Hace unos meses en este mismo espacio les contaba mi experiencia a la hora de buscar un piso en alquiler. Precios desorbitados y prisa por tener que dejar la anterior vivienda convirtieron la búsqueda en una odisea. Durante el proceso y todavía hoy, son muchos los que nos preguntan a mi pareja y a mí que por qué no nos planteamos comprar una vivienda. Yo siempre les miraba con cara de resignación y respondía lo mismo: ¿Qué banco va a otorgar un préstamo a una persona con un contrato en formación, a otra que aunque sea en la misma empresa va encadenando contratos inestables y sin ser mileuristas ninguno de los dos? Entonces era cuando los que habían preguntado se callaban.
Aun así nosotros nos planteábamos que de aquí a tres años (tiempo de duración del actual contrato de alquiler) si la situación mejoraba, quizá sería el momento de intentarlo. Hablo en pasado porque desde hace dos semanas no creo que me vuelvan a preguntar sobre por qué no adquiero un piso en propiedad. Y si lo hacen a mi respuesta tendré que añadir que Pedro Sánchez ha aportado su granito de arena para que no pueda ni planteármelo. A esto sumo que trabajo como recepcionista en una inmobiliaria. Algo que aporta aún más inseguridad a mi poca estabilidad.
No hay que olvidar que el primer culpable de esta situación es el Tribunal Supremo, tanto por las decisiones tan contradictorias que ha tomado en las últimas semanas sobre si son los bancos o los clientes los que tienen que pagar el AJD (impuesto de las hipotecas) como por la poca credibilidad que tiene después de esto. Pero hay otro gran culpable. El Gobierno se ha precipitado quitando la razón a la decisión final del Tribunal. Por encima del poder legislativo, ejecutivo y judicial está el poder de los bancos. Y el presidente del Gobierno y su equipo, aun sabiendo esto, han preferido implantar una medida populista que lo único que va a conseguir es que los bancos, como se dice vulgarmente, ‘nos la metan más doblada si cabe’ con otros tipos de impuestos y comisiones y que resulte más complicado todavía que concedan un préstamo hipotecario.
“La democracia es también que no siempre paguen los mismos”, dijo el presidente hace unos días en una de las tantas justificaciones de su decreto ley. Pero lo cierto Señor Sánchez es que siempre pagamos los mismos. Si no pagamos por el AJD, ya nos lo cobrarán por otro lado. Y no hay que dejar pasar que la nueva norma aprobada la semana pasada por el Consejo de Ministros dice que el banco no tendrá que pagar este polémico impuesto cuando se trate de propiedades adquiridas por el Estado, los partidos políticos o la Iglesia. Pero no nos engañemos. No es que lo vayan a pagar ellos, es que al igual que antes estas instituciones están exentas de este impuesto.
Pedro se ha marcado un Aquarius de la vivienda, una exhumación de Franco de lo más inmobiliaria. Las decisiones de permitir que el Aquarius atracara en España y de exhumar al dictador fueron positivas. Pero solo a priori. A posteriori de lo único que se trata es de medidas populistas que dan visibilidad al Gobierno pero que no solucionan nada. El problema de inmigrantes y refugiados continúa igual que antes del Aquarius. Eso sí, Pedro consiguió que cadenas de televisión, radios y periódicos de todo el país no hablaran de otra cosa. La exhumación de Franco ha provocado el despertar de algunos franquistas y ha traído consecuencias como la violencia. Y habrá que ver dónde termina enterrado. Dar demasiado bombo a este tema en lugar de llevarlo a cabo de forma más silenciada convierte al presidente en algunos medios en una especie de héroe de la democracia. Al final lo que está logrando Pedro Sánchez es hacerse fotos y parecer bueno. Y lo que no podemos perder de vista es que lo que está consiguiendo con su demagogia es hipotecarnos en algo más grave que en lo económico. Nos hipoteca en la inestabilidad, en la inseguridad y en la constante decepción.
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