La división entre 'pablistas' y 'errejonistas' se llama capitalismo

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Como tocados por una maldición, Podemos puso fin a su historia de indignación y rabia con las instituciones del país y sonrisas en la calle, repitiendo exactamente los patrones autodestructivos que se le presupone a la izquierda. Creación de familias, egos descontrolados, puñaladas traperas y atomización.

En poco menos de una legislatura, ha saltado por los aires la promesa de un partido movimiento, moderno e integrador, generoso y capaz de manejar la agenda en beneficio de los más desfavorecidos, y se ha visto atacados por dos monstruos, el de todo el aparato mediático que lo vapulea hasta el hartazgo, y el de sus guerras internas, igualmente demoledoras. De llenar la plaza del Sol a las cartas de divorcio. De una sobrada autoconfianza a verse como un pelele en manos de la ultraderecha.

La sentimentalidad de Podemos, que lo hacía un partido único, se ha confundido demasiadas veces con el exhibicionismo, haciendo de cada discusión interna un drama que poco o nada interesaba a la gente de la calle que sufre las miserias de este país. Las redes sociales han contribuido a que cualquier diferencia pareciera salida de madre. La teatralización del partido y sus dinámicas internas le han llevado a despegarse de su potencial masa de votantes, intoxicados por ese “son más de lo mismo”.

Pero si algo precipita el quiebre en Podemos, después de un año huyendo hacia delante, son las cercanías de las elecciones. Y no nos engañemos, la cercanía de las elecciones significa el reparto del poder y de los sillones, quizás, el mayor de los escollos que no consigue superar la izquierda. La generosidad -palabra tan manida que está perdiendo valor- es servir a un proyecto desde cualquier posición política. El problema es cuando todo un equipo humano ansia vivir de la política. Pablistas, errejonistas y anticapitalistas han creado estructuras internas que necesitan de financiación. Han creado, probablemente sin mala voluntad, personas que ya no saben vivir de otra manera si no es formando parte de un equipo político.

Dicen que la guerra entre Pablistas y Errejonistas es una guerra entre neocomunismo socialdemocracia 2.0, pero lo cierto es que hasta en las decisiones que más parecían distanciarles ya han elegido por Podemos. Lo han hecho los acontecimientos de un mundo a la deriva, que urge de renovar un capitalismo moribundo por algo nuevo. Y ese algo está siendo reaccionario. Ambos ven ya al PSOE como un necesario aliado para contener la tendencia ultra conservadora que viven las sociedades europeas. Iglesias y Errejon y sus respectivas corrientes, en el 90% de los casos, votarían prácticamente lo mismo en cada comunidad y sus respectivos parlamentos. Ambos opinan prácticamente lo mismo sobre feminismo, sobre luchas sociales, sobre emigración, sobre el gasto social o la relación con Europa. El problema, y de ahí viene la escisión errejonista y su batalla por el poder, son las listas. Y detrás de las listas, los sillones. Y detrás de los sillones, al final, un sueldo y vivir de la política.

El mismo problema que sucede en la elaboración de las listas para muchos municipios y las batallas entre Ganemos y Podemos varios. Unas organizaciones y otras vinieron con el fragor del 15M a cambiar la vida política porque eran otra cosa. Pero están acabando de la misma manera de siempre.

Y esa, es la mayor batalla que el capitalismo le ha ganado a Podemos.

 

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