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El pasado 2 de noviembre se cumplieron cien años de esta declaración, un hecho que ha pasado casi desapercibido en medio del ruido mediático sobre el procès catalán.

El pasado 2 de noviembre se cumplieron cien años de esta declaración, un hecho que ha pasado casi desapercibido en medio del ruido mediático sobre el procès catalán. Poca gente sabe cuáles fueron sus términos, cómo se fraguó y las inmensas consecuencias que acarreó, todavía presentes en el interminable conflicto palestino-israelí. La declaración, llamada “Balfour” por el nombre de su principal redactor y signatario, el entonces ministro del Foreign Office Arthur James Balfour, después de muchos borradores previos, decía así:

“El Gobierno de su Majestad (Jorge V en aquel momento) contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el status político de los judíos en cualquier otro país” .

El problema es que la expresión “hogar nacional” no tenía precedentes en el derecho internacional y era intencionadamente ambigua. No se especificaron los límites previstos de Palestina —lo que dió lugar a muchas controversias posteriores— y no se consultó a la población musulmana —que constituía el 90% de la población— o cristiana, establecida allí desde época ancestral. La segunda parte de la declaración se añadió para evitar el aumento del antisemitismo contra los judíos asentados en países de todo el mundo, ya que el establecimiento de una patria en Palestina podría tener el efecto de marcarlos como extraños en sus tierras natales. Se procuró además que el presidente norteamericano Wilson se adhiriera más tarde a la declaración, lo que provocaría que la comunidad judía de EEUU presionara por un mayor esfuerzo en la guerra, ocasionando un aumento significativo de las sociedades sionistas en el país, que hasta entonces eran escasas.

En ese momento, la región de Palestina formaba parte del Imperio turco y el mundo estaba inmerso en la Primera Guerra Mundial, que había estallado en 1914 entre la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y el Imperio ruso) y las potencias centrales (Alemania, Austria-Hungría y el Imperio otomano). El gobierno británico había reconocido el derecho a la autodeterminación de los árabes que constituían la gran mayoría de la población en Palestina, con el fin de socavar al Imperio turco, pero la verdad es que de lo que se trataba era de proporcionar esa autodeterminación a los judíos repartidos por todo el mundo. La declaración tenía que ver con la creciente influencia del sionismo —promovido a finales del siglo XIX por Theodor Herzl, un periodista judío de Austria-Hungría, que afirmaba que la única solución al creciente antisemitismo en Europa era la creación de un Estado para los judíos— y, a principios del siglo XX en Inglaterra, por Jaim Weizmann y el barón de Rothschild. Pero también tenía relación con cálculos geopolíticos —Gran Bretaña recelaba de que Francia y Rusia la dejaran sin una zona de influencia en el Próximo Oriente— y con el control del canal de Suez, y por tanto de la ruta a la India. Otra cuestión de fondo era el apoyo de la élite política británica a las corrientes evangélicas y protestantes que propugnaban una restauración de los judíos en Palestina y la necesidad de que Inglaterra —que junto con otros países europeos había jugado un gran papel en las cruzadas medievales— desempeñara otra vez un papel relevante en  la segunda venida de Cristo. La propia declaración Balfour estaba calculada para coincidir con el avance del general Allenby hacia Jerusalén, lo que desembocó en su conquista en 1917. El general declaró, al entrar triunfalmente a pie en la Ciudad Vieja, que era entonces cuando se había terminado la última cruzada.

Ya antes de la declaración, la Tierra Santa palestina había atraído a gran cantidad de peregrinos, misioneros, arqueólogos bíblicos, viajeros, cartógrafos, cónsules y miembros del Cuerpo de Ingenieros Reales, entre ellos a Thomas Edward Lawrence, el famoso Lawrence de Arabia, arqueólogo, escritor y oficial del Ejército Británico que jugó un importante papel como enlace durante la rebelión árabe contra el dominio otomano. A cambio de esta rebelión los ingleses habían prometido la creación de un gran estado panárabe con capital en Damasco. La revuelta árabe comenzó el 5 de junio de 1916, pero en mayo de ese mismo año los gobiernos de Reino Unido, Francia y Rusia habían firmado ya en secreto el  pacto Sykes-Picot, por el que los tres países habían llegado a un acuerdo para repartirse los territorios árabes pertenecientes al Imperio otomano en caso de victoria de la Triple Entente. Está claro que no pensaban cumplir sus promesas.

La comunidad cristiana y musulmana de Palestina, como es lógico, se opuso firmemente a la declaración, ya que percibía que se hacía por una potencia europea, sobre un territorio no europeo, con un desprecio total a la presencia y los deseos de la mayoría nativa residente en el territorio, y que se prometía ese mismo territorio a otro grupo extranjero. Tras la primera guerra mundial y la disolución del Imperio otomano, la Sociedad de Naciones puso a Palestina bajo el mandato británico, que entró en vigor en 1922, aunque el Reino Unido administraba ya de facto estos territorios desde 1917. Entre 1914 y 1948, la potencia colonial británica permitió al sionismo establecer en Palestina a cientos de miles de colonos judíos europeos y estableció las bases políticas, militares, económicas, industriales, demográficas y culturales del estado de Israel. Los “comités de traslado” que se establecieron desde 1930 en adelante constituían en realidad un eufemismo para no hablar de limpieza étnica.

