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Se ve que el debate catalanista está afectando a todos los ámbitos de nuestra sociedad al punto que parece que estemos siendo testigos de cómo el perol se calienta más y más, y el caldo amenaza con rebosar entre espumarajos dejando la cocina nacional hecha unos zorros, si la sensatez no lo remedia.

Y quizás por ese mar de fondo independentista, nos hemos dado de bruces con el Día de la Hispanidad más enfangado que recuerden generaciones. Y no es cuestión de culpar a unos u otros… cada cual esclavo es de sus palabras, y en un país donde nos jactamos de ser librepensadores y libreopinadores, la controversia está asegurada, y más en posiciones tan diametralmente opuestas.

Pero digo yo, que no todo será blanco o negro. Que yo no me sienta monárquico, no me da derecho a “cagarme” en una institución en la que sí creen muchos de mis compatriotas. Dicen que la libertad individual termina en el momento en que coarta de la de otro individuo. Este es el caso. Si quieres ser respetado, respeta

Ahora bien… que no me den la “fórmula del perfecto español”, porque no existe. Porque si ser español consiste en ser taurino, ultra católico, y chauvisnista… perdónenme, pero yo me bajo en la próxima, aunque sea la ciudadanía de Costa de Marfil.

¿Quién se cree con derecho de decir cómo debe sentir, y qué debe pensar un “español”? Cada cual, como con la religión, vive el patriotismo a su manera, propia, definida, única e inimitable. No vengan a darnos lecciones de patriotismo a quienes no comulgamos con las señas rancias y caducas de un país que, gracias a Dios, ha evolucionado y se ha modernizado lo suficiente para aguantar debates de gran calado ideológico.

Que me perdonen los Willy Toledo, los Kichi y Pablo Iglesias por un lado y los Inda, Marhuenda, Rajoy por otro. Pero mi manera de ser español es muy diferente a las suyas, y no por eso es menos legítima. En algunas cosas coincidiré con unos, y en otras con aquellos… puede que hasta coincida con ambos en determinados aspectos. Pero nadie va a adoctrinarme con su Manual del Buen Español a estas alturas de la película. Ya somos todos mayorcitos.

Y a mí, personalmente, me parece bien celebrar un día nuestro. Y se celebra el día del Descubrimiento de América, no de su colonización.

Que si… que los conquistadores la liaron parda. Que se cepillaron culturas  e individuos como el que pisotea hormigas. Mal hecho por aquellos españoles de hace cinco siglos. Pero oigan… que estamos en el siglo XXI. Que yo no tengo que pedir perdón por lo que hicieron mis ancestros hace quinientos años. Si entramos en esa dinámica… ¿hasta qué punto de la historia debemos remontarnos para pedir perdón, unos y otros?

Y por el otro lado, por el del españolismo rancio... ¿es necesario celebrar el Día de la Hispanidad gastando 800.000 euros para que los soldaditos desfilen de punta en blanco por Madrid? ¿Con la que está cayendo? No me digan que no se puede hacer una celebración sobria, poniendo un ramo de flores al soldado desconocido en un ambiente más íntimo y sin tanto dispendio, pompa y boato.

Lo dicho. Como buenos españoles, multitud de criterios y opiniones para el día de todos… pero me van a permitir unos y otros, que tenga mi opinión, lícita, y que sea este pez el que muera por su propia boca, no por la ajena.

Y que cada cual lo celebre con salud y a su manera, que es de lo que se trata.

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