No es nada nuevo. Los aullidos vienen de lejos, de muy lejos. Todas en algún momento de la vida hemos sentido la mano peluda de un mal lobo tocándonos el culo y la dignidad. Un mal lobo, o un imbécil.
Una jauría de monstruos con formas diversas, cuya sombra lo impregna todo y contamina lo que toca. Yo la he visto en las fiestas primaverales y barriladas, en las cervezadas, en los cotillones, en la feria, en las discotecas, en los bares, en el autobús, al acecho en muchas multitudes y actitudes. Imbéciles peligrosos sedientos del beneplácito de la voluntad herida, se aprovechan de las grietas y los trenes baratos. Se alimentan de los pasos vacilantes de la juventud. De los lobos, y todos los seres, la peor estirpe es la de los que olvidan que tienen o tuvieron madre.
Imbéciles de antología. Y los hay, y muchos. Y hasta hoy, protegidos, silenciados, camuflados entre más imbéciles, clónicos, con la lengua intoxicada que les abre paso: Y esa es una calientapollas que habla con todos los tíos; es que tu amiga es muy guarra; te vas a poner más vista que el tebeo; Fulana es ligerita de cascos; qué facilona es Mengana; qué buscona es Sultana, ¿has visto cómo se viste la puta esa?.
Y cuánta perdida y tonta, sin guía, también, y tan sola, que confunde a un imbécil con un refugio. La libertad en los bosques oscuros es peligrosa. Y no nos enseñaron a protegernos de las esquinas ni a abrir los ojos en los portales. Y demasiado tiempo nuestro cuerpo ha sido campo abonado donde fermentan los prejuicios. Ahí, donde la herida es más profunda e irreparable y el desvalimiento y la fragilidad actúan de reclamo para el macho cabrío que acude, descerebrado y salvaje, a rematarse a sí mismo también.
Claro. Yo también he sido una chica idiota y eufórica, con deseos de disfrute y desenfreno, con minifalda y dieciocho años, hambrienta de baile y amor. Yo también he sido buena loba a la búsqueda de un lobo bueno, para jugar juntos, cuando hemos querido ambos.
No es nada nuevo. Lo que ocurrió hace dos veranos, ha pasado siempre. Pero ahora empezamos a identificar los sonidos, los olores y clasificar a las alimañas según su grado de imbecilidad feroz, para borrarlas, extinguirlas del todo.
Después del asco, la perplejidad, el ruido y el horror, sobreviene el dolor, pero también hay calma y conclusiones: no está todo tan podrido, y nosotras (y nosotros), estamos aprendiendo a actuar en grupo. No somos manada, somos civilización, y nuestros mecanismos de defensa, quiero pensar, son cada vez más eficaces.
Qué buscona es Sultana: Sultana que busque, que viva, que disfrute lo que quiera. Sultana es libre. Sultana tiene derecho a vivir como le venga en gana.
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