La indignación involucionista

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Desde que empezó la crisis se escuchan voces en los medios y en la calle sobre qué es lo que tenemos que hacer para salir de ella, muchas de ellas con maneras del que lo soluciona todo acodado en la barra del bar, con la testosterona por las nubes y la vena en el cuello a punto de reventar. Y en esta época hemos oído de todo y la mayoría de las veces con más visceralidad que racionalidad, se ha picado en los anzuelos que lanzaban los que no querían que se hablara de las causas reales de esta crisis.

Los primeros que sufrieron este ataque fueron los sindicatos de clase. En tiempos en los que los despidos eran el pan nuestro de cada día, nos encontrábamos con una prensa derechista echándoles la culpa de todo a ellos. En sus editoriales nos vendían como que son los empresarios los que crean trabajo, contratan y los sindicatos los que despiden, una teoría un poco extraña. Esta prensa amante del disfraz, instaban en su fervor revolucionario a que esos sindicalistas apesebrados y come gambas a que convocaran una huelga general ... para ser insultados nuevamente cuando lo hicieron.

En tiempos de destrucción de empleo e indefensión laboral, lograron colar la idea de que los sindicatos no servían para nada, que las negociaciones laborales debían ser individualmente, de tú a tú. ¿A cuántos trabajadores no afiliados a ningún sindicato y que jamás se les ha visto en ninguna huelga o manifestación se les ha escuchado indignadísimos decir que los sindicatos “no hacen nada”? Y por supuesto que “quien quiera un sindicato que se lo pague”. Eso sí la frase de que quien quiera trabajar bajo convenio se afilie a uno, nunca se escuchaba.

Otro campo de batalla han sido las autonomías, las que gestionan la sanidad, la educación y las políticas sociales (que ocupan la mayor parte de su presupuesto) y visto como sinónimo de enchufismo y derroche (¡¡que no se nos olviden los coches oficiales!!). Pero no nos quedemos ahí, también por lo visto sobran miles de ayuntamientos donde no cobra ni siquiera el alcalde, bandera por cierto enarbolada por algunos que dicen querer acercar la democracia a la ciudadanía.

Los excesos salariales de ciertos gestores de lo público (si a gente con mucho morro le das la libertad de ponerse el sueldo que quiera pasa lo que pasa) ha provocado un efecto pernicioso y es el de que hay una cantidad no despreciable de la población a favor de que los políticos hicieran gratis su labor. Nadie reclamaría que un trabajador público no cobrara por realizar un trabajo, pero por lo visto esta medida que supondría una regresión elitista que provocaría que solo se podrían dedicar a la política el que tuviera posibles, es vista con buenos ojos por muchos.

Resumiendo, en estos tiempos de indignación, entre otras cosas nos han vendido o querido vender que sobran los sindicatos, las comunidades autónomas, buena parte de los ayuntamientos, que los políticos no deben cobrar y que no se olvide también si los inmigrantes en situación irregular tienen derecho o no a recibir algo tan básico como es la atención sanitaria. ¿Qué coste tiene? Nunca lo dicen, con apelar a las vísceras basta.

Independientemente del mejor o peor funcionamiento de algunas instituciones u organizaciones, a veces del todo inadmisibles, todas estas cosas que interesadamente nos han querido vender supondrían una democracia de peor calidad y menos cohesionada socialmente.

¿Pero esto de la crisis no era cosa de los bancos incrementada aquí por una burbuja inmobiliaria y su mantenimiento por unas erróneas –para algunos beneficiosas- políticas de corte neoliberal? Pues sí, pero ya ven algunas de las cosas que han estado y están sobre la mesa del debate político y en la calle ... y más de una vez nos la cuelan.

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