monasterio_sigena.jpg
monasterio_sigena.jpg

Sigena es un símbolo para los nacionalistas catalanes, pues allí está enterrado un poderoso rey aragonés que también fue conde de Barcelona y ellos pretenden maliciosamente que la gente confunda a los reyes de Aragón como si fueran realmente reyes de Cataluña.

Villanueva de Sigena es un pequeño y tranquilo pueblecito de menos de 500 habitantes enclavado en los Monegros, dentro de la provincia de Huesca, que en otra época alcanzó gran pujanza por situarse allí el Real Monasterio de Santa María, del siglo XII. Dicho convento fue mandado erigir por Sancha de Castilla, reina consorte del rey Alfonso II de Aragón, y en ese lugar está enterrado, fuera del recinto sagrado, su famoso hijo, el rey aragonés Pedro II y conde de Barcelona, apodado el católico, que curiosamente fue excomulgado por el mismo Papa que lo coronó, Inocencio III. Pues bien, ese recinto religioso ha sido paulatinamente expoliado, por contener grandes riquezas artísticas.

La decadencia y la pérdida de su patrimonio comenzaron con la desamortización de Mendizábal, que forzó que tuviera que abandonar el recinto la comunidad de monjas hospitalarias que lo regentaba. Por ello, desaparecieron muchos de sus bienes, pero incluso después, cuando volvieron las religiosas, éstas enajenaron otras muchas piezas, incluido un valioso retablo del siglo XVI.

A pesar de que en 1923 el recinto fue declarado monumento nacional, la pérdida de patrimonio continuó. Así, el 22 de julio de 1936, cuatro días después del estallido de la Guerra Civil, milicianos anarquistas procedentes de Barcelona incendian y saquean el convento. Tras ello, las hermanas mudan a Lérida los escasos bienes que pudieron salvar. Pasados unos meses, el 1 de octubre de ese mismo año, el controvertido José María Gudiol i Ricart, marchante de obras de arte, arquitecto y restaurador, natural de Vich, aparece en el pueblo con dos colaboradores. Se gasta 4.00 pesetas de aquel tiempo en los trabajos de extraer los frescos de la pared de la sala capitular que no habían sido afectados por el incendio y se los lleva, sin autorización de las monjas ni de la Dirección General de Bellas Artes de la República. Lo sospechoso de estos acontecimientos es que este personaje previamente, en abril de 1936, se había pasado por el convento y había fotografiado lo que luego arrebató por su cuenta, con el pretexto de enviar un reportaje de las pinturas murales a una casa de arte norteamericana. Esos frescos reposaron durante toda la contienda en Barcelona en la Casa Ametller, donde el arquitecto tenía su taller, hasta que en 1940 se exhiben en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), como si fueran de origen catalán. Ya en 1939, terminada la guerra, la diputación de Huesca había solicitado la devolución.

En 1960 Juan Ainaud de Lasarte, director en ese momento del MNAC, arranca por su cuenta lo que queda de la sala capitular y se apropia también de 50 metros cuadrados de un friso de pinturas profanas que representan batallas y un trozo de la techumbre de esa sala. Y en 1961 expone esas decoraciones laicas en el museo, aprovechando una exposición internacional de arte románico, fingiendo que procedían de un castillo de Lérida y ocultando su verdadero origen. Se ha acreditado que también trasladó pinturas del refectorio, pero éstas están en paradero desconocido, por no haber ningún testimonio fotográfico de las mismas. Hasta 1990 no se descubriría el engaño y que el friso no era catalán, sino que procedía realmente de Sigena.   

En los 80, las monjas de Malta abandonan el convento y se desplazan a Barcelona, vendiendo sucesivamente en 1982, 92 y 95 un total de 97 piezas originarias de Sigena, entre ellas tablas lujosamente policromadas, con permiso eclesiástico, pero sin el consentimiento del Gobierno de Aragón. Consecuencia de ello, esas transacciones se han declarado ilegales y, por tanto, nulas. Hoy 44 de dichas piezas siguen depositadas en el museo diocesano de Lleida, pendientes de su devolución, y dos telas han desparecido. Desde 1985, hasta ahora, el cenobio es ocupado por otra orden religiosa: La Familia monástica de Belén. Para mayor lío, en 1995 la parroquia de Sigena, junto con otras de la franja aragonesa, deja de pertenecer a la diócesis de Lleida y pasa a la de Barbastro-Monzón, ante la posibilidad de que se pudiera constituir una Conferencia Episcopal Catalana independiente de la española.

Lo que se observa en este proceso sistemático de despojo de los bienes de Sigena es un vergonzante trasfondo político. Se ha querido sustraer no sólo el patrimonio de un pueblo, sino también su memoria. Sigena es un símbolo para los nacionalistas catalanes, pues allí está enterrado un poderoso rey aragonés que también fue conde de Barcelona y ellos pretenden maliciosamente que la gente confunda a los reyes de Aragón como si fueran realmente reyes de Cataluña, cosa que nunca han tenido. Con ese trasvase sistemático de bienes a Cataluña se ha querido magnificar la historia de una región que es mucho menor de lo que se difunde y apropiarse de emblemas foráneos. ¿Qué será del Museo Nacional de Cataluña si se esfuman las piezas de otras regiones? ¿Qué  propaganda de la hipotética nación catalán habrá que desterrar para siempre?   

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído