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Habitualmente recorro la ciudad andando de punta a punta, dejando de lado aquellos barrios que no han sido dotados de centros comerciales.

Habitualmente recorro la ciudad andando de punta a punta, dejando de lado aquellos barrios que no han sido dotados por uno de los grandes templos del consumo, el centro comercial, definidos como amenos espacios donde se reúnen las personas para realizar una actividad comercial. Visto desde esta perspectiva nos parece algo positivo que nos facilita la vida.

Pero si pasamos del paseo a pie a la mirada sobre un plano de Jerez, observamos que tales conjuntos distribuidos por la periferia constituyen un grueso anillo que aprisiona y aísla a nuestro casco histórico, sobre todo, cuando éste no ha sido actualizado conforme a la ciudadanía del siglo XXI, en base a unos estándares sociales que nos han homogeneizado en ese extrarradio turgente que ha vaciado el centro; no por manido es bueno recordar aquellos intereses especulativos identificados con el término burbuja inmobiliaria, que conceptualizan esta situación.

Leyendo unos textos del escultor Eduardo Chillida encuentro una anotación explicativa de su propio trabajo que nos acerca a la posible solución de nuestro casco histórico: “Solo si somos capaces de habitar podremos construir”. Para las artes plásticas construir requiere un conocimiento íntimo de lo representado y ser capaces de transmitirlo con un lenguaje actual que conecte con el momento en el que vivimos. Aplicar esta terminología al espacio físico es entender que los parches delatan el desconocimiento de la estructura interna del espacio que queremos habitar. Mencionando de nuevo al maestro y en relación a su escultura: “... es falsa si lo lleno solo aparenta ser lleno ...".

La ciudad puede seguir sus derroteros periféricos y asistir a los eventos que de manera metódica disfrutamos cada año y a los que se les prestan todos los mimos y cuidados de las instituciones públicas, algo que por mi parte creo que es escaso para las necesidades de una población joven y, no tanto, que echa en falta otras propuestas integradas en el territorio, pero con una metodología más contemporánea. Otra opción sería dejarlo como parque temático, visitado por turistas pasmados ante la destrucción de tan rico patrimonio. Y todo ello conservado gracias al esfuerzo de cientos de personas preparadas y apasionadas, que con tesón recopilan el esplendor de épocas pasadas.

Por otro lado, nos encontramos con temas de cultura popular y formas de vida unidas a oficios y estructuras sociales, que muchos rememoran como gloriosas y que no volverán porque hemos cambiado, pero habría que darles su valor y ser aplicadas en una hipotética restauración del casco histórico. En definitiva, habitar y desbloquear ese vacío encerrado por el anillo periférico, que siendo el retrato de la sociedad en la que vivimos, no permite dejar para el futuro un Jerez completo y equilibrado, donde evolucionemos desde nuestra base unida al territorio, no desde la imposición de mercados globalizados que vienen con muchas luces de colores y poca verdad.

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