La lealtad y otros tesoros

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Encontrar personas que son leales por convicción y con pasión no es fácil. Hay que buscar, cavar sin descanso, estudiar los mapas de lugares remotos, ir detrás de cada huella y de cada pista

Me he pasado la vida malgastando el cariño en personas

que nunca me quisieron.

Yo solo deseaba ser del grupo.

(…)

José Luis Piquero

Contradigo a Piquero. Y digo: pero ya no.

Hoy les hablaré de la lealtad.

Encontrar personas que son leales por convicción y con pasión no es fácil. Hay que buscar, cavar sin descanso, estudiar los mapas de lugares remotos, ir detrás de cada huella y de cada pista. Si llegamos a esa persona concreta que practica la lealtad con nosotros, hemos de protegerla, mimarla. Porque es un tesoro.

No es que servidora lo sea, pero sí que practica la lealtad. De hecho es uno de los valores a los que más valor doy, valga la redundancia, y sobre todas las cosas.

Si un amigo es mi amigo, lo es, y lo sería siempre si por dependiera de mí. Pero descubro en conocidos, sobre todo, la deslealtad a diario. No es que yo sea muy buena persona. De hecho, creo que no, aunque lo intente, porque si lo fuera del todo, no podría sobrevivir con las venas al aire en esta jungla. Qué va. Tengo muchísimos defectos. Pero uno de ellos no es la deslealtad, ya que es para mí una obsesión.

Por mí, y puedo demostrárselo cuando quiera, no se va a estropear una relación, ni de amistad ni empresarial. Por mí, no se va a acabar un proyecto ni un sueño. Por mi deslealtad, o mi ambición desmedida, no va a ser. Y es que soy muy torpe. Se me nota. Se me nota demasiado lo que siento.

Los conocidos, contactos varios en las redes y muchos tocapelotas, me advierten, con semblante divertido, sobre mi sobreexposición al ojo público.

Otras veces, descubro como siendo yo la que une a unas personas, promociona el trabajo de otras, lucha por la amistad de aquellas, completamente gratis, éstas se alían en una fuerza cósmica que casi siempre me deja fuera de esa unión, de esos proyectos, o de la fiestuqui de turno a la que no me invitan, porque ya no se acuerdan de que se conocieron en mi casa.

Créanme que ya no me afecta. Antes sí, y profundamente. Pero a base de interiorizar que no soy yo la traicionera ni la mezquina, he logrado entender que no es mi problema, y que por tanto, debo asumir, aceptar e incluso tolerar que la gente, en general es así, y que el concepto de lealtad que yo tengo es, quizás, patológico. Seguro.

Es mejor, seguro, ir al sol que más calienta, o donde te pagan más, o donde te doran la píldora, y poner cara de tonto, como si no fuera contigo, y defender la libertad personal de hacer lo que a uno le salga del alma, porque somos eso, libres, muy libres. También somos libres para pisarle el corazón al supuesto amigo que te lo abrió, y te regaló su afecto. Pero claro, lo siguiente a la deslealtad crónica de algunas personas, es el desconocimiento absoluto de la gratitud. No tienen ni idea. O es que a lo mejor, no están acostumbrados a que se les trate bien, con cariño, con confianza.

Voy a seguir siendo como soy, leal a lo que creo, a quienes aprecio y valoro. Eso sí, he entrenado la discreción, y procuraré no publicar las claves de mi caja fuerte en Facebook, ni presentarle Mengano a Fulano, para que le eche el cable en esto o aquello, ni estar “ahí” de forma incondicional para aquel que ni siquiera se acuerda de devolverme el guiño, el saludo.

El aprendizaje es que tampoco los secretos y debilidades de mi corazón debe exponerse, como no se deben arrojar, como reza el dicho popular, perlas a los cerdos.

Aunque no nos engañemos. La que nace tonta, muere tonta. Y siempre seré una tonta muy leal. Pero que ha aprendido la mar de bien, a base de lidiar con desleales, a hacerles a éstos y a sus desaires, cojonudos cortes de manga.

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