'La La Land': sentimientos encontrados

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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'La La Land', o lo increíble de que una película con Ryan Gosling me provoque sentimientos encontrados.

En lo que todos los que hemos visto ya el fenómeno de la temporada, La La Land, creo que coincidimos, es en que es una historia sobre y para los soñadores. Por eso nos gusta tanto. Por eso, y por los dos protagonistas, fantásticos los dos en sus respectivos papeles, especialmente Emma Stone, cuyo personaje parece hecho a su medida. Los dos están espectaculares, ya sea bailando claqué, manteniendo una conversación sobre los sueños o cantando juntos al piano.

La La Land es comedia, es drama, es musical, es fantasía y es cine clásico. Está hecha de forma bellísima, la fotografía es impecable, así como el vestuario (sobre todo el personaje de Seb) y la música es perfecta, mezclando el jazz con melodías clásicas que podrían estar en cualquier musical antiguo hollywoodiense.

Me gustó especialmente que Damien Chazelle volviese a introducirnos, después de Whiplash, su gran debut (aunque su segunda película), en el mundo del jazz, pero esta vez de forma distinta, desde otra óptica. Se ha convertido ya en una seña de identidad de su trabajo (con sólo dos películas, ojo) y le da a la película un cariz distinto, nostálgico pero profundamente moderno a la vez, y muy frenético, como es el jazz en sí mismo. Ha confirmado con esta, su tercera película, que es un gran director con sólo 32 años.

Y aquí viene la paradoja en la que me coloca esta película: me apasionan los musicales, pero esta historia en concreto (sobre los sueños, el fracaso, el amor) me hubiera gustado muchísimo más si no se hubiera convertido en uno. Soy fan acérrima de los musicales, en teatro y en cine (Chicago, Moulin Rouge... son películas maravillosas) pero creo que a esta historia le hubiera venido mejor una realización más intimista, más indie, si me permiten la expresión.

Creo sinceramente que está sobrevalorada. No es que sea mala o que no sea tan buena como dicen todos, sino que se le ha dado demasiado bombo. Pero se entiende: dos estrellas como Stone y Gosling, una historia sobre sueños y desencantos, con un trasfondo de reflexión sobre el futuro del cine clásico y del jazz; en fin, una historia para nostálgicos. Estaba claro que iba a vender, que iba a tener éxito.

Quizá no estaría tan molesta con este tremendo hype de La La Land si Chazelle no hubiera hecho, hace un par de años, una película magistral, bien rodada, bien interpretada, con poco presupuesto... que pasó bastante desapercibida para lo buena que era. Hablo de Whiplash, claro. ¿Por qué La La Land sí y Whiplash no? ¿Por qué Miles Teller ni siquiera estuvo nominado al Oscar? En fin... se trataba de una historia y de un reparto mucho menos atractivos.

Quizá cuando pase todo este revuelo, en unos meses, la vuelva a ver (esta vez en VOSE, por supuesto; la voz de Ryan Gosling es el 80% de su valor como actor) y me guste aun más.

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