La delgada línea que separa al ídolo del líder

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Con la muerte reciente del legendario Muhammad Ali, campeón mundial de los pesos pesados de boxeo por tres veces, se me viene a la cabeza una reflexión que andaba barruntando desde hace tiempo. 

Con la muerte reciente del legendario Muhammad Ali, campeón mundial de los pesos pesados de boxeo por tres veces, se me viene a la cabeza una reflexión que andaba barruntando desde hace tiempo. Todo ello porque solemos confundir con demasiada facilidad y condescendencia a lo que son “simples” ídolos con líderes a los que seguir.

Es habitual escuchar en diversos foros, sobre todo deportivos, la tan manida frase de “fulanito de cual es un espejo en el que mirarse” (casi siempre dirigido a algún futbolista, por cierto). Y no es mi labor en esta tribuna valorar si, en efecto, dicho deportista atesora todas las virtudes necesarias para que nuestros críos, futuro de la sociedad que les dejemos en herencia, lo tengan como referencia o palanca y punto de apoyo con el cual mover su Tierra.

Pero no dejo de pensar que las comparaciones son verdaderamente odiosas, y más con determinados personajes. Tomemos como ejemplo al llorado Muhammad Ali. Nadie discute que sea, con toda probabilidad, uno de los más grandes (quizás el que más) de todos los tiempos en su deporte. Lo que no todo el mundo conoce fue su dedicación por la defensa de los derechos civiles de los afroamericanos, por la igualdad, la libertad, actuando como un emisario de paz y concordia allá donde posaba sus zapatones.

Lejos de esa imagen frívola, díscola, esperpéntica, bocazas y burlón que daba sobre el ring, fuera de él Ali supo ser consciente que los ojos de muchos jóvenes se posaban en sus poderosos brazos y asumió un deber para el que nadie lo invitó.

En la política existen muchos más ejemplos de otra época…Nelson Mandela, Martin Luther King, Malcolm X, Lech Walesa, Indira Gandhi, Olof Palme… cada cual, con sus luces y sombras, supo ser faro y guía para una generación que abogaba por un mundo mejor.

Esa es la gran diferencia entre un “ídolo” y un “líder”. Éste último asume la responsabilidad de ser referencia para los demás, y da un paso más allá comprometiéndose en causas a los que nadie le obliga. Y esa es la enorme distancia moral entre los ídolos de antes y los de ahora. Los de antaño luchaban por dejar a sus hijos como legado un mundo mejor. Los de ahora, muestran musculitos dando gritos ridículos, o penan por los tribunales porque les han pillado en alguna triquiñuela tributaria.

Ya si les hablo de la política… apaga y vámonos. No hay quien dé la más mínima talla. Lo realmente triste del caso es que nos estamos quedando con un mundo donde se nos extinguen los líderes… y se multiplican los ídolos. Si alguien ve al maquinista, que le avise: a este paso, prefiero bajarme en la próxima.

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