Los hebreos dieron a esas sucesivas oleadas migratorias —cinco en total— el nombre de Aliyá o Aliá (que significa “ascenso”, se supone a la Tierra Prometida), oleadas que se multiplicaron con la subida de Hitler al poder, provocando múltiples problemas de convivencia entre árabes y judíos. Dado que el Reino Unido era ya incapaz de controlar la situación, abandona Palestina y en 1947 la ONU decide que el territorio debe ser dividido en dos estados, uno judío y otro árabe, dejando Jerusalén bajo mandato internacional. A los judíos se les otorgó el 55% de las tierras, acuerdo que no fue aceptado por los palestinos, mucho mayores en número y cada vez más arrinconados. Cuando David Ben Gurión declara la independencia de Israel en 1948, una coalición de países árabes (Egipto, Siria, Transjordania, Líbano e Irak) declara la guerra al nuevo estado. Durante esta  guerra Israel se hace con el 77% del territorio  y más de 700.000 palestinos se exilian en los países vecinos como refugiados.Lo que ha venido después —son ya 60 años de conflicto en el que el estado israelí lleva la parte del león por su mayor potencia militar y el apoyo incondicional de EEUU y casi toda Europa— es no por más conocido menos terrible: Guerra del Sinaí en 1956 y Guerra de los seis días en 1967 con la conquista de Gaza y Cisjordania, Guerra del Yom Kippur en 1973 que dio lugar a los acuerdos de Camp David en 1978, rechazados frontalmente por todo el mundo árabe, matanzas en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila (Líbano) en 1982 con el consentimiento de Ariel Sharon, entonces ministro de defensa israelí, las dos intifadas (palabra que en árabe significa “agitación” o “levantamiento”), la primera en 1987, llamada muy gráficamente “piedras contra balas” y la segunda, llamada de “Al-Aqsa”, el fracasado acuerdo de Oslo en 1993 que convirtió a Palestina en un archipiélago, haciendo muy difícil la circulación entre las diferentes zonas; en el 2000 la guerra de Gaza, bombardeada por Israel en 2008, la orden en 2009 de Benjamín Netanyahu de construir 1600 casas en territorios ocupados, la operación “Pilar Defensivo” en 1212, o, en 2014, el masivo y brutal ataque llamado “Margen Protector”, donde murieron más de 1.100 palestinos frente a 53 soldados israelíes en un ataque indiscriminado que no perdonó a los civiles y que horrorizó a la comunidad internacional.

Aparte de las acciones bélicas, hay otra guerra incesante que ha convertido a Palestina en el mayor campo de concentración a cielo abierto, como las detenciones administrativas sin cargos ni juicio, el bloqueo económico, la demolición de casas, la construcción del muro, -que sigue avanzando a pesar de haber sido declarado ilegal por Naciones Unidas-, el agua casi totalmente en manos de Israel, lo que provoca enfermedades sobre todo en los niños, la manipulación de los medios de comunicación mundiales, los obstáculos a testigos y prensa, el hostigamiento constante -incluyendo el asesinato- a la población árabe...

El objetivo patente, si no declarado, es la aniquilación del pueblo palestino, es decir, de los que irónicamente son los auténticos descendientes de los filisteos y cananeos que habitaban Israel antes de que llegaran los colonos blancos judíos. Hoy hay tres millones de refugiados palestinos repartidos por todo el mundo y los acuerdos internacionales siguen sin cumplirse por parte del estado de Israel.

La catástrofe de 1948 se excluye todavía del discurso oficial de Gran Bretaña y la élite británica adopta públicamente una posición neutral sobre el tema en forma de silencio o amnesia colectiva. El centenario de la Declaración Balfour se ha celebrado este año con una visita de Netanyahu a Teresa May, mientras los estudiantes palestinos en Jerusalén escribían cartas y las entregaban en el consulado británico para que Palestina sea convertida en estado y los ingleses pidan perdón. Como contestación a esta misma petición del presidente palestino Mahmud Abbas, la primera ministra May ha manifestado que los británicos deben estar orgullosos de haber contribuido a la creación de Israel.

Fuentes

https://es.wikipedia.org/wiki/Declaración_Balfour 
https://elpais.com › Opinión 
www.palestinalibre.org/articulo.php?a=46946 
https://es.wikipedia.org/wiki/Acuerdos_de_Camp_David
Conferencia en la Sala Paúl del 9 de noviembre de 1917, dentro de los actos “Palestina, la lucha por la justicia de un pueblo”.
Cadena Ser, Informativos de las 8 h, 2-11-2017
http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Edward_Lawrence
http://es.Wikipedia.org/wiki/Mandato_británico_de_Palestina
www.europapress.es/internacional/noticia-cual-origen-conflicto-palestino-israelí-20140729083033.html.
https://es.wikipedia.org/wiki/David_Ben_Gurion

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