poco que aquel invento de las discográficas llamado ‘movida madrileña’, aupado por el poder político frente a un underground barcelonés incontrolable y políticamente subversivo y un rock andaluz que se hizo mainstream a pesar de las discográficas y del poder político, no fue más que una mamada colectiva de cuatro niños bien metidos a revolucionarios con los ojos pintados de verde. Ahí están Alaska y Mario Vaquerizo, presumiendo de haber votado a Esperanza Aguirre mientras cantan ‘A quién le importa’ para hacer caja con los gais en las manifestaciones del Orgullo.

El problema no es de los concursantes de Operación Triunfo, que le han dado una lección a este país y han obligado a abordar un debate que le ha quitado la careta a gente que nunca se cree que por haber escrito una canción que habla de un amor entre dos mujeres ya lo tienen todo hecho. Una persona que se diga progresista nunca estaría negada a revisar su obra para evitar que agreda.

Jamás una persona progresista sacaría el ego ante la lección de dos jóvenes veinteañeros que están lanzando un mensaje que dice con claridad que los consensos discriminatorios de hace tres décadas no son ya aceptables. La palabra “maricón” la usamos muchos gais como sinónimo de valentía, como elemento subversivo para robarle la herramienta léxica que la homofobia ha usado históricamente para insultarnos y denigrarnos.

Es más, diría que la palabra “maricón” cada vez tiene menos significado peyorativo gracias a que muchos gais la usamos habitualmente, riéndonos de los homófobos y también de nosotros mismos; pero eso no es lo que defienden José María Cano y Ana Torroja, que se niegan a que la palabra maricón siga siendo una herramienta de la homofobia para negarnos la condición de ciudadanos de primera.

Los concursantes de OT María y Miki, con esta polémica, se han consagrado como artistas, porque ser artista es cuestionar el poder establecido, es preguntarse por qué y desde cuándo, es subvertir los consensos sociales que discriminan y es hacer pensar a la sociedad de que lo que valía hace 30 años es ya intolerable. Frente a la inteligencia de los jóvenes concursantes, la tozudez y egolatría de Ana Torroja y José María Cano, que demuestran que fueron buenos cantantes y compositores pero nunca artistas.

No es artista quien no se cuestiona y no cuestiona los significados y símbolos que discriminan. Aceptar que este país ha cambiado y que lo que valía hace 30 años ya no sirve es, además de artistas, de gente humanamente grandes. Justo lo que no han demostrado Ana Torroja y José María Cano al tratar con inusitada soberbia a dos chavales que todavía sueñan con cambiar el mundo a través de la música.

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