Hombres violentos y pendencieros

¿Quién sería ese tipo 'machirulo' cuando hubiera sido juez, si es que lo fue? Hay demasiados hombres enemigos del resto de los hombres, porque son enemigos de sí mismos.

Un cartel de carnaval.
Un cartel de carnaval.

No importa, ahora, si hablo de un lugar, porque me doy cuenta, nos damos cuenta, de que a quienes tememos son una categoría de hombres violentos cargados de una hombría repugnante que da para que otros hombres los temamos. Existen también esas amenazas de unos hombres contra otros, y sus agresiones. Me refrescó la memoria, en la que los tuve siempre presentes, una amiga reciente que me advirtió que tuviera cuidado si había fiesta por la noche en la plaza, que siempre había peleas.

Salí del lugar donde esta mujer me ayudaba y me subí a un taxi. Uno, no todos ni el taxista universal. Abrí la puerta, me senté y al momento sentí que la humedad del asiento traspasaba mi pantalón. Me corrí al otro lado y se lo dije al taxista, que me ignoró completamente. Abruptamente saltó con que había llovido y sería eso, pero no había llovido en toda la tarde y se lo dije. En esto llegamos. Para pagarle, le dije que bajaba del auto para darle el dinero, que tenía en el bolsillo. Se bajó el tipo también.

Me dijo que le mostrara la mancha. ¿Cómo?, contesté. El tipo me dijo que "aquí no te vamos a consentir esas burrerías", claramente por mi acento. El tipo me retaba, su lenguaje corporal anunciaba una agresión y me largué en cuanto le hube dado el dinero. Un delincuente y nada más.

A partir de ese momento renuncié a las noches y volvía antes de que oscureciera, aunque suene un tanto absurdo porque también por el día se sufren agresiones. Incluso de un vejestorio decrépito que se anunciaba juez y me mandó a callar. Le dije, porque era verdad, que no le escuchaba lo que me decía y, nadie sabe por qué, cambiaron las tornas y me dijo que me lavara las orejas y ahí quedó su magistratura de la Ley. ¿Quién sería ese tipo machirulo cuando hubiera sido juez, si es que lo fue?

Hay demasiados hombres enemigos del resto de los hombres, porque son enemigos de sí mismos. Tratan de compensar a saber qué falencias mediante la violencia contra los otros hombres, a quienes identifican con un aspecto diferente a su ideal de hombres. El presunto juez y el portero del baño, cojo y malhumorado que me afrentó porque le pedía jabón antes que pagarle los céntimos, ya que había comprobado que no lo había en el interior y yo solo necesitaba lavarme las manos.

Repugnan esos hombres machirulos contra los otros varones. Deberían buscar ayuda, en lugar de obligarnos a encontrarla a los varones que no buscamos pelea. U obligarnos a renunciar a las noches, dadas al exceso de consumo de alcohol, que desbrida las violencias. La oscuridad es también el refugio de los canallas, desgraciadamente.

Sorprendente. Más, inquietante leer una pancarta institucional de lado a lado de una calle donde se dice: “¡Cuida tu vida y la de los demás! Disfrutemos el carnaval sin violencia”. ¿Se puede esto creer? Y sí, se puede y se debe. Las noches, porque las fiestas más peligrosas suelen volverse las nocturnas; las noches son también, lamentablemente, el refugio de varones que no saben quiénes son o no pueden reconocerlo, y gritan desesperadamente con violencia. Una violencia que, según la pancarta, pone vidas en riesgo. Nos expulsan del espacio público, nos impiden disfrutar de una verbena por su amargura.

Los hombres pendencieros también habitan en la política, incluso llegan a las altas magistraturas, se convierten en ejemplo, golpean con graves insultos a sus competidores o con las policías a sus órdenes a sus oponentes. La violencia de esos hombres pendencieros, de todos los hombres pendencieros, tiene que acabar. Da lo mismo si conducen como locos o si buscan pelea. Da lo mismo si son chulos de verbena u ocupan cargos, los que sean. Siempre se meten contra los que creen más débiles, y luego se hacen las víctimas. Nadie se mete con ellos, son puros depredadores. Nada que ver con eso que llaman la naturaleza humana.

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