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Por fin estamos en puertas de una de esas fechas marcadas con rotulador fluorescente en el calendario de pared de la cocina. Es Jueves Santo, y esta noche… Madrugá. Los hay que vestirán sus mejores galas para echarle un pulso al calor, al bostezo y el dolor de pies, y permanecer en vigilia lo que el cuerpo aguante, acompañando con mayor o menor devoción las salidas procesionales, que no son pocas.

Los amantes de nuestra Semana Santa, mirarán de reojo el cielo, esperando que se obre el milagro del firmamento yermo, del viento en calma y de la temperatura agradable. Milagro que parece ser ya se ha obrado desde el comienzo de la fiesta (algo poco habitual) evitando así el desconsuelo y los llantos de los más comprometidos con sus respectivas cofradías.

Hay otros que cogen carretera y manta, prefiriendo sumergirse a pulmón y sin botella en las muchedumbres de Sevilla, a fuerza de pisotón y codazo (piadoso, eso sí, que la Pascua es la Pascua), y sentirse macarenos por una noche al año.

Eso, en la acera cristiana practicante.

En la agnóstica, o en la de los cristianos que simplemente no comulgan con esta fiesta, los hay que decidirán convertir esta noche en un nuevo botellón, o que despertarán mañana en una cómoda cama desprovista de lujos, en una casita rural allá en la sierra. O, por qué no, si el bolsillo lo ha permitido, a orillas del Támesis, el Sena o el Tiber, en uno de esos puentes de fin de semana que no solamente recuperan el cuerpo sino el espíritu.

Sea como fuere, disfruten de este día y los siguientes. Déjense llevar por el olor a incienso, azahar y cera derretida… o por el aroma de pinsapos, quejigos y encinas. Escuchen el marcial redoblar de los tambores, las estridentes trompetas y las saetas que rompen el silencio… o, si lo prefieren,  el  murmullo del río Majaceite, el silbido del viento en el puerto del Boyar o el tímido aullido de algún lobo solitario a esa luna llena que esta noche brillará radiante, como sol de madrugada.

En todo caso déjense cautivar por la erótica de los sentidos, de los cinco sin excepción, que Jueves Santo solo hay uno al año y debe ser fiesta. Carguen pilas, por el amor de Dios, que el año promete ser largo, penoso, duro… como el fatigoso caminar de los desfiles procesionales por nuestras calles, o como el sendero que conduce de Benaocaz al Salto del Cabrero.

Ante todo, adoren a su Dios. Sea el del martirio en la cruz, o el que mece las hojas con la brisa o repiquetea en las tejas con gotas de lluvia.

Y tanto unos como otros, tengan cuidado con el coche. Pasaré lista el jueves que viene y no quiero que me falte nadie.

Feliz Madrugá para todos.

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