Hace cuestión de algo menos de un año andaba por Comedia a eso del mediodía, cuando todavía te ponían una tapita si pedías algo. Todavía era muy pronto y no había prácticamente nadie, así que pude parar a Juan Narváez para hablar de la situación. Naturalmente, le pregunté por la pista de baile y su respuesta me dejó sin saber muy bien que decir, ya que aplicó a la perfección la ley de la oferta y la demanda.

El aforo no podrá ser el mismo y va a haber más gente que va a querer entrar. Habrá que subir el precio". Podría haberle contestado que eso estaba feo (por si colaba), pero como economista estaba en shock, deslumbrado por aquel razonamiento básico tan aplastante. Por eso, cuando después de la reapertura de la pista hace un par de semanas empezaron a pedir 10 euros no me chocó tanto, ya venía prevenido.

Y es que efectivamente, parece que todo el mundo se ha tirado en masa a la calle a intentar entrar en una discoteca. Es como una pequeña revolución, un tumulto mayoritario que lucha por tener una copa en la mano y poder escuchar un poco de reguetón. Sitios en los que en un viernes de hace tres años podía no haber nadie ahora hay problemas de aforo. Se amplía por lo tanto la apertura a otros días de la semana, hecho que en su día era impensable. Sin embargo, todo parece insuficiente y se tiene que acabar recurriendo a medidas drásticas como vetar la entrada a quienes todavía no hayan cumplido los 20.

Quizá el mejor término para esto sea el de histeria colectiva, que la RAE define como “comportamiento irracional de un grupo o multitud producto de una excitación”. Y es que, la fiesta se extiende por toda la ciudad. Por ejemplo, el final de la Calle Zaragoza es otra locura. Pero es que el sábado fuimos al polígono industrial de la Avenida de Europa a ver si aquello estaba más tranquilo (lo dimos todo el viernes y no íbamos con expectativas de más fiesta), y cuando llegamos había coches aparcados hasta en la acera. En este nuevo escenario, ir a contracorriente no significa salir a otro sitio, significa directamente no salir.

Por último, sobre la música hubo un pequeño detalle que me hizo mucha gracia. En un cartel para el viernes llegué a leer “Música 100% comercial”, queriendo dar a entender que ahora van a pinchar en pista solo reguetón y trap, dejando atrás aquello de poner lo mejor de los 70, 80, 90 y 2000. Sin embargo, también es interpretable como: “Os vamos a poner lo que queréis pero que sepáis que es solo un producto comercial de mierda y bastante refrito”.

Dicho todo esto, no quiero que se me malinterprete. No estoy en contra de que todo el mundo se tire a la calle ni de que vuelva la música de perreo, de hecho, soy partícipe (si no lo hubiera vivido no podría estar comentándolo). Solo que eventos así merecen ser contados y que queden para la posteridad aparte de para la reflexión. Que luego no digan que no lo dimos todo.

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