Una kelly durante su jornada laboral. FOTO: CCOO.
Una kelly durante su jornada laboral. FOTO: CCOO.

Hay profesiones a las que se les tiene poco respeto, por no decir ninguno. La de las kellys es una de ellas. Las que limpian (sí, el término kelly hace referencia a LAS que limpian, porque en su gran mayoría son mujeres) no son respetadas ni por quienes las contratan ni por quienes hacen uso de las instalaciones que ellas tienen que limpiar. Es de admirar la lucha que este colectivo de mujeres (sin olvidar a algunos hombres) está llevando a cabo desde hace unos años con la que dan visibilidad a sus problemas y con la que reivindican mejoras laborales. Mejoras que van más allá del bajo salario o los impagos, que también son muy importantes. Entre los problemas a los que se enfrentan estas mujeres están problemas de salud, de conciliación o la sobrecarga de trabajo. ¿Quiénes son los culpables de esta precariedad?

Por un lado están los encargados de las empresas que facilitan los servicios de limpieza a los hoteles o los mismos hoteles en caso de que se encarguen de la contratación directa de estas empleadas. Ellos son los principales culpables. Si las trabajadoras tienen que aguantar las malas condiciones es porque ellos las implantan.

Pero además de ellos, muchos usuarios provocan la indigna situación a la que se tienen que enfrentar día a día las camareras de pisos. Al igual que ocurre cuando vamos al cine, que hay quien por norma llena los pasillos y butacas de palomitas como si no hubiera un mañana, porque total, ya vendrá otro a limpiarlas, en los hoteles son muchos los que piensan que pueden dejar todo lleno de mierda. Como no están en sus casas, para qué mantener un mínimo de orden y limpieza. En los hoteles todo vale y el pensamiento de que por haber pagado por una noche se puede dejar la habitación hecha un desastre es muy común. En el momento de dejar la habitación estaría bien echar un vistazo y pensar en que alguien va a tener que venir a arreglar el desastre. No estaría mal ponerse en su lugar de vez en cuando. Quizá así el libre albedrío hotelero no sería para tanto.

Sin el trabajo de las kellys los establecimientos hoteleros no podrían mantener una buena imagen, no serían recomendados por los clientes, los huéspedes no se sentirían cómodos en las habitaciones. Por eso, entre otras cosas, merecen que su trabajo se vea valorado y recompensado. ¿Llenarían de mierda un despacho de abogados o la consulta de un médico? El mismo respeto que se le tiene a un médico o a un abogado, hay que tenerlo a cualquier otra profesión, sea mayoritariamente de hombres o de mujeres. (Que qué casualidad, la mayoría de trabajos considerados bajos casi siempre los llevamos a cabo nosotras). Esto es una evidencia, pero merece la pena recordarlo viendo cómo se trata a algunos profesionales de sectores que aunque se consideren de clase baja, sin ellos no se podría vivir. Cansa escuchar eso de que alguien es más que otra persona por tener una carrera universitaria o por tener un puesto directivo. Podrán ganar más dinero o tener una responsabilidad mayor. Pero eso no es excusa para menospreciar a otras personas que realizan su trabajo como otras tantas.

Tener reuniones en Moncloa o con diferentes políticos, sindicatos u asociaciones está bien. Pero tiene que haber resultados. No es suficiente el hecho de que por hacer ruido un Gobierno se reúna con ellas para hacer el paripé y hacernos creer que les escuchan. Menos mal que hace unos días hubo un poco de aliento en todo esto. Tal y como informó este medio ocho kellys del hotel Barceló Renacimiento de Sevilla fueron readmitidas con mejoras en sus contratos. Pero por favor, si pensamos que se merecen mejoras en sus condiciones laborales, ayudemos también a mejorar su situación cuando nos toca ejercer el papel de clientes de un hotel.

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