El Planeta se va por el desagüe, pues no. Dinamarca construye un muro, dicen que contra los jabalís y resulta que llegan nadando o lo saltan, pues no. La escuela pública es igualdad social y democracia, y separación Estado-Iglesia, pues no. La sanidad pública es atención e investigación, pues no. La universidad pública es docencia e investigación, pues no. Pues yo no me abstengo, pero no vuelvo a votar. Y vosotros podéis iros a vuestras casas a dar la vara.
No es Política sino cuitas de los políticos mediocres lloriqueando, y son varios, lo que ha anegado y encenagado el espacio público y publicado, No hay forma humana de encontrar publicado en lugar llamativo nada que de verdad sea interesante o importante. La nueva puesta en escena del Requiem de Mozart, de Romeo Castellucci, recién estrenada en Ais-en-Provence y retransmitida en directo por arte.tv, por ejemplo, o propongan ustedes otra cosa. Precisamente réquiem significa paz, silencio, tranquilidad y eso es lo que estos ventrílocuos de los verdaderos malabaristas de las palabras no se pueden permitir: dejarnos en paz.
España-entera-se-ha-convertido-en-un-gran-almacén donde sale ruido con ritmo por los altavoces a todas horas. Un ruido ensordecedor que nos persigue, un chunda chunda de majaderías inacabable, para que como en esos grandes almacenes terminemos comprando algo para poder marcharnos de allí, que es a lo que fuimos y lo que creemos que debemos hacer.
Atosigamiento, barullo, atropello permanente con unas disputitas que ni son suyas, se las construyen para sus mediocres figuritas, porque solo unos mediocres aceptarían salir ante el público con esas reyertitas de patio de colegio, exigiendo que le den el balón para jugar él solo, por ejemplo. O ese otro “que yo no he sido”, y todas las demás pamplinas dichas por jóvenes ya creciditos que luego hablan de la Patria, la quieren dirigir, saben adónde llevarla y se consideran profesionales ¿de qué?
Es la táctica del atragantamiento, armar un gran cisco para que les demos la perra gorda. Y no es solo porque nos consideren, en verdad, manejables sin más, es porque ellos no saben ni pueden hacerlo mejor. Son ventrílocuos de unas personas a las que solo les interesa ganar. Y todos ellos han convertido el espacio público y publicado en un ambiente infumable. Eso no es la Política, en mi opinión, y ahora comprendo por qué resisto mal la situación cuando se me dice que la Política es el ir y venir de diatribas pigmeas que con sus querellas nos muestran lo que el ruido no nos deja ver: que son unos incompetentes, unos incapaces y muy mentirosos.
Y no empecemos ahora con las equidistancias porque todos no son iguales. Eso quieren ellos que pensemos y la táctica es la de la cama de Procusto: a quien proponga algo mejor y saque la cabeza cortarle las piernas para que baje su estatura. No creo, personalmente, que todos sean iguales. Y aquí cada quien pondrá como el bueno al jefe de su cofradía, claro. El mismo problema. ¿Es sano pertenecer a una cofradía? ¿Deja ver con ojos limpios lo que pasa y cómo ocurre la pertenencia a una hinchada?
Los escaños son legítimos, los mismos escaños quedan convertidos en sillones y ya suenan muy mal. Qué curioso, ¡qué ladino! ¡Qué falsedad! Reconocidos prestigios que los presenten los otros; ¿y tú, o tú, o el otro?, ¿qué prestigio ni prestigio tienes para presentar?, que vamos a ver si lo conocemos para poder reconocerlo.
No hace falta que hablemos de Mozart. Hablemos de “Die Kommune”, o de lo que ustedes prefieran. Una película sin pretensiones que no quiere ser ningún resumen de ningún mundo completo y que resulta ser un cuadro de realidades mundanales sobre personas que hacen Política viviendo sus vidas pequeñas y cotidianas, y los espectadores descubrimos lo grandes que son, en realidad, esas vidas cotidianas; lo importantes y lo sabrosas que son las vidas que se viven con intensidad y sin aspavientos ni voces engoladas.
“La comuna”, por ejemplo, es otra gran cosa con la que no nos tropezamos fácilmente, pero tenemos que aguantar, pongamos, a un Primitivo España, solo un ejemplo, a todas horas dando la vara, un síntoma de la mediocridad más pura y absoluta; un diamante de la obcecación por pulir.
Yo prefiero jugar al mus con mis amigos, aunque no tenga que hacerlo todos los días. Hoy me voy a ir a beber cerveza con ellos, a charlar de cosas sin importancia, pero vamos a intentar hablarlas con toda la trascendencia del humor que nos sea dado usar. Vamos a reírnos; vamos a besarnos. Como en “La comuna” alguien va a decirle a alguien que puede, que puede besarle y le va a besar, y ese permiso, dado y recibido, resulta que alcanza una tensión erótica y dramática que también yo desconocía y resulta exquisita. Esto es Política y no el mareo de la perdiz que se traen unos adolescentes ya crecidos que dicen no sé qué de unas patrias y de ponerle, por fin, una letra a no sé que música.
Escuchen, yo con subtítulos, el carpe diem que canta Benny Holst mientras la gente se quiere con ternura en una cama que cruje con ternura. Esto es Política. La selección de los nuevos habitantes de la comuna, cómo una madre pide perdón a su hija; cómo el extranjero es aceptado aun cuando no puede pagar su alquiler, pero sin una caritativa corrección política. Esto es Política y no “políticos sin límites”, que deberían fundar una asociación. Mejor no.
El cómo hemos llegado a todo esto sería ahora largo de contar, pero si nos damos cuenta de ello podremos empezar a vivir nuestras vidas y a vivir con nuestros convecinos. Acotar la diferencia entre Política y cuitas de políticos incapaces, y sacarlos de nuestro espacio común excepto cuando hablen de Política. De varios políticos incapaces, que no todos lo son. Busquen bien y no se den ustedes, a sí mismos, gato por liebre.