Veo una doble moral importante en negarse a homenajear, aunque sea por cumplir, a una presunta culpable.
Ayer nos despertamos con una noticia de las que no dejan indiferente a nadie. Rita Barberá, la que fuese alcaldesa de Valencia desde 1991 hasta 2015, fallecía de un infarto en Madrid. Hasta el martes su nombre había estado en boca de los medios de comunicación y de la sociedad porque tenía que enfrentarse a la justicia por su imputación en distintos casos de corrupción.
Las reacciones, como siempre, han sido dispares. Algunos lamentan su fallecimiento, además clamando su presunta inocencia; otros lamentamos su muerte, como la de cualquier ser humano, al margen de que éste nos generara simpatía, antipatía o indiferencia; y otros, incluso, están celebrando su muerte alegremente. De todo tiene que haber en la viña del Señor, como reza el refrán.
En el Congreso, los diputados de Unidos Podemos se han negado a hacer un minuto de silencio en su memoria, alegando que no pueden homenajear a alguien relacionado con la corrupción. Desde un punto de vista estrictamente político, es razonable. ¿Pero desde un punto de vista humano? Estos mismos sí han homenajeado a su camarada Andrés Bódalo, encarcelado por agredir a un edil socialista en 2012, clamando su libertad. Veo una doble moral importante en negarse a homenajear, aunque sea por cumplir, a una presunta culpable, pero en sí homenajear a alguien que ha sido declarado culpable y está pagando por su delito.
A mi modo de ver, Rita Barberá no ha podido morir en momento más inoportuno. Podría demostrarse su presunta inocencia o su presunta culpabilidad. ¿Qué pasará a partir de ahora? Poniéndome 'conspiranoico' y sabiendo que no es la única imputada del Partido Popular, puede que se convierta en cabeza de turco de algunos de sus compañeros de partido, siendo no solo considerada culpable de sus presuntos pufos, sino de pufos ajenos. Repito, esto es un pensamiento en voz alta que no tiene por qué corresponderse con la realidad, pero de todo puede ocurrir.
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