Una mujer colocando el cartel de alquiler.
Una mujer colocando el cartel de alquiler.

Hace unas semas vi un reportaje en televisión en el que preguntaban a varios jóvenes sobre los planes de pensiones y la jubilación. Lo que querían demostrar era que muchos no sabemos en qué consiste un plan de pensiones y no conocemos cómo va lo de la jubilación. Me sentí identificada con todos los entrevistados de entre 20 y 30 años que aseguraban que no pueden plantearse ninguna de las dos cosas. Ambas cuestiones implican pensar en futuro. No negaré que es importante vivir con previsión pero, ¿cómo vamos a pensar en algo que ocurrirá dentro de más de 30 años si nos es casi imposible pensar en el presente?

Si estos días he recordado dicho reportaje es por haber vivido en primera persona la odisea que supone alquilar un inmueble. Les pongo en situación: una pareja cercana a los treinta años se ve obligada a cambiar de vivienda porque la arrendadora de la propiedad en la que están actualmente quiere entrar a vivir en ella. Comienza la búsqueda. Lo primero que te encuentras son precios desorbitados. Existen tres años de diferencia entre el comienzo del alquiler anterior y el futuro. El cambio es abismal.

Una vez que te dicen que te tienes que ir y miras por encima los precios actuales, el primer paso es asumir que uno de los dos sueldos va a tener que destinarse de forma íntegra a la mensualidad de alquiler (sin gastos incluidos, por supuesto). A esto hay que añadir que el primer mes hay que desembolsar la primera mensualidad, la fianza y casi seguro una mensualidad más añadiendo el 21% de IVA correspondiente por los honorarios de la inmobiliaria, porque raro es encontrar un inmueble en el que no haya mediación de una agencia. En definitiva, para entrar a vivir en un piso hay que desembolsar aproximadamente dos mil euros como mínimo (al menos en una capital). De ahí hacia arriba.

Una vez asimilado que esto va a ocurrir comienza la filtración en los buscadores de Internet. Observas los precios y vas filtrando cada vez más. No es hora de ponerse exquisitos. No pides mucho. Un inmueble pequeño, sin nada de lujos, sin importar si tiene o no ascensor, dando igual si es un primero o un quinto. Solo quieres que el lugar en el que vas a vivir durante los próximos años no sea un zulo sin ventanas en un barrio de dudosa seguridad. Solo pides un piso en una ubicación segura y con espacio suficiente para dos personas.

Cuando seleccionas los que más te gustan (o mejor dicho, los que menos te disgustan), gestionas algunas visitas y conoces a los propietarios. Ven a una pareja joven, les cuentas que ambos trabajáis y que necesitáis un inmueble durante un periodo largo de tiempo. Hasta ahí todo maravilloso. Hasta que les envías nóminas y contratos y todo se tuerce. Porque cuando tienes menos de 30 años estás abocado a los contratos en formación. Entonces ya no gusta tanto. Y si los sueldos no llegan a las cuatro cifras ya ni hablemos.

A ti lo que te entran ganas de responder es que llamen a tu anterior casera y le pregunten si alguna vez te has retrasado o si has incumplido un pago, o en qué condiciones has dejado el piso al marcharte. Ese sería un gran aval. Porque cuando eres trabajador y responsable frustra tener que pedir a tus padres y tus suegros que ejerzan de guardaespaldas. Si no fuera suficiente con estos obstáculos, en el camino te encuentras con un propietario que se niega a alquilar un inmueble a parejas porque existe la posibilidad de que rompan, porque no cree en el amor. Así que no, el amor no puede con todo. Si además preguntas a los arrendadores de los inmuebles sobre si depositarían la fianza en la Junta de Andalucía para que por ejemplo tú puedas acogerte a ayudas para el alquiler, les falta reírse en tu cara.

Durante la búsqueda escuchas a muchas personas de tu entorno decir que por qué no compráis una casa, que hoy en día los alquileres se han disparado y las ventas todavía están algo más moderadas, que alquilar es tirar el dinero. Personas que parece que se olvidan de que para adquirir una vivienda primero tienes que pasar por la concesión de una hipoteca y un desembolso inicial que en según qué condiciones laborales es imposible poseer.

Y te desesperas más, porque llegas a pensar que el momento de adquirir una propiedad no va a llegar nunca. Por mucho que trabajes y des todo de ti en cada empleo ves muy lejos un futuro estable. Aunque en este caso hable de mi generación y de un hecho personal esta situación  es extrapolable a personas de todas las edades, a personas que quieren alquilar un inmueble solos, a familias, trabajadores, estudiantes o pensionistas. Pues eso, como para pensar en pensiones y jubilaciones. Como mucho esto da para plantearse cuánto tardará en llegar una nueva crisis económica, porque lo que está claro es que hemos vuelto de lleno a la burbuja inmobiliaria.

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