En la actualidad, los jóvenes tenemos que lidiar a diario con todo tipo de desplantes por parte de los que ya no lo son. Desplantes de todos los colores y sabores, para que elijas el que más te guste. Desde reírse de ti porque no te sacas el carnet de conducir, criticarte porque te niegas a trabajar 50 horas estando asegurado 30, y sin olvidarme de los que se llevan las manos a la cabeza porque hay quienes prefieren opositar antes que acceder a la empresa privada.
Resulta complejo definir lo que sentí cuando leí diversos titulares esta semana sobre el descenso de jóvenes que se sacan el carnet de conducir. En esta vorágine de nesting, coliving y demás idioteces para que, en definitiva, aceptemos que es guay vivir peor que nuestros padres, la última gracia que hemos tenido que sufrir es que los jóvenes no queremos conducir.
Los jóvenes no quieren conducir. Sacarse el permiso B es carísimo: las tasas, los tests y las clases prácticas son imprescindibles y, en consecuencia, obligan a pasar por caja. Pero es que, una vez lo tienes, el permiso B requiere un vehículo para poder sacarle partido. Vehículos que no son baratos y que no funcionan sin combustible. Y viendo los precios de los combustibles, he de decirles que Mbappé parece hasta barato.
Los jóvenes no quieren nada. Son unos flojos. ¿Te ofrecen trabajar estando la mitad del tiempo asegurado y lo rechazas? Vaya tela, los jóvenes no quieren trabajar. No pretenderás que sin experiencia te regalen la luna, ¿verdad? Aunque luego el trabajo a desempeñar no tenga nada que ver con aquel para el que te contrataron. Igual alguno cree que los jóvenes lo que queremos es estar eternamente de prácticas. ¡Pero si hay gente de mi edad que lo primero que hace al levantarse es mirar Infojobs!
¿Qué nos queda? A los jóvenes se nos grita en la cara la palabra precariedad. Precariedad en todo. O te apellidas como el dueño, o emprendes, o haces una oposición, o te vas de aquí. Ese es el país que nos han dejado.
